Reimaginar la ciudad. La salud como punto de inflexión para la rehabilitación urbana

Carlos Romero Sánchez
Francisco Adonai Hernández Vázquez
Rubén Blasco Talaván

 

Resumen

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el entorno que habitamos y que alberga las actividades que realizamos a lo largo del día condiciona casi en 25% nuestro estado de salud.
En los próximos años se prevé que el ser humano comenzará a habitar más los territorios urbanos, dadas las oportunidades que se presentan en estos espacios en contraposición a las zonas rurales, traducidas en una mayor variedad de fuentes de trabajo, comercios, servicios, complejos educativos, equipamientos y recreación, entre otros.
Por ello debemos comenzar a replantearnos la manera en la que proyectamos nuestras ciudades, olvidar los paradigmas de planeación y diseño urbano del siglo pasado e incentivar la sostenibilidad en los asentamientos humanos.
El presente trabajo aborda de manera general las condicionantes que inciden en los entornos urbanos cuando hablamos del tema de la salud, sus consecuencias en los habitantes y la manera en la que se pueden realizar diversas gestiones e intervenciones en beneficio del bien común.
Se incluyen los antecedentes existentes circundantes al ser humano y su salud en las urbes, tomando en cuenta también las diferentes pandemias que nos han afectado a lo largo de la historia, con la finalidad de plantear los aprendizajes obtenidos de cada uno de estos eventos y visualizar alternativas y propuestas a manera de rehabilitación urbana, que mejoren la calidad de vida de las personas sin comprometer los hitos de valor y que fomenten la identidad y arraigo en el territorio.

Palabras clave:  salud, ciudad, rehabilitación urbana.

 

Abstract

According to the World Health Organization, the environment where we live and engage in our daily activities conditions almost 25% of the state of our health.
In the near future people are expected to live more and more in urban territories, given the opportunities they offer in contrast to rural areas, specifically in terms of the variety of jobs, stores, services, educational centers, infrastructure and recreation, among other factors.
For this reason, we need to start reframing the way we project our cities, forget urban planning and design paradigms of the last century, and encourage sustainability in human settlements.
This paper offers a general overview of the factors that condition urban environments when it comes to health, their consequences for urban residents, and the way to carry out different initiatives and interventions that promote the common good.
It includes existing background information on human health in cities, taking into account the different pandemics that have affected us down through history, with the aim of articulating the lessons learned in each of these events and visualizing alternatives and proposals for urban rehabilitation that improve people’s quality of life without jeopardizing the value references that foster identity and rootedness in the territory.

Key words: health, city, urban rehabilitation.

 

Conceptualización

El siglo XXI está llamado a ser la temporalidad de los grandes cambios urbanos en la historia de la humanidad. Ello, derivado de que es en estos territorios donde se concentra un tercio de la población mundial, en las casi 2,000 áreas metropolitanas conformadas en el planeta. Se predice que para el año 2035 más de la mitad de la población mundial vivirá en estos entornos urbanos (ONU Hábitat, 2020).

El desarrollo de estas ciudades vendrá acompañado por un sinnúmero de cambios de diversa índole, los cuales deberán procurar respetar las buenas prácticas trabajadas en décadas anteriores. Es así como surge el ejercicio de la rehabilitación urbana, entendido como una estrategia de gestión para recalificar la ciudad existente a través de múltiples intervenciones (Becerra & Reyes, 2019). Así, se busca valorizar el potencial social, económico y funcional de la ciudad, con la finalidad de cumplimentar el principal objetivo del urbanismo, que es mejorar la calidad de vida de las personas que habitan un determinado territorio.

La rehabilitación urbana, como ejercicio de intervención en un determinado lugar, se opone al concepto de la renovación urbana. La renovación lleva a cabo operaciones que contemplan la eliminación y sustitución de amplias zonas y conjuntos urbanos, así como los edificios que se emplazan en estos espacios, cuando posiblemente podrían estar considerados como hitos representativos con valor patrimonial o artístico. En contraparte, la rehabilitación bebe de las fuentes de la conservación y la restauración (Becerra Mercado & Reyes, 2019). Busca una dinamización de las funciones, usos y actividades, aprovechando meramente lo ya existente y dándole una segunda vida.

 

Nexo entre la salud y la ciudad

Se define el concepto de salud como el estado en que un determinado ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones (Real Academia Española, 2014). Otra definición, más acorde con la dinámica contemporánea a escala mundial alrededor de la injerencia que tiene sobre las urbes, nos habla de que la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades (Organización Mundial de la Salud, 2022). Para configurar de manera más comprensible el impacto que tiene la salud sobre los seres humanos se establecieron los determinantes de la salud. Estos son conocidos como el conjunto de factores personales, sociales, económicos y ambientales que determinan el estado de salud, de manera individual y de manera colectiva. Es decir, bajo este término se engloba un conjunto de factores que inciden de manera directa en el estado de bienestar y calidad de vida de las personas.

Existen así los factores individuales, los cuales no pueden ser modificados, como el sexo, la edad y elementos propios de la genética. Por otra parte, factores como los hábitos, el tipo de alimentación, las condiciones ambientales que se generan en el entorno inmediato y las políticas sectoriales pueden ser modificables y gestionadas de manera independiente. Se entiende como políticas sectoriales a los medios de transporte al servicio de las personas, la vivienda o la planificación urbana, por citar algunos ejemplos. En estos últimos, aquellos factores modificables que generan afectaciones en la salud de las personas es donde se puede incidir a través de intervenciones de rehabilitación urbana con el objeto de mejorar la calidad de vida de las personas.

Por lo tanto, al hablar de ciudades se deben contemplar los mecanismos y alternativas que propicien el desarrollo de territorios urbanos que favorezcan la salud de la ciudadanía. Se infiere entonces que el hecho de generar proyectos urbanos de calidad propicia el origen de resultados que impactan en los hábitos y estilos de vida de las personas, como instrumentar mejoras en el sistema de movilidad, reducir las distancias entre las viviendas y los trabajos, generar proximidad entre los equipamientos y los servicios en las colonias. Estas son acciones que sin duda tendrán consecuencias en el estilo de vida y los hábitos de las personas y, por ende, en su salud.

La misma Organización Mundial de la Salud enuncia tres elementos que son problemas decisivos de salud pública en las zonas urbanas, las enfermedades no transmisibles, las enfermedades infecciosas y los traumatismos derivados de la violencia. Entre las enfermedades no transmisibles entran las cardiopatías, el asma, cáncer y la diabetes, entre otras. Estas se agravan con condiciones de vida y trabajos insalubres, con carencia de espacios verdes, con contaminación del agua y suelo, con escasez de espacios para caminar, subirse a una bicicleta y llevar una vida activa. Nuestro modelo de ciudad incide en llevar una vida sedentaria, la cual deriva en obesidad, depresión, ansiedad y trastornos de salud mental. Las enfermedades infecciosas, como el covid–19 o el dengue, se propagan de manera más fácil en entornos con hacinamiento, insalubres y carentes de buenos sistemas de gestión de residuos. Los traumatismos se pueden ejemplificar de mejor manera por lo que ocurre en los siniestros de tránsito, los cuales son la principal causa de muerte en personas jóvenes, de 15 a 29 años a escala mundial (World Health Organization, 2014), seguido por el suicidio y el VIH/sida. Estos siniestros viales, hechos fortuitos y totalmente prevenibles mediante el diseño de una adecuada infraestructura vial cobran la vida de 65 personas al día en México, más de 23,000 seres humanos al año.

 

Pandemia, ciudad y espacio público. Relación e impacto directo entre elementos

Antecedentes de pandemias y ciudad

A lo largo de la historia diversas epidemias han azotado distintos territorios. Sobre el caso puntual de México, destacan la gran pestilencia en la ciudad de Tula, que duró seis años desde 1450, la salmonela en la época colonial, que derivó en la muerte de 15 millones de personas, o el cólera, que terminó con la vida de aproximadamente 300 mil personas en el siglo XIX.

En respuesta a ello, el ser humano ha tenido que reformular la manera en que hace uso del espacio público y los lugares privados, con el objeto de combatir los encierros, la distancia entre personas y la sanidad de los sitios. Al igual que en la actualidad, a mediados del siglo pasado también se generaban campañas de vacunación y desinfección masivas, a manera de acciones para prevenir los posibles contagios en las ciudades, como el polio en Estados Unidos en la década de los sesenta.

Personajes icónicos alineados al urbanismo han tenido que replantear el diseño y la funcionalidad de sus barrios, con la finalidad de condicionar la conducta de los habitantes en beneficio de la higiene y la sanidad en el espacio. Tal es el caso de Georges–Eugène Haussmann, quien a mediados del siglo XIX desarrolló un nuevo modelo urbanístico que transformó de manera drástica a la ciudad de París, reconfigurando la infraestructura de servicio, generando vialidades más anchas con el objeto de mejorar la ventilación y el asoleamiento, estableciendo nuevos criterios de zonificación para acabar con el hacinamiento dentro de los inmuebles de la ciudad. Esto, derivado de la epidemia del cólera que azotó la región en el Segundo Imperio de Napoleón III. A pesar de que se vislumbra a simple vista como una serie de propuestas con buenas intenciones, lamentablemente tuvieron que ser demolidos diversos barrios medievales que hoy podrían ser considerados joyas de alto valor patrimonial arquitectónico, para ubicar en estos predios otros lugares para el esparcimiento de la comunidad, como parques y plazoletas públicas.

Actualmente, con el fenómeno del covid–19 migramos a tener un inmenso miedo a las multitudes, buscar la distancia entre personas, formular otras maneras de trabajar y estudiar a través de la virtualidad. Sobre la proximidad, el coronavirus cambió de manera drástica la manera en la que nos relacionamos en las ciudades y, por ello, deberá asentar los criterios generales sobre los cuales se planeará a futuro el desarrollo urbano y se diseñarán las características de lo físico para la adecuada confluencia de relaciones sociales en un mismo espacio.

 

El punto de inflexión. Casos de estudio

Las alternativas de mejoramiento del territorio en atención a la pandemia del covid–19 y en general a los factores que inciden en la salud a escala nacional son estrategias que se han analizado y discutido desde décadas anteriores. Y son los eventos que se han suscitado en los últimos años los que pueden fungir como puntos de inflexión para finalmente aplicarlas en beneficio de la ciudadanía. Son modelos y propuestas que, en su idea fundamental, no fueron concebidas como medidas contingentes para una problemática en particular, sino en respuesta a un sinnúmero de necesidades previamente detectadas desde diversas perspectivas, reclamadas por diferentes voces profesionales desde hace tiempo.

A manera de ejemplo, se puede hablar de que, a partir de la última pandemia del año 2020, aprendimos que es de suma importancia mejorar el servicio de transporte público en sus diversas modalidades, acompañado de una política pública que incentive el desarrollo urbano compacto y denso circundante a las principales rutas de movilidad en una determinada ciudad. En concordancia con ello, tenemos que el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP por sus siglas en inglés) desde 2010 comenzó a trabajar una serie de principios para el transporte en la vida urbana, los cuales derivaron en lo que hoy conocemos como el Desarrollo Orientado al Transporte Sustentable o modelo DOTS, el cual se asienta como un ejercicio de acciones para transitar a calles completas, sitios urbanos integrados que reúnan actividades estacionarias y lugares de permanencia, edificaciones con plantas bajas activas y a escala humana, mixtura en los usos de suelo y prioridad en sistemas de movilidad no motorizados.

A su vez, hemos notado que el espacio público ha cobrado gran relevancia para la salud en los últimos años al ser uno de los pocos vértices en los que podemos realizar actividades sociales y recreativas fuera del aislamiento obligatorio que se promovió en diferentes ciudades en el mundo. Alineado a esto, pero con mucha anterioridad, el Centro de Transporte Sustentable de México (CTS–México) generó el Manual de Espacio Público y Vida Pública (EPVP) como metodología de planeación para promover la creación de espacios públicos exitosos, mediante una previa identificación de la calidad urbana de manera cuantitativa y cualitativa, con criterios consensuados con el reconocido teórico urbanista Jan Gehl.

Del mismo modo, a partir de 2020 se han generado distintas propuestas en las principales ciudades del mundo con el objeto de reducir los contagios en la pandemia y mitigar el impacto social que esto conlleva.

 

Comunalizar la ciudad. Modelos análogos en Europa y México

Las ciudades europeas se han emplazado como modelos análogos de buenas prácticas en temas urbanos desde el siglo anterior, derivado de la oportuna detección de los retos ambientales venideros y las problemáticas sociales que se gestan en toda ciudad.

Para atender la nueva normalidad obligada por la pandemia del covid–19, ciudades como París tuvieron que reconocer la obsolescencia de paradigmas circundantes a la utilización de suelo y la manera en la que se mueve su población. Es así como, de la mano del gobierno francés y con un Plan Vélo que se planteó para incrementar los viajes en bicicleta antes de los Juegos Olímpicos de 2024, la ciudad de París comenzó su transformación para ser un sitio no contaminante, accesible para todos y favorecedora de la salud de sus habitantes. Se llegó a la conclusión de que la bicicleta debe ser el corazón de la movilidad, por lo que se busca triplicar su uso para así llegar al 9% de la población que se desplace por este medio, a través de una inversión que ronda los 350 millones de euros que se destinarán para la creación de nuevos carriles para la bicicleta y subsidios para los trabajadores que utilicen este medio, en sus trayectos diarios hacia sus fuentes de empleo (Ayuso, Siart, 2018). Si bien el anhelo parece ambicioso para los próximos años, es importante mencionar que ese porcentaje está aún muy alejado de lo que se suscita en los países vecinos de Francia; por ejemplo, el 29% de los desplazamientos urbanos en Holanda se generan en bicicleta, y el 50% se hacen de este mismo modo en Copenhague, de acuerdo con datos de la Federación Francesa de Usuarios de Bicicleta.

El urbanismo táctico ha sido directriz de varias de estas intervenciones que se realizan para mitigar el contagio, planteándose en primer lugar como propuestas de carácter temporal a corto plazo. Pero muchas de ellas, dados sus buenos resultados, han mutado a un estatus permanente, situación que se ha llevado a cabo en la ciudad de Berlín, en la que se reconfiguraron 15 kilómetros de carriles de circulación para albergar únicamente ciclistas. A futuro, el objetivo es que se conviertan en vías ciclistas permanentes, con su debido balizamiento horizontal y vertical que haga legible el entorno y elementos de confinamiento eficaces (Medina, Rodríguez, 2020).

Las ciudades españolas también se han sumado a la presente dinámica. A pesar de que 72% de los hogares españoles dispone de por lo menos una bicicleta (Casorrán, Martos, 2020), no era este su principal medio de transporte en el año 2019. Con la aplicación del Real Decreto de estado de alarma en 2020 por el covid–19, en la ciudad de Barcelona se redujeron 80% los desplazamientos en vehículo particular motorizado y 95% los trayectos efectuados en el transporte público (Ajuntament de Barcelona, 2022). Así es como el Ayuntamiento de Barcelona se vio en la necesidad de generar una serie de intervenciones que transformaran a la ciudad en un territorio más saludable, a escala humana y con distancias cortas. La movilidad se gestionó de una manera más integral y accesible, priorizando los trayectos a pie, en transporte público y en bicicleta, con una lista de actuaciones que incluyeron el incremento en la anchura de las banquetas y un rediseño en 34 vialidades secundarias para incentivar la utilización de medios no motorizados. Asimismo, el transporte público tuvo que cumplimentar protocolos planteados en contra del sobrecupo de personas en las unidades, así como la desinfección de sus principales elementos.

Muchos de estos proyectos e intervenciones han sido promovidas desde administraciones públicas pasadas, pero su puesta en marcha se ha acelerado en razón del urgente apuro de garantizar la adecuada distancia entre personas en el espacio público y sus necesidades de movilidad activa diaria (Casorrán, Martos, 2020). Es así como el contexto europeo ha respondido a las condicionantes territoriales circundantes a la salud en los entornos urbanos.

En México, el municipio de Zapopan se posiciona como el más poblado del Área Metropolitana de Guadalajara con cerca de millón y medio de habitantes. Como resultado del alto crecimiento demográfico que ha tenido desde 2010 y las actividades diversas que se gestan en su territorio, tuvo que adaptar su espacio físico a las nuevas necesidades entorno a la salud a raíz de la pandemia del covid–19.

En el año 2020 el gobierno municipal de Zapopan presentó ante la Junta de Coordinación Metropolitana de la región la estrategia de ciclovías emergentes, como una visión de ciudad a corto, mediano y largo plazo, la cual busca responder a la problemática de movilidad en la ciudadanía, la cual, por temor a los contagios, negativamente buscó en el automóvil particular motorizado un refugio para el contacto entre personas.

Derivado de ello, se proyectaron de manera temporal 15.3 kilómetros de nueva infraestructura ciclista que conectó a Zapopan con el municipio de Guadalajara (Gobierno de Zapopan, 2020). Se tiene entonces que, con el uso incentivado de la bicicleta a través de traslados seguros y con distancia entre personas, se cuida de manera paralela el ambiente y la economía de las personas, mitigando el gasto por su desplazamiento diario.

 

Perspectiva político–institucional. Las instancias públicas como sedes de soluciones

Desde el acotamiento de atribuciones que se tiene en lo político–institucional en México se pueden generar soluciones a las problemáticas de salud alineadas a lo urbano. Mediante diferentes instancias, sean federales, estatales o municipales, es necesario plantear opciones de mejora que se aboquen a la sana convivencia de las personas en los entornos urbanos, a través de planes, programas o políticas públicas multisectoriales con una visión integral.

Se deben generar políticas que acaben con la desigualdad urbana, terminar con las zonas poco densas dentro de las ciudades, sin acceso a servicios, comercios y totalmente dependientes del coche. Es importante puntualizar que, a pesar de que la densidad ha sido negativamente discutida y catalogada en los últimos años por la distancia entre personas a raíz del covid–19, esta es una de las principales soluciones que se deben promover para generar un desarrollo sostenible en el territorio, con espacios públicos de calidad distribuidos equitativamente, así como equipamientos y servicios públicos. El riesgo latente está en el hacinamiento, no en la densidad. Sin densidad no hay ciudad, se debe establecer el concepto de concentración, no amontonamiento, espacios públicos de relación para las personas, ciudad con ciudadanos que la definan y no simples pobladores, provocar que la ciudad se adapte a la gente, no al revés.

Las instancias gubernamentales también pueden y deben incidir en reformular los parámetros de diseño de la vivienda, a través de las diversas normas que emanan a cada escala. Con la pandemia, el confinamiento para algunos representó un reencuentro con sus hijos, con hermanos o con los demás integrantes de su familia. Para otros, en cambio, dadas las condiciones y medidas de los espacios habitables, representó meramente hacinamiento. Asimismo, debemos aprovechar para frenar la tendencia de producir espacios domésticos cada vez más limitados y reafirmar la necesidad de vincular el espacio privado con el entorno público.

La vivienda debe emplazarse como directriz para el mejoramiento urbano en beneficio de la salud, al ser un eje articulador de la familia y, por lo tanto, un elemento relevante en el bienestar de las personas. La vivienda representa para la familia el elemento sobre el cual se puede alojar en cierto lugar de manera segura y confortable. Es una necesidad social en cualquier parte del mundo actual; son pocas las comunidades estrictamente nómadas, y aun ellos realizan ciertas formas de arquitectura efímera o se refugian en cuevas realizando adaptaciones al espacio creado naturalmente (García, 2005). Es un requerimiento que desde niños se nos va inculcando, para alcanzar ya en nuestra etapa adulta, por lo que constituye uno de los pilares para el desarrollo de la familia mexicana tradicional. Históricamente es innegable que el ser humano, desde que adquiere una mínima capacidad organizativa, se ha procurado a sí mismo su vivienda (Bazant & Nolasco, 1981). Su relación con el elemento de la identidad es muy estrecha, ya que es ahí dentro, en la vivienda, donde las familias proyectan su manera de ser y vivir particular, su manera de ver y afrontar las problemáticas que se susciten en su contexto. Se generan valores, que guiarán el desarrollo de cada persona dentro de la sociedad.

La vivienda en sí no lo es todo, ni todos los procesos que hay detrás de la construcción de esta. Comúnmente se estudian las partes que componen la edificación, pero no se analiza el contexto donde se emplaza. La localización y el entorno urbano, como condicionantes para lograr la sustentabilidad en la vivienda, son elementos pre–edificación que deben estudiarse con detenimiento para optimizar el desarrollo de una persona dentro de un lugar determinado, ya que la población está en un tránsito continuo entre el espacio público y el privado, y, por ello, debemos analizar todas las áreas donde se generarán interacciones de todo tipo entre una variedad de individuos.

Se deben fortalecer los servicios públicos y fomentar el equilibrio territorial, siendo este probablemente uno de los aprendizajes más importantes que ha dejado la pandemia. Los servicios públicos deben reforzarse, incrementar sus recursos y mejorar su gestión, porque solo a través de una fuerte red de dotaciones públicas podrá garantizarse la cobertura de necesidades de la población afectada. Estos servicios deben desarrollarse de manera equilibrada, no solo en las ciudades, sino también en las áreas rurales, para combatir de manera paralela la lógica atractiva de vivir en las grandes urbes y aminorar el despoblamiento que sufre el resto de las localidades en los municipios.

Las acciones gubernamentales deben incidir en la recuperación de la ciudad, no reinventarla, ya que estamos llenos de edificaciones y barrios “autistas” que no cuentan ninguna historia. Las ciudades fundacionales de México eran compactas, con usos de suelo mixtos, caminables, densas. Basta con evocar recuerdos de la niñez: la interacción en las calles, los juegos en los parques, la relación sencilla entre la gente, en colonias de calidad, humanas, cercanas y competitivas.

 

Reflexiones finales

La experiencia con la que se cuenta actualmente alrededor de los elementos que rodean a la salud y las ciudades nos debe favorecer para crear condiciones urbanas que mejoren la calidad de vida de las personas, sin detrimento de cuestiones importantes que no se deben dejar de lado, como el aspecto medioambiental.

La perspectiva político–institucional debe tener la facultad y poner en marcha un conjunto de intervenciones con visión de rehabilitación urbana para atender las nuevas dinámicas que se presentan en las urbes, en concordancia con lo que proyecta la ONU para el año 2030, temporalidad en la que cerca de 3,000 millones de personas o 40% de la población del mundo necesitarán tener acceso a viviendas, infraestructura básica y a otros servicios, como sistemas de agua potable y saneamiento. Esta cifra denota la urgencia de generar espacios habitables idóneos en los próximos años y contrasta con las políticas públicas y el sistema de gobernanza empleado en países en vías de desarrollo, ya que predominan en estos las deficiencias en sus instituciones públicas, instrumentos de planeación y reglamentaciones, entre otros.

Las instancias gubernamentales deben generar entornos que beneficien a la mayoría e incentiven el arraigo de la población. Para alcanzar la sustentabilidad se debe crear una ciudad caminable, disfrutable, cohesiva, a escala humana, bien comunicada; donde la gente se encuentre, se vea a los ojos, y que por lo tanto sea más segura, amigable y amable. Con edificios multifuncionales, plantas bajas activas, oficinas en los primeros pisos de las edificaciones y habitación en los subsecuentes, accesibilidad y permeabilidad urbana, tanto visual como físicamente (Romero, 2011).

Los gobiernos tienen la tarea de crear los mecanismos y los instrumentos que favorezcan el desarrollo de una ciudad ordenada, con distritos definidos por vocacionamientos, con identidad propia, que creen y propicien arraigo y sentido de pertenencia en sus habitantes, donde se entienda la concepción de “lo público es de todos” y no que lo público no es de nadie (Romero, 2011). Donde prevalezca la energía metabólica de cada ser humano para movilizarse.

La movilidad debe considerarse un eje central del análisis del entorno. Movilidad es desde que te bajas de la cama hasta que vuelves a ella, pasando por el espacio privado, semiprivado, público y semipúblico (Romero, 2011). Por ende, deben ser adecuadas las banquetas, los machuelos, la infraestructura física de la ciudad: bancas, luminarias, estaciones y paradas del transporte público. Debe generarse una ciudad metropolitana, en la que el transporte público sea un medio interesante para la población, que desincentive la idea de que tener un automotor debe de ser una cuestión aspiracional para toda persona (Romero Sánchez, 2011).

Finalmente, respecto de temas normativos, es necesario entender y plasmar en la normatividad que no es posible ni deseable ofrecer soluciones homogéneas a territorios heterogéneos. La rehabilitación de la ciudad debe venir de sus barrios y de ahí hacia una escala mayor, en donde el epicentro de toda intervención, política o propuesta sea el ser humano y su bienestar.

 

Referencias

Ajuntament de Barcelona. (2022, 5 de mayo) Movilidad y Transportes – Concejalía de Movilidad de Barcelona. https://www.barcelona.cat/mobilitat/es/actualidad-y-recursos/medidas-para-adaptar-el-espacio-publico-durante-la-situacion-de-emergencia

Ayuso Siart, S. (2018, 17 de septiembre) El País. https://elpais.com/sociedad/2018/09/17/actualidad/1537182267_049488.html

Bazant, J., & Nolasco, M. (1981). Aspectos cualitativos de la autoconstrucción de bajos ingresos. Investigaciones en autoconstrucción.

Becerra Mercado, O. C., & Reyes, R. R. (2019). El lenguaje contemporáneo del urbanismo. Universidad de Guadalajara.

Casorrán S. (2020). Adaptación de las ciudades para la ciclabilidad tras la pandemia. Fundación Cristina Enea.

García, A. (2005). Vivienda, familia, identidad. La casa como prolongación de las relaciones humanas. Universidad Autónoma de Nuevo León.

Gobierno de México. (2020). Movilidad 4s para México: Saludable, Segura, Sustentable y Solidaria. Gobierno de México.

Gobierno de Zapopan. (2020, 21 de mayo). Zapopan. Ciudad de las niñas y niños. https://www.zapopan.gob.mx/v3/noticias/presenta-pablo-lemus-estrategia-de-ciclovias-emergentes-en-sesion-de-junta-de-coordinacion

Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco. (2020). Análisis General de las Áreas Metropolitanas de Jalisco. Gobierno del Estado de Jalisco.

Medina M. A. (2020, 15 de junio) El País. https://elpais.com/sociedad/2020-06-13/la-ola-de-la-movilidad-sostenible-quiere-mantenerse-tras-el-coronavirus.html

ONU Hábitat. (2020). La Nueva Agenda Urbana Ilustrada. Centro Urbano.

Organización Mundial de la Salud. (2022, 12 de agosto) WHO. https://www.who.int/es/about/governance/constitution

Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española. Espasa.

Romero C. (2011, 5 de abril). Equilibrio modal en el Espacio Público: justicia modal. Hurmanismo. http://www.carlosromerosanchez.com/p/hurmanismo-equilibrio-modal-en-el.html

World Health Organization. (2014). Health for the World’s Adolescents. who publications.

Plataformas, logísticas y redefiniciones de la ruralidad. Reflexiones a partir de los territorios rurales del norte de Apulia y del sur de Milán

Antonio di Campli
Camilla Rondot
Antonio José Salvador

 

Resumen

La continua sucesión de crisis ecológicas, económicas y recientemente sanitarias que se manifiestan desde 2008 ha desencadenado profundos y complejos procesos de redefinición de los espacios y de las sociedades rurales occidentales, caracterizados por nuevos fenómenos de fragmentación social, conflictos, separación y nuevas interacciones entre grupos sociales, ecologías y formas de producción espacial.
Estas crisis, al menos en Occidente, han desencadenado el fortalecimiento del sentido y el valor de las denominadas plataformas digitales y físicas para la gestión de servicios y bienes, un aumento importante del valor de la logística en los procesos de gestión y producción, y una recomposición general del significado y valor de “proximidad” incorporada a procesos de “desglobalización”.
El análisis de estos fenómenos está al centro de numerosas investigaciones sociales y espaciales, pero prevalece la mirada urbana. Confirma que el espacio rural es el principal lugar subordinado de Occidente y donde los principales procesos de transformación se dan de forma más violenta. La combinación de la lógica de plataformas y de movimientos logísticos se traduce en la configuración de espacios y producciones “escalables” que fortalecen procesos de extractivismo, intensificación y estandarización de la producción, y desencadenan fenómenos migratorios.
A través de dos casos de estudio, la gran producción hortícola del norte de Apulia y el vasto sistema de áreas agrícolas y de ocio al sur de Milán, identificamos herramientas que proponen una narrativa rural alterna a aquella del mainstream y elementos de diseño para la redefinición del carácter y las estrategias del proyecto rural en contextos occidentales.

Palabras clave: rural, coexistencia, plataformas.

 

Abstract

The ongoing succession of ecological, economic and now health crises that have occurred since 2008 have triggered profound and complex processes of redefinition of rural spaces and societies in the Western world, characterized by new phenomena of social fragmentation, conflicts, separation and new interactions among social groups, ecologies and forms of spatial production.
These crises, at least in the West, have reinforced the meaning and value of digital and physical platforms for managing goods and services, a significant increase in the value of logistics in management and production processes, and an overall reframing of the meaning and value of “proximity” incorporated into “deglobalization” processes.
There is no shortage of social and spatial research that has analyzed these phenomena, but the urban gaze has predominated. This confirms that rural space is the primary subordinated place in the West, the area where major transformation processes play out with the greatest violence. The combination of the logic of logistical platforms and movements translates into the configuration of  “scalable” spaces and production, which reinforces processes of extractivism, intensifies and standardizes production, and sparks migratory phenomena.
Two case studies – the large horticultural production in northern Apulia and the vast agricultural and recreational area to the south of Milan – allow us to identify tools that propose a rural narrative that diverges from the mainstream’s, along with design elements for redefining the character and strategies of the rural project in Western contexts.

Key words: rural, co–existence, platforms.

 

Las reflexiones propuestas aquí son el resultado de un trabajo de investigación realizado a partir de 2021 en dos contextos rurales italianos, que inicialmente fueron investigados de forma independiente.

El primer caso de estudio es aquel de la gran producción hortícola del norte de Apulia, mientras que el segundo caso corresponde al vasto sistema de áreas agrícolas del sur de Milán que durante mucho tiempo ha sido objeto de ambiciosas políticas de resignificación ambiental, espacial y económica, que tienen como objetivo redefinir esos lugares como una gran infraestructura ecológica, productiva y de ocio a escala regional.

La hipótesis que se sostiene es que, desde 2008, la continua sucesión de crisis ecológicas, económicas y recientemente sanitarias ha desencadenado profundos y a la vez complejos procesos de redefinición de los espacios y de las sociedades rurales occidentales, caracterizados por nuevos fenómenos de fragmentación social, conflictos, separación y nuevas interacciones entre grupos sociales, ecologías y formas de producción espacial. En palabras del antropólogo italiano Ernesto de Martino (1961), estos procesos definen una nueva “presenza rurale” (presencia rural).

Estas reflexiones, por lo tanto, tienen un doble objetivo. Por un lado, tratamos de identificar algunas herramientas a través de las cuales descifrar esta nueva “presencia” que, a menudo, se presenta como invisible, marcada por una condición evanescente tanto en un plano analítico como en el de la narrativa rural convencional o mainstream.

Por otro lado, tratamos de identificar algunos elementos de diseño considerados útiles para la redefinición del carácter y las estrategias del proyecto rural en contextos occidentales. Nuestras reflexiones están enfocadas, en particular, en torno a la noción de “opacidad” y a las innovaciones proyectuales que esta noción puede expresar. Opacidad es un concepto desarrollado por el escritor martiniqués Édouard Glissant (1990) en sus escritos sobre las formas de relación social.[1] El concepto de opacidad, en cuanto antónimo de transparencia, cuestiona las posibilidades de comunicación intercultural. En un mundo multirrelacional, reconocer la diferencia no significa comprender la alteridad haciéndola transparente, sino aceptar la ininteligibilidad y la impenetrabilidad que suelen caracterizar a la comunicación intercultural.

En términos generales, las últimas crisis económicas, ecológicas y sanitarias han desencadenado, al menos en Occidente, el fortalecimiento del sentido y el valor de las denominadas plataformas digitales y físicas para la gestión de servicios y bienes, un aumento importante del valor de la logística en los procesos de gestión y producción de bienes, y una recomposición general del significado y el valor de la noción de “proximidad” incorporada con lo que algunos autores definen como proceso de desglobalización.

El análisis de estos fenómenos está al centro de numerosas investigaciones sociales, espaciales y urbanas. Mayormente, la mirada utilizada es la urbana, por lo que los contextos investigados son preponderantemente aquellos metropolitanos o territorios abandonados de montaña, sujetos a despoblación, para los que se anticipa una amplia variedad de escenarios de recolonización. Poco o casi nada se produce sobre lo rural, lo que confirma su condición de principal “objeto” subordinado en las políticas y en las dinámicas occidentales de producción del espacio.

 

Logística rural

La logística y sus políticas pueden representar una lente útil para los propósitos de una investigación sobre lo rural, intentando importar, desde el contexto de los estudios urbanos, las herramientas y narrativas del paradigma de la logística.

Para sustentar la relevancia y fertilidad de esta unión puede ser útil recordar la hipótesis apoyada por Giovanni Arrighi en su publicación Il lungo XX secolo. En este texto Arrighi sostiene que todo ciclo hegemónico de acumulación en la modernidad se ha desarrollado a través de una progresión repetitiva: una fase inicial caracterizada por la economía mercantil; una fase de auge vinculada a la aparición de un nuevo sistema de producción capaz de imponerse al resto; una fase crepuscular conectada a la crisis de este modelo productivo en el que el sistema debe desplazar consecuentemente su centro de gravedad hacia la logística y las finanzas para hacer frente a esta crisis productiva.

La logística no es circulación y distribución en el sentido de simple movimiento de las cosas. Lo que la revolución de la logística ha producido, después de la Segunda Guerra Mundial, es una verdadera “ciencia de la circulación” dentro de la cual se colocan los mismos procesos de producción. Esto significa que los movimientos de materias primas, después y dentro de los procesos de producción, se consideran hoy parte central del sistema de producción. En este proceso de control y optimización la producción se desagrega en módulos, en componentes individuales del movimiento físico, que pueden redistribuirse para maximizar su valor. Lo que busca la logística contemporánea, como lo demuestra Deborah Cowen, es “agregar valor a través de los sistemas de circulación” (Cowen, 2014, p. 24).

Además, el vínculo entre el desarrollo logístico y los procesos de digitalización da impulso a la aparición de las llamadas “gig” y “sharing economies”, regidas por apps, y transformando espacios y “estilos de vida”. Todo esto define nuevas formas de organización del trabajo, difuminando la distinción entre vida privada y trabajo, y poniendo en tensión el confín entre producción, circulación y consumo.

La relación entre la producción espacial rural y la logística se expresa en dos dimensiones principales.

Modularidad en los procesos de producción y reconfiguración de los bienes espaciales. Lo que estamos presenciando es un fortalecimiento de los procesos de producción y tratamiento de volumen de productos “modulares”. Un ejemplo es la difusión de olivares superintensivos y el uso de métodos de recolección, transporte y procesamiento vinculados a los contenedores de tipo bins. La instrumentación de métodos de cosecha modulares repercute en los procesos de manejo del suelo, en el tiempo y en las modalidades generales de producción de una cierta categoría de productos, que van desde verduras hasta frutas.

Zonificación, migración y guetización de la reproducción social. En las zonas rurales la zonificación es una de las formas clave para gestionar la logística del territorio. La afirmación de esta lógica de redefinición espacial está ligada en gran medida tanto a las políticas rurales que buscan la optimización de los procesos productivos a través de la reducción de la complejidad ecológica de sus suelos, como a una profunda reestructuración del sector agroalimentario dentro de cadenas globales vinculadas en particular a la distribución a gran escala y de bajo coste. Estos procesos apoyan la sectorización de las zonas rurales en áreas de producción especializadas y monofuncionales.

Al mismo tiempo, la logística rural está conectada a procesos de racialización y, de forma más general, de segregación entre quienes conforman cada uno de los nodos de las cadenas globales de valor (Bonacich & Wilson, 2008). Tanto en los distritos agroindustriales italianos como en los territorios rurales postproductivos y redefinidos como espacios de ocio los asentamientos que sirven como reservorio laboral están marcados por una lógica de segregación (aunque también de solidaridad) de matriz racial, y a veces basadas en la nacionalidad, la “etnia” o el lenguaje. Estos son lugares de “contención”, en algunos casos fabricados con contenedores reales, que indica cuánto el raciocinio de logística ha penetrado materialmente. La zonificación se manifiesta allí a través de procesos de reglamentación espacial que redefinen los espacios rurales como conglomerados, como conjuntos de ecologías de asentamientos yuxtapuestos y cuyos regímenes de confín son cada vez más “logísticos”.

 

Dominación de plataformas y redefiniciones de las interacciones rurales–urbanas

El término “plataforma” generalmente indica un espacio digital de agregación entre la oferta y la demanda basado en el intercambio de bienes o servicios y la circularidad del intercambio (Evans & Schmalensee, 2016). Es, en realidad, un modelo de intercambio que está transformando radicalmente la organización del proceso productivo y las formas de consumo y la lógica del trabajo.

Las plataformas, de hecho, parecen plantearse como el nexo entre una organización reticular del trabajo, dividida en una pluralidad de espacios y tiempos coordinados entre sí, y las tecnologías digitales de la información y la comunicación. Estamos hablando de un modelo organizacional que es el fruto de dos “revoluciones”, la de la logística (Allen, 1997) y la del retail que han redefinido tanto la producción (descomponiéndola en fases espacialmente diferentes) como el consumo, multiplicando, o más bien desenfocando, al mismo tiempo las formas del trabajo (Mezzadra y Neilson, 2013).

La dimensión urbana se configura como una espacialidad dentro la cual parecen darse la mayoría de las formas de realce de algunos procesos reproductivos. Dentro de estos procesos, surge una estrecha relación entre las plataformas y la dimensión urbana (Artioli, 2018). Este “enraizamiento” metropolitano de plataformas se puede atribuir, a su vez, a dos factores diferentes. Por un lado, la ciudad se valora cada vez más como un espacio reproductivo en el que las actividades relacionadas con el consumo, la producción a pequeña escala y el cuidado son centrales. Por otro lado, parece surgir un nuevo tipo de sujeto productivo, un nuevo empresario urbano resultante de la hibridación de las subjetividades neoliberales del empresario de sí mismo y del propietario individual que valora algunos bienes relacionados con su condición de habitante de la ciudad (la casa, su medio de transporte, etc.), su tiempo libre o sus habilidades blandas o soft skills. Amazon, Glovo, Deliveroo, Uber, Airbnb, JustEat, Vinted o Shein son, en efecto, “ecologías” relacionales, hiperobjetos (Morton) que permitirían una superación de las relaciones de poder de tipo capitalista (dueños del dinero vs. dueños de la fuerza laboral) y por lo tanto de los conflictos entre el capital y el trabajo a favor del advenimiento de una “sociedad del compartir”.

Locuciones como el capitalismo de plataformas y la economía colaborativa se refieren a la arquitectura productiva y relacional, a las prácticas de trabajo digital que desencadenan lo que algunos autores llaman “platform urbanism” (Barns, 2020; Mortenbock, 2021), es decir, un principio de producción socioespacial dominado por una racionalidad de logística en el que el valor de los tiempos de vida y las actividades de reproducción se unen con el desarrollo de redes e infraestructuras digitales.

El urbanismo de plataformas habla de espacios urbanos geográficamente localizados, físicamente separados, no traducibles, que se entrelazan con flujos de bienes, alimentos, provenientes de contextos intercambiables y “plataformas de ocio” correspondientes a espacios rurales postproductivos.

El platform urbanism es un dispositivo que al mismo tiempo deconstruye y reestructura las antiguas áreas urbanas del siglo XX. Pero, obviamente, también los espacios rurales.

La fiabilidad del producto que ofrece la plataforma en el campo de la producción de alimentos, por ejemplo, radica en su replicabilidad, escalabilidad, regularidad y estandarización.[2] Y, en el medio rural, la combinación de la lógica de plataformas y los movimientos logísticos se traduce en la configuración de espacios y producciones “escalables” (Tsing, 2012). Esto significa fortalecer los procesos de extractivismo rural, expandir los espacios tipo plantación y desencadenar fenómenos migratorios. Si en el entorno urbano la producción de plataformas significa que el trabajo está cada vez más tercerizado y fragmentado en formas moleculares de autoemprendimiento y microempresa, en el campo estos procesos van acompañados con una ratificación de la fuerza de la macroempresa extractiva marcada por formas de “escalabilidad” y la capacidad de producir bienes lo más estandarizados posible, al menor precio posible. Las plataformas acumulan capital indiferente a las condiciones socioespaciales en las que se producen los bienes, persiguiendo el lucro a través de la reducción de los costos de los bienes que serán transformados. En este sentido, en las actuales cadenas de suministro campo–ciudad se produce un tipo de acumulación capitalista que Anna Tsing (2015) califica de salvage accumulation, es decir, de “acumulación de recuperación”. Es un verdadero “saqueo” que permite poner en el mercado los bienes derivados de un trabajo remunerado al límite de la supervivencia.

 

Casos de estudio

Producción y extracción en el Tavoliere delle Puglie

El sur de Italia es un territorio a menudo subestimado en las discusiones relacionadas con la producción de espacios en conflicto, en colisión, “opacos”, generados por aquellas maniobras que caracterizan al capitalismo contemporáneo. La llanura de Foggia, sobre la que se encuentran varias situaciones similares a la de Borgo Mezzanone, Borgo Tre Titoli y Carpino, que son tres casos de estudio específicos que se analizarán más adelante, son solamente algunos de los ejemplos radicales de las repercusiones espaciales que la máquina logística de producción es capaz de generar (Cuppini, Peano, 2019). Plataformas, infraestructuras tangibles e intangibles, corredores y umbrales se establecen como espacios producidos por la colisión entre producción y explotación.

En los límites rurales del área de Foggia se vuelve evidente, en el espacio y los cuerpos, el vínculo cada vez más estricto entre los fenómenos migratorios, la producción extractiva y la dinámica de explotación (Mezzarda, 2019, p. 30).

La logística y la producción rural en este sentido se enfrentan dentro de algunas de las principales dimensiones que se manifiestan en el territorio investigado y que tienen que ver con un robustecimiento de la modularidad en los procesos de producción y reconfiguración de las estructuras espaciales, por un lado, y con procesos de zonificación, migración y guetización de la reproducción social, por el otro (De Campli, 2022).

El caso de la Capitanata de Apulia afirma con materiales y objetivos específicos una ruralidad de plataforma estandarizada, capaz de extenderse, hecha de espacios y materiales estándar, replicables. Lo que caracteriza a este modelo es su escalabilidad. Esto significa fortalecer los procesos de extractivismo rural, difundir el espacio tipo plantación, desencadenar fenómenos migratorios. El tomate que se vende en la cesta del supermercado debe verse siempre igual.

En términos de Cappuccini y Peano, es a través del lente de la investigación de la logística como es posible indagar acerca de las operaciones de ese capitalismo contemporáneo que se mencionaba y los conflictos que de él se derivan (2019).

Las relaciones de poder que se establecen entre los distintos actores de la cadena de suministro agroalimentario son una de las cuestiones sobre las cuales resulta útil razonar. La asimetría que surge entre la capacidad de negociación en la fase que más interesa a las fincas agrícolas y aquella de los actores que gestionan la distribución ha sido identificada como uno de los principales factores que pone en desventaja a las fincas frente al resto de sujetos de la cadena de valor (Saccomandi, 1998).

En la provincia de Foggia, entre campos de trigo e invernaderos al aire libre de gran dimensión, todavía se cosecha la gran mayoría de los alimentos hortofrutícolas almacenados en las cajas de las cadenas de distribución a gran escala en todo el territorio italiano.

Poner en juego la categoría de producción rural y plataformas permite resaltar dinámicas económicas complejas que explican mecanismos de producción, productos, valores y poder, que implican, en este caso, un significado político del término que se manifiesta en las relaciones entre la producción y el poder.

La red de producción a la que se hace referencia es muy reconocible en el territorio que rodea a Foggia dentro de una variedad de formas que también involucran el espacio en su carácter material: la naturaleza extractiva de los métodos de producción, sumado al aumento de los flujos de refugiados y desplazados dispuestos a trabajar en el campo en situaciones de extrema desdicha, tiene la consecuencia directa de redefinir el territorio rural como algo fluido, inestable y precario, rearticulando algunos de sus caracteres espaciales y sociales. La crisis radical que estos espacios viven desde hace varios años rompe con la imagen tradicional del campo. Lugares como Carpino, Borgo Mezzanone, Borgo Tre Titoli, entre otros más, se han transformado en escenarios complejos que acogen y explotan nuevas poblaciones, principalmente africanas, involucradas en la gran máquina de producción agrícola de Apulia.

Los cuerpos, negros, que transitan todo el año entre los caminos de la campiña de la provincia de Foggia, no encuentran aún espacio en el relato tradicional de este paisaje rural.

 

Borgo Mezzanone, Carpino, Borgo Tre Titoli

Mirar a territorios como los que se analizan, teniendo en cuenta el plan de producción y logística, nos permite manejar una brecha en relación con las interpretaciones tradicionales, permitiéndonos observar y explicar las formas en que lo rural construye una verdadera máquina de producción.

La investigación realizada en una escala más amplia del territorio del Tavoliere y a menor escala sobre los tres casos de estudio trata de relacionar los tipos de productos que se cultivan y su distribución espacial, la difusión de los dispositivos que apoyan este tipo de economía, los métodos de explotación de la tierra y la extracción de valores con el surgimiento de un sistema cada vez más estructurado que sustenta a trabajadores irregulares. Esta infraestructura se desenvuelve de manera diferente: en Borgo Mezzanone como un asentamiento informal capaz de acomodar hasta dos mil trabajadores cada año; en Carpino dentro de la dinámica de ocupación de edificios abandonados dentro de un pueblo histórico, y en Borgo Tre Titoli como una especie de gueto aislado rodeado de campos cultivados.

 

Borgo Mezzanone

El territorio de Borgo Mezzanone está compuesto por la superposición de rutas regulares que se remontan a los periodos de la reivindicación fascista de los años treinta, del poblado histórico y de uno de los asentamientos informales más grandes de Apulia, ubicado en la llanura de Foggia y que durante todo el año acoge a trabajadores inmigrantes irregulares.

Desarrollado sobre el trazado de una antigua pista de aterrizaje del aeropuerto de la OTAN, detrás del CARA, el asentamiento de Borgo Mezzanone alberga cada verano a unas 1,500 personas. Su estructura espacial está definida por dos ejes paralelos de unos tres kilómetros de longitud y por un estrado asfaltado. Las barracas construidas con materiales de desecho se alternan entre antiguos contenedores y casas verdaderas construidas en ladrillo y hormigón.

 

Borgo Tre Titoli

El gueto de Borgo Tre Titoli, también llamado Ghana House, existe desde al menos diez años en la aldea ubicada entre Cerignola y Stornara, un antiguo pueblo de la reforma agrícola. Desde 2015, con la llegada constante de refugiados de Libia, el sitio continúa creciendo y alberga a varias comunidades ya de manera estable. Actualmente, los migrantes ghaneses viven en Borgo Tre Titoli y trabajan en los campos, especialmente en aquellos dedicados a la producción de tomate, alrededor de Cerignola. Es una condición diferente, aunque en algunos aspectos similar a la de Borgo Mezzanone. En este caso no existe ningún objetivo de construir una ciudad verdadera tanto como ocupar y organizar a algunas familias sedentarias que se han apropiado de este lugar, y de trabajadores inmigrantes que, durante el verano, utilizan el gueto como espacio de refugio.

 

Carpino

El histórico pueblo de Carpino es el destino estacional de los trabajadores irregulares que, al perseguir la estacionalidad de la cosecha de los productos, se trasladan allí durante el periodo de la cosecha de aceitunas. En este caso de estudio específico, de manera diferente, la forma por la cual los fenómenos de producción intensiva presentes en estos territorios se manifiestan en el espacio. En Carpino varias casas abandonadas, anteriormente ocupadas ilegalmente sin ningún respeto por las normas mínimas de higiene, han sido adecuadas normativamente y luego alquiladas a trabajadores estacionales a través de un proceso participativo que también incluyó la participación de los residentes del pueblo.

 

Diseñar en territorios rurales

Borgo Mezzanone, Carpino y Borgo Tre Titoli son espacios umbrales marcados por conflictos y alianzas. Son lugares de llegadas y salidas, de intrusiones hostiles. Aquí es más evidente tanto la vulnerabilidad de los migrantes como de los otros grupos sociales que interactúan en esta porción de la campiña de Foggia.

Son lugares para aprender y reflexionar sobre las dificultades de la convivencia en el espacio rural. Observarlos y estudiarlos nos permite pensar en torno a un proyecto que acoja la relación, el contacto. A veces estas relaciones son armoniosas, aunque a menudo se caracterizan por la discordia y la violencia (Di Campli, 2022; Rondot, 2022).

Entrar en contacto con espacios de la diferencia, de la alteridad, de la urgencia, de la vulnerabilidad, nos invita a reflexionar sobre nuestras disciplinas y sobre la posibilidad de que aún sean capaces de renovarse ante casos como estos. Se trata de situaciones que invitan a una redefinición del papel del proyecto concebido como un conjunto de prácticas dirigidas a configurar espacios en los que puedan convivir muchos “mundos”, negociando entre sí. Esto no significa diseñar tendiendo a configuraciones totalmente indeterminadas e imprecisas, sino a paisajes, a bienes espaciales que no sean unívocos, no transparentes, vinculados a múltiples narrativas y, por lo tanto, no opresivos. La opacidad como categoría de diseño propone una reflexión sobre las ecologías de la convivencia, como un proyecto de la relación entre diferencias, conflictos, alianzas, relaciones y poniendo en discusión la forma de representación y cartografía tradicional, así como herramientas y categorías de diseño específicas. La noción de opacidad, que afirma Glissant, trata en superar el riesgo de reducir, normalizar e incluso asimilar las singularidades de las diferencias culturales, haciéndolas transparentes o legibles de manera forzada.

 

Parque Agrario Sur de Milán como plataforma de producción y ocio

El Parco Agricolo Sud Milano fue instaurado en 1990 como un parque agrario, legalmente demarcado como un parque regional para la protección y conservación del medio ambiente pero cuya actividad principal es agrícola. Aspecto conflictivo que resalta su enfoque paisajístico y ambiental sobre el tejido económico agrícola (Vescovi, 2012), y que a través de entrevistas a agricultores añaden que el parque cuenta con un modelo de gobernanza desequilibrado y asimétrico entre Milán y los otros 60 municipios que lo conforman.

Sus 47,000 hectáreas empiezan a menos de tres kilómetros del centro de Milán y la delimitación de esta vasta área, la proximidad a la ciudad y las restricciones de edificabilidad y cambio de uso de suelo han generado consecuencias espaciales significativas. En lo interno, tanto una rotura como un proceso de aceleración de la transición urbano–rural. Una franja periurbana atípica, autozonificada y con altas cualidades espaciales rurales. Mientras que, afuera del perímetro, la actividad agrícola se está transformando en grandes plataformas de logística (Invernizzi, 2022). Al norte de Milán, el lado opuesto del parque, se ha generado un proceso de urbanización e industrialización violento, intenso y contaminante.

Esta investigación, a través de entrevistas, análisis cartográfico, datos y revisión de bibliografía, narra procesos socioespaciales desde un punto de vista de la “producción social del territorio” (Schwarz & Streule, 2016), nuevas formas en las que se produce y consume la ruralidad en una era postproductiva, que proponemos como “espacios de contacto”, como “dispositivos que regulan la fricción entre las diferentes formas de vida y de producción espacial que permiten la coexistencia entre diferencias” (Di Campli y Gabianelli, 2022).

 

Redes de resistencia

Entre las prácticas y las iniciativas que han surgido dentro del parque están aquellas lideradas por actores no institucionales para adaptar y reorientar su producción a las necesidades emergentes y cambiantes del mercado, a las distintas crisis y al desafío de producir cerca de una gran ciudad. Por ejemplo, los distritos agrícolas rurales —distretti agricoli rural—,[3] son acuerdos entre pequeños productores como forma de cooperación que busca reducir colectivamente costos y subsistir con formas de producción alternativas, menos intensas (Calori & Magarini, 2015; Magnaghi, 2020). Los grupos de compra solidaria —gruppi di acquisto solidale, GAS— son agrupaciones que varían desde individuos hasta familias, o incluso grupos de pequeños consumidores (Coros, 2012; Vescovi, 2012; Magnaghi, 2020) con el objetivo de acortar las cadenas de suministro y a su vez garantizar ingresos para los agricultores.

Estas prácticas han sido interpretadas como “redes informales de alimentos” (Calori & Magarini, 2015), y que quizás encajan más como prácticas y redes de resistencia, dentro de las que han sido catalogadas por Halfacree (2007) como “ruralismo radical” o prácticas vinculadas a formas de producción y consumo de un nuevo régimen rural “post productivo”. Si bien existen desde antes de la pandemia, estas estructuras se fortalecieron durante este periodo e incluso generaron nuevos canales alternativos de distribución (Tarra et al., 2021).

 

Gran plataforma de ocio

Milán ha tomado decisiones de planificación en busca de aumentar la relación entre la ciudad y el campo, en el cual considera a las zonas de producción agrícola como un patrimonio cultural y paisajístico con la capacidad de una producción de alimentos para el consumo local, y a su vez un gran espacio natural de ocio, recreación y aprendizaje para sus habitantes (Comune di Milano, 2018). Esta relación se ha consolidado en tiempos más recientes a través de la organización de la Expo 2015[4] o la coordinación del Pacto Alimenticio de Milán.[5]

A través de las distintas plataformas de comunicación y promoción de la ciudad el parque es un elemento fundamental en el cual se construye el deseo de transformarse en una “metrópolis rural” (Comune di Milano, 2018), y desde esta percepción “idealizada” del espacio rural (Halfacree, 1994) se planifican itinerarios y actividades que refuerzan la faceta de ocio del parque. Son itinerarios a pie o en bicicleta, que principalmente se inician y terminan en la ciudad conectando, por ejemplo, las granjas que ofrecen actividades y venta directa al público y aquellas con inmuebles patrimoniales. La adhesión de parte de las granjas se refuerza a través del uso autorizado de un sello de calidad del parque que los productores pueden exhibir en sus productos.

La pandemia ha reforzado este vínculo y estas prácticas en gran parte a través de reseñas de medios de comunicación y a través de la proliferación de itinerarios y eventos, algunos de ellos inclusive creados por una de las instituciones de beneficencia que es una de las principales terratenientes dentro del parque.

 

Estandarización de las prácticas postproductivas

Las granjas multifuncionales son el símbolo de una agricultura y un territorio en crisis y transición. El tamaño promedio de las granjas dentro del parque es de 45 hectáreas y la mayoría cultiva arroz, maíz u otros forrajes para alimentación del ganado. Las propiedades que tienen un patrimonio edificable histórico en muchos casos se encuentran en abandono parcial debido a los altos costos de mantenimiento y posiblemente a las restricciones del parque. El hecho de que la mayoría de los agricultores no sean propietarios de tierras, y que arrienden a grandes instituciones o entidades públicas, también limita su capacidad de reinversión. La tenencia de la tierra emerge como un tema relevante dentro del parque que incluso ha generado episodios de resistencia al desalojo por parte de los agricultores y la comunidad circundante (Comitato Parco del Ticinello, 2015).

En las entrevistas los agricultores han narrado la diversificación de actividades como una oportunidad, mientras que otros como un dovere u obligación, dado que la agricultura “no es capaz de valerse por sí misma”. Este proceso requiere aprender nuevas habilidades, como la transformación de alimentos o el desarrollo de estrategias de comunicación. En algunos casos, las granjas incluso han optado por adquirir animales exóticos para atraer a familias con niños. Chiara, una agricultora, describe que la diversificación comenzó antes de la Expo 2015, pero que la pandemia produjo un cambio más radical en la forma en que los habitantes urbanos milaneses “descubrieron la proximidad del campo”. Concluye diciendo que las granjas que no optaron por diversificar sus actividades han cerrado gradualmente su producción y ahora arriendan sus tierras a otros productores.

 

Idealización y simplificación del rural

La percepción definida por Pahl (1966) como como “village–in–the–mind” y Halfacree (1994) como “rural idyll” resalta la forma idílica y simplista de entender lo rural por el habitante urbano. La palabra borgo se utiliza para describir pequeños asentamientos rurales, asociados con la producción agrícola, la arquitectura tradicional y el patrimonio cultural. Hoy es utilizada por nuevos proyectos inmobiliarios privados con la intención de evocar una dimensión comunitaria, acogedora y rural, que es visible en sus estrategias de comunicación con palabras como cohousing, lifestyle, e incluso “mágico y oculto”. Pero la realidad es que estos proyectos especulativos tienden a ser segregativos y elitistas, y buscan implantarse de forma aislada dentro del parque, explotando su imagen rural.

Cascina es la palabra utilizada para referirse a la casa o estructura destinada para apoyar las actividades agrícolas. Cada vez es más evidente que esta ya no requiere una actividad agrícola para existir, mientras que la actividad agrícola todavía requiere de la cascina, no solo para apoyar la producción, sino por su simbolismo y como activo para la multifuncionalidad.

Aunque la cascina cumple una amplia variedad de funciones, existe una forma emergente que ha aparecido silenciosamente durante las visitas y se refiere a espacios utilizados como albergue de transición para ancianos, migrantes, tóxico–dependientes o personas socialmente vulnerables que requieren asistencia y donde el parque se convierte en el ambiente apto para los fines de cada institución, en forma de protección e incluso marginalización o contención. A raíz de la invasión rusa de Ucrania se han activado nuevas estructuras para acoger a las familias, en algunos casos exclusivamente mujeres y niños.

Si bien estos procesos son presentados de forma temática, son relaciones entrelazadas que reafirman modelos estandarizados y escalables que conforman conjuntamente una gran infraestructura ecológica, productiva y de ocio enfocada en satisfacer una perspectiva y los intereses urbanos, y donde lo rural se reduce a un espacio de producción y de extracción de servicios.

 

Conclusiones

Tanto en el caso en el pullés como en el lombardo se afirma una ruralidad de plataforma estandarizada, con diferentes materiales y objetivos, capaz de extenderse, hecha de espacios y materiales estándar, replicables. Casi una producción “fuera del suelo”. Lo que caracteriza a este modelo es su escalabilidad. Pero, si recordamos el ejemplo de la plantación, este principio de producción tiene su propio costo: una lógica escalable requiere que quienes trabajan se vuelvan amnésicos, anónimos, que su presencia no produzca fricción.

Insistimos en considerar lo rural como el principal lugar subordinado de Occidente, como un espacio en el que los principales procesos de transformación espacial, económica y ecológica se dan de la forma más violenta. Por lo tanto, es necesario tener una imaginación abierta, no osificada, respecto de lo rural. Las palabras clave de diseño son entonces términos como divergencia, opacidad, fragmento, fuera, destrucción, fracaso. Cada uno de estos términos se entienden en términos de diseño, como elementos de un nuevo proyecto rural centrado en la cuestión de la relación.

Se alude a un pensamiento de diseño antagónico a cualquier solución patrimonializadora, identitaria, estetizante o biotecnológica, vinculada a enfoques ya caducados. Pensando en lo rural, necesitamos otras historias, porque, retomando una intuición de Bruno Latour, siempre tenemos a nuestra disposición herramientas críticas para comprender la realidad que se remonta a una guerra anterior, nunca alineada con la guerra actual.

 

Referencias

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[1].   Más conocido por sus conceptos de antillanité (1981) y de créolisation (1990), ambos centrados en la hibridación cultural del Caribe, Glissant ha tenido un gran impacto en las discusiones teóricas sobre la globalización. En su libro Poétique de la Relation, Glissant desarrolla una visión de un mundo transcultural determinado por movimientos transversales y realidades heterogéneas que en conjunto conforman un “caos–mundo” (chaos–monde) de relaciones imprevistas y asistemáticas. En particular, lo que él llama “derecho a la opacidad” (le droit à l’opacité) constituye una parte importante de su “Poética de la relación”. Para Glissant, el derecho a la opacidad es una reivindicación ética y política. Por lo tanto, se entiende como una forma de resistencia contra la dominación. Glissant cuestiona la episteme racional de la Ilustración y su suposición de verdades universales, poniendo en duda el significado etimológico de “comprensión” como acto de apropiación. La opacidad, en cambio, ofrece una visión del mundo desjerarquizada, así como un discurso complementario a los enfoques universales o sistémicos de la globalización.

[2]Escalabilidad es un término técnico que establece una lógica de operación que se puede mantener a cualquier escala y en cualquier contexto.

[3].    Por ejemplo, el distrito DAM —Distretto Agricolo Milanese— es uno de ellos y consiste en un acuerdo entre 31 granjas y colectivamente 2,000 hectáreas de producción agrícola (Quaglia & Geissler, 2017).

[4].    Del de mayo al 31 de octubre de 2015, Milán fue sede de la Exposición Internacional – Expo 2015 cuyo tema central fue “Alimentar el planeta, energía para la vida”.

[5].    Protocolo lanzado durante la Expo 2015, liderado por Milán, cuenta con la adhesión de más de 200 ciudades y busca abordar a escala de las ciudades cuestiones relacionadas con la alimentación.

Ruralidad y resistencia en la construcción de territorio(s) de periferia. El caso de las comunidades locales de Tumaco, Colombia, en la postpandemia

Natalie Rodríguez Echeverry
David Burbano González

 

Resumen

El capítulo analiza cambios y transformaciones que han sufrido parte de las periferias urbanas y rurales del municipio de Tumaco en Colombia a partir de la pandemia.
Desde una perspectiva dirigida hacia el fortalecimiento de las economías locales y sus impactos territoriales, la investigación se centra en los estudios de caso de comunidades vulnerables que por sus propios medios han logrado enfrentar la crisis sanitaria de la pandemia mediante estrategias de organización autónoma, fundamentada en sus conocimientos y tradiciones locales a partir de mecanismos de autoorganización de actividades productivas locales directamente vinculadas al aprovechamiento de los recursos naturales que su entorno les ofrece. En ese sentido, organizaciones de pescadores, cooperativas de productores de cacao y asociaciones de recolectoras de concha demuestran entendimientos y construcciones del territorio como estrategias resilientes a crisis —en este caso sanitarias— propias de un contexto cultural y social que históricamente ha sido afectado por múltiples situaciones de conflictos no solo sanitarios sino también sociales, económicos.

Palabras clave:  Pacífico colombiano, resistencia, saberes ancestrales.

 

Abstract

This chapter analyzes changes and transformations that some of the urban and rural areas on the outskirts of the municipality of Tumaco, Colombia, have undergone as a result of the pandemic.
As a contribution to the strengthening of local economies and their territorial impacts, the research focuses on case studies of vulnerable communities that have dealt successfully with the health crisis, using their own resources by way of autonomous organization strategies grounded in their local knowledge and traditions, and applying mechanisms for organizing their own local productive activities that exploit the natural resources available in their region. In this sense, organizations of fishermen, cooperatives of cacao producers, and associations of shell gatherers deployed understanding and construction of their territory as a resilience strategy in the face of crises – in this case health crises. The strategy grew out of a cultural and social context that has historically been subjected to multiple situations of conflict, not only health–related but also social and economic.

Key words:  Colombian Pacific, resistance, ancestral knowledge.

 

Las comunidades locales del municipio de Tumaco en la costa nariñense del Pacífico colombiano históricamente se han caracterizado por elaborar estrategias de resistencia y resiliencia a diversas situaciones de conflicto y crisis. Si bien a escala nacional las crisis en torno a la salud tienen similitudes con las de otras latitudes en cuanto a la existencia[1] y presencia de enfermedades,[2] formas de manejo y maneras de respuesta,[3] su reflexión nos permite resaltar la emergencia de prácticas espaciales y territoriales, sociales y culturales particulares en el ámbito colombiano.

En este contexto, la línea histórica–cartográfica de las enfermedades en Colombia enfatiza zonas geográficas de concentración de enfermedades (conglomerados y centros urbanos), puntos de entrada y propagación (puertos, fronteras y ríos), así como diferenciaciones de áreas (urbanas y rurales, periféricas y centrales), donde las particularidades geográficas y ambientales de un país de cordilleras, selvas, mares y ríos particularizan respuestas y resiliencias físicas (arquitectónicas y urbanas), sociales (organizacionales y comunitarias) y culturales (saberes y conocimientos tradicionales). Sin embargo, no se pueden ignorar las particularidades históricas que se entrecruzan con la historia de la salud y las enfermedades señaladas por Sotomayor (1998), quien indica que está “determinada por los hechos sociales, políticos y económicos”, y que guarda relación con “transformaciones de los hábitats y las experiencias creativas que sufren los pueblos, y depende de las respuestas que los grupos humanos generan ante la realidad cotidiana de enfermar”, por lo que es preciso reflexionar en torno a fenómenos históricos como “la marginación política y económica, el racismo y la guerra” (p.73) así como el conflicto interno, que han sido decisivos en Colombia.

En la línea del escenario esbozado, y en el contexto de la reciente pandemia del covid–19,[4] la forma como las comunidades locales afrodescendientes que habitan territorios rurales de la zona sur del Pacífico han resistido y dado respuesta a la crisis se convierte en punto central del presente escrito. Así, a través de la reflexión de tres experiencias concretas de comunidades tumaqueñas de pescadores, cacaoteros(as) y concheras, se busca evidenciar los conocimientos tradicionales como ejes transversales que aportan y soportan respuestas ante la crisis de la pandemia. En este orden de ideas, la hipótesis que se plantea es que las comunidades locales entienden la pandemia como una crisis más a la cual han logrado responder mediante proyectos de mejora comunitaria y economías locales desde las posibilidades que sus territorios les ofrecen.

Bajo la anterior premisa, se muestra en el texto que, en territorios ubicados sobre las periferias rurales de Colombia, el contexto geográfico, natural y el propio aislamiento y distancia de los principales centros urbanos y de poder han condicionado las diferentes estrategias de respuesta que las comunidades generan; tácticas que se rastrean como antecedentes a la lectura de las crisis sanitarias presentes en la costa pacífica a lo largo de los últimos cien años. Y es que Tumaco, con una población negra, mulata y afrocolombiana[5] representada 80.14%, a lo que se suma tener 170,438 habitantes[6] en los centros rurales y dispersos; condiciones sociales y culturales únicas, así como condiciones de desconexión y aislamiento que particularizan las respuestas de autogestión, creación y reconocimiento local.

En este contexto, el territorio no ha sido ajeno a los embates de las enfermedades históricamente registradas, sobre todo las selváticas, y también fue afectado por la pandemia del covid–19;[7] se estima —según cifras del Instituto Nacional de Salud— que hubo 5,829 casos confirmados, 5,510 recuperados y 264 fallecidos, para una letalidad de 4.53% y 94.53% de recuperados en el municipio. Un territorio de periferia donde los saberes ancestrales y la resistencia se constituyen en conceptos transversales que se tejen para dar cuenta de las realidades de las comunidades de estudio, así como de las formas de resiliencia ante la postpandemia del covid–19.

El concepto de territorio se entiende como escenario complejo integral, físico y espacial, geográfico y ecológico, de interacciones económicas y sociales y multiescalares de fuertes interrelaciones y dependencia entre lo urbano y lo rural, espacio estratégico desde la sostenibilidad fuerte (Naredo, 1999). Desde la visión compleja del territorio y su sostenibilidad la meditación se centra no solamente en las actividades que en ella tienen lugar, sino también en aquellas otras de las que dependen, aunque opere en territorios alejados la constante relación centro–periferia (Margalef, 1996; Solow, 1998). Sobre este territorio, la periferia de lo urbano y la periferia de lo rural se convierten en espacio estratégico de intervención al ser el lugar de mayor vulnerabilidad a las crisis y el conflicto. Lugar estratégico de resistencia y resiliencia (Guhl, 2022).

En suma, el contexto físico y las formas de entender la pandemia por parte de las comunidades sirven como puntos de partida para dar cuenta del planteamiento y la base metodológica de la investigación, así como a la ruta de análisis de la resistencia desde los saberes locales. Posteriormente, se exponen los resultados de la indagación en las comunidades de concheras, pescadores y cacaoteras, para presentar finalmente como síntesis, en tono de respuesta, la resiliencia ante la crisis sanitaria en convivencia con otras crisis y realidades.

 

Metodología

Al entender la pandemia del covid–19 como una crisis sanitaria dentro del contexto rural colombiano, la relación entre una crisis de este tipo y el territorio se debe entender desde los diferentes planos de incidencia e impacto que históricamente han tenido los factores institucionales, económicos, sociales y culturales, y en la manera en como se han visto afectadas las comunidades. Para el caso particular del municipio de Tumaco, esta investigación realiza una aproximación para entender los efectos de la pandemia sobre su territorio desde la relación entre los permanentes conflictos, su particular contexto geográfico y natural y los niveles de incidencia que han tenido estos dos factores sobre la crisis sanitaria (véase la figura 2.2).

En ese sentido, las conformaciones espacio–territoriales que se estructuran a partir de cuatro ejes que históricamente han determinado los procesos de respuesta a las diferentes situaciones de crisis o conflictos que han vivido las poblaciones de este municipio, y, en general, de los territorios periféricos rurales de Colombia. En primera instancia el factor político institucional de gobierno en Colombia genera que las disposiciones gubernamentales y los poderes políticos sobre el territorio se establecen por un centro político sin la capacidad para controlar y ejecutar sus políticas públicas a lo largo de todo el territorio rural periférico aislado y fragmentado. En segundo término, el eje económico y social producto de la desarticulación entre centro y periferia marcado por las condiciones de pobreza y desigualdad social de la población, sumada a la discriminación de la población afrocolombiana, que han motivado la generación de estrategias de resistencia bajo el mecanismo de informalidad por parte de las comunidades. El tercer eje social y cultural se fundamenta en el grado de incidencia que los valores y las tradiciones ancestrales del lugar que permiten establecer mecanismos de resistencia a situaciones de crisis basados en creencias y tradiciones locales producto de procesos espontáneos propios de las periferias (González, 2014). Finalmente, el cuarto eje urbano territorial entendido desde la particular correlación entre lo urbano y lo rural —centro y periferia—, en donde las acciones locales rurales mantienen dependencias económicas y de servicios con los centros urbanos, basan sus estrategias de resistencia mediante principios de autoorganización colectiva desde bases rurales.

 

Procesos emergentes resilientes como base metodológica

Uno de los factores más destacados en los grados de incidencia que tuvo el covid–19 sobre los tumaqueños fue la capacidad de resiliencia mostrada por las comunidades estudiadas. Visto como un proceso emergente, los casos se enmarcan en un proceso de decisiones autónomas de una comunidad como respuesta a una crisis, y el inicio y desarrollo de un proceso de resistencia basado en decisiones locales comunitarias y el fortalecimiento de sus mecanismos propios de subsistencia económica, con incidencia e impacto sobre diferentes espacialidades y territorialidades.

La investigación se realiza mediante la sistematización de la información sobre proyectos o programas representativos de planificación del mejoramiento integral comunitario que permiten conocer diversos procesos emergentes resilientes ante conflictos. Los casos hacen referencia a procesos posteriores a situaciones que se generan desde diferentes niveles de “problemáticas”, cambios estructurales sociales y económicos. Todos ellos condicionados por circunstancias que, mediante la organización comunitaria, los procesos de economías locales y las cadenas productivas asociadas con la transformación de su entorno, permiten identificar principios comunes.

La determinación de estos principios aplicables a cada caso de estudio toma referencias metodológicas fundamentadas en procesos de desarrollo local, estrategias resilientes a problemáticas y procesos de organización comunitaria. La primera referencia metodológica es el reconocimiento de una situación emergente propia de una situación repentina o conflicto sobre la que se plantea un proceso que consta de cinco pasos: mitigación, preparación, respuesta, recuperación y adaptación (Turner & Singer, 2014). La segunda referencia reconoce el principio resiliente de la “participación y la asociación” propuesto por Biggs, Schlüter y Schoon (2015). La tercera referencia retoma el abordaje propuesto por “JSSA Kanto–Chubu” (Yasuhiro et al., 2012, p. 352), basado en la selección de principios asociados a la cultura natural y globalización, la localización y la regionalización identificadas mediante la relación en interdependencia entre lo urbano y lo rural (véase la figura 2.3).

El conjunto de estos referentes se organiza a partir de la identificación de una estructura común y comparable dentro de las cadenas productivas encontradas en cada caso estudiado y sus connotaciones espaciales y territoriales. En ese sentido, ante las diferentes variables identificadas en cada proceso, se reconoce como criterio común comparable una estructura que reconozca la particularidad de cada caso de estudio como un sistema emergente. Por esa razón se ordena la información mediante un diagrama que organiza un proceso emergente de “entrada” establecido bajo la pauta del reconocimiento de una problemática, crisis o conflicto, y el posterior inicio de un proceso de acción organizativa comunitaria, el desarrollo de la cadena productiva y, finalmente, una “salida” evidenciada sobre un lugar o espacio físico estratégico.

 

Resistencia y saberes locales: ruta de análisis

Por su parte, la ruta de análisis que se construye para la indagación de las resistencias y saberes locales en el marco de la crisis de la salud derivada del covid–19, en el caso de las tres comunidades de estudio, concheras, pescadores y cacaoteros, parte de reconocerlas desde la identificación de la territorialidad multiescalar y los procesos resilientes, así como de los saberes locales y las tradiciones ancestrales. Así, se reflexiona sobre el territorio y los procesos en el marco de las crisis y los conflictos que le subyacen y atraviesan en el tiempo y en el espacio, entendiéndolos como realidad(es) a la que han estado sometidos históricamente y sobre los cuales emergen formas de firmeza y resiliencia. En cuanto a los saberes y tradiciones locales, estos se piensan en el marco de sistemas de interacción de procesos económicos y medioambientales, de ecosistemas abiertos y sistemas culturales y patrimoniales, esto es, como entendimientos tradicionales que atraviesan algunas de las respuestas y estrategias resilientes de las comunidades (véase la figura 2.4).

Resultados

Conchando y resistiendo: entendimientos y construcciones locales–comunitarias

Desde la condición de pobreza, desigualdad y discriminación (eje económico y social) la experiencia de las concheras se enmarca como un proceso emergente y resiliente generado por una estrategia de organización comunitaria desde una correlación espacial entre centro y periferia.

Sobre las zonas costeras y manglares de la bahía de Tumaco las comunidades concheras realizan actividades de recolección de la piangua, manteniendo sus prácticas ancestrales. Las experiencias en su oficio permiten desarrollar esta actividad económica como medio de subsistencia y resistencia ante las diferentes situaciones de crisis o conflicto. En el caso de la actual crisis de la salud, que pervive con situaciones de violencia y orden público, entre otras, se resalta cómo en lo referente a la interacción de procesos económicos y el medio ambiente, las comunidades concheras construyen adaptaciones económicas y sociales, innovan formas asociativas y promueven nuevos ciclos de producción natural de especies que repercuten en la recuperación del manglar y las formas de vida animal, considerándose que en esas circunstancias el “territorio se oxigena y respira” dada la disminución de la acción antrópica.

Ahora, en lo concerniente a los ecosistemas abiertos, ante la crisis se reinventan formas de intercambio y producción de elementos derivados, se generan flujos estructurantes en y desde el territorio vinculados al entorno y los principales centros poblados (Tumaco, Ecuador) desde un ámbito de regionalización, y se genera interacción de actividades económicas de las comunidades con el medio ambiente (recursos, plantas medicinales, nuevos productos a partir del entorno). En cuanto al sistema patrimonial, se resalta cómo ante la crisis de la pandemia las comunidades identifican un fortalecimiento de prácticas ancestrales toda vez que se potencializan en los encuentros y se reinventan y adaptan a las nuevas necesidades, involucrando nuevas soluciones asociadas a remedios preventivos y curativos frente a la enfermedad y sus dinámicas. En síntesis, desde la comunidad se expresa que ante esta nueva crisis se potencializa lo aprendido, construido y transmitido por los sabedores, convirtiéndose en una oportunidad de reinvención y fortalecimiento de lo local (véase la figura 2.5).

 

Pescando y resistiendo: entendimientos y reconfiguraciones ambientales

Desde la correlación entre un eje socio–cultural y la territorialidad entre lo urbano y lo rural, la práctica histórica de la pesca artesanal de atarraya y espinel en la zona costera de Tumaco no ha sido ajena a los embates del covid–19. Si bien las faenas a mar abierto se restringen por el confinamiento derivado de la pandemia, la interacción de procesos económicos y medioambientales registran formas de adaptación en las economías y dinámicas sociales toda vez que los grupos humanos que la practican reducen su número y periodicidad; así emergen formas de autoabastecimiento individual y comunitario e innovaciones asociativas propias de procesos emergentes resilientes.

Igualmente, se detectan prácticas de reinvención vinculadas a la inspección de nuevos lugares y ritmos de trabajo que derivan en territorializaciones, y a la emergencia de nuevos ciclos de producción natural de especies y formas marinas; oxigenación del medio natural que se entrecruzan con las detectadas por las comunidades concheras y que evidencia la detección de formas locales de recuperación del medio natural. En este orden de ideas, y en lo que respecta a los ecosistemas abiertos, la pesca artesanal evidencia cambios en las cadenas productivas dado el aumento asociado a la recuperación de especies, vinculados a la reinvención y el intercambio de medios, toda vez que se abre espacio a la formación de otras organizaciones locales y, con estas, a la emergencia de formas locales que ponen en tensión las existentes y dan espacio a la reinvención de localidades y la exploración de nuevos mercados. En suma, se reafirma la actividad pesquera artesanal en tono de actividad económica resiliente, asistiéndose a su vez a la valoración de la práctica y del saber asociado a la acción económica (véase la figura 2.6).

 

Saberes y tradiciones en torno al cultivo y procesamiento del cacao

Desde esquemas de asociaciones comunitarias el desarrollo de economías locales en torno al cultivo y procesamiento del cacao en las zonas rurales de Tumaco ha permitido consolidar las experiencias que de generación en generación se han transmitido en el entorno familiar de la población campesina cultivadora, enmarcándose en un eje socio–cultural.

Bajo un contexto histórico condicionado por los conflictos propios del narcotráfico y el auge de cultivos ilícitos, los tradicionales cultivadores de cacao se han organizado en diversas asociaciones con la intención de fomentar y desarrollar tanto el cultivo como la mejora de las prácticas de procesado y comercialización como estrategia emergente de restitución que permita ofrecer diferentes alternativas económicas. En ese sentido, el camino avanzado en estos procesos permitió desde el año 2020 fortalecer estas alternativas económicas locales ante la llegada de las restricciones de movilidad por la pandemia, que, finalmente, llevó a un reconocimiento de los procesos tradicionales. También es necesario señalar, en relación con la interacción de las economías locales y el medio ambiente, lo que atañe al descanso y oxigenación de la tierra anteriormente indicado, y que desde la práctica cacaotera particulariza el retorno de especies naturales dadas por desaparecidas o en proceso de extinción.

En cuanto a los ecosistemas abiertos, se acentúa la valoración de buenas prácticas de limpieza, higiene, tratamiento de residuos y generación de nuevas formas espaciales; la innovación y generación de territorios y reconfiguraciones rurales, verificación de procesos al interior de las cadenas productivas y la suma de experiencias de valoración y calidad de productos. Por su parte, en lo que respecta al sistema patrimonial–cultural, y en concordancia con los otros casos de estudio, la entereza ante el olvido de tradiciones ancestrales y los entendimientos locales se convierten en elemento de resistencia que aporta elementos de resiliencia desde lo local (véase la figura 2.7).

 

Conclusiones

Las formas y estrategias resilientes analizadas se pueden agrupar desde la interacción de procesos económicos y el medio ambiente entendida como procesos ecosistémicos abiertos fundamentados en el valor que adquieren los sistemas culturales patrimoniales como principal estrategia (véase la figura 2.8).

Asimismo, desde el análisis de los principales cambios y transformaciones que se han sufrido en el municipio de Tumaco a partir de la pandemia, los casos estudiados se ubican desde las conformaciones espacio–territoriales que se estructuran a partir de los cuatro ejes que históricamente han determinado los procesos de respuesta de las poblaciones vulnerables ante las diferentes situaciones de crisis o conflictos que han vivido determinados, principalmente, bajo la interacción de los procesos económicos y el medio ambiente y que, además, dan cuenta de que, de manera espontánea, las comunidades logran adaptarse a las nuevas realidades mediante la generación de nuevas formas asociativas que permiten aprovechar los recursos que su entorno natural les ofrece.

En particular, se evidencia que en las zonas de pesca y los manglares la baja actividad humana permite a los ecosistemas ofrecer nuevos ciclos de producción y recuperación de formas de vida animal y de las estructuras vegetales; nuevas interacciones que permiten fortalecer las cadenas productivas locales, así como los procesos de sustitución de cultivos ilícitos por actividades propias del territorio.

Como parte de los procesos de recuperación, las experiencias identificadas fortalecen las prácticas ancestrales y la reinvención y adaptación de saberes relacionados con el uso de recursos del entorno natural para responder a nuevas necesidades. Asimismo, se evidencian acciones de valoración de prácticas de saberes asociados a las actividades económicas, lo que fortalece los procesos de resistencia ante el olvido de las tradiciones ancestrales y los entendimientos locales.

Ahora, para los territorios y las comunidades locales esta ha sido una crisis más que permite evidenciar los procesos de resistencia local como mecanismos fundamentales y estratégicos con arraigo histórico en las comunidades rurales de Tumaco. Las comunidades han resistido activa y permanentemente a las crisis mediante estrategias locales, dada la permanente situación de crisis que ha vivido el territorio durante los últimos años.

En el caso particular de esta crisis sanitaria, los médicos, curanderos y sabedores han estado activos de manera regular a esta y a otras crisis, lo que les ha permitido diagnosticar diversas enfermedades y dar respuesta desde su propia experiencia y conocimiento obtenidos.

Finalmente, desde una visión territorial, las mayores diferencias existen entre lo urbano y lo rural al encontrarse mayores índices de casos y propagación de las enfermedades. Si bien el área urbana del municipio cuenta con mayores recursos económicos para el control de la enfermedad, en el ámbito rural los principales recursos de control de esta se basan en conocimientos y tradiciones ancestrales, como, por ejemplo, el uso de plantas medicinales o mecanismos de resistencia y aislamiento espontáneos propios de un entorno rural mejor ventilado.

 

Referencias

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[1].     Una radiografía de la historia de la salud en Colombia muestra la presencia de enfermedades desde épocas tempranas (prehispánica) como sífilis, carate, toxoplasmosis, tuberculosis, mal de Chagas, leishmaniasis y mucocutánea, otras en la colonia como gripe, viruela, fiebres tercianas y cuartanas, paludismo, necator americanus, lepra, gripe, viruela y sarampión (Sotomayor; 1998), malaria y fiebre amarilla (Álvarez & Botero; 2021), y también en el tiempo, como tifo, escorbuto, sarampión (Sotomayor; 1998), vómito negro (Hernández–Galvis et al., 2018), cólera (Serpa, 1992) y viruela (Gutiérrez, 2007), entre otras.

[2].    Tanto en Colombia como en otros lugares del mundo se destaca la presencia de enfermedades como la gripe española en 1918 (Rausch, 2021), la fiebre amarilla a mediados del siglo XVII (Hernández–Galvis et al., 2018), la “supuesta” presencia de la peste para la primera década del siglo XX (Valderrama, 2001) y la viruela registrada desde tempranas épocas como la de la Nueva Granada (Gutiérrez, 2007), entre otras.

[3].    Se resaltan aquellas relacionadas con las ciudades como la promulgación de las Leyes de Indias, donde se estipulaba la creación de hospitales para pobres y enfermos y las casas de huérfanos (Muriel, 2017), así como medidas sanitarias en torno a la ubicación de colegios, universidades, hospitales, creación de ambulancias médicas y juntas de vecinos, barrios y zonificaciones, paseos, entre otros.

[4].    Según la Organización Mundial de la Salud, el covid–19 corresponde al acrónimo “coronavirus disease”.

[5].    Terridata DNP. En Proyecto de Acuerdo Municipal Plan de Desarrollo Municipal 2020–2023.

[6].    Censo DANE 2018. En Proyecto de Acuerdo Municipal Plan de Desarrollo Municipal 2020–2023.

[7].    A escala nacional, para agosto de 2022 se confirman 6’265,798 casos, 19,163 casos activos y 6’079,628 recuperados.

La pandemia por covid–19, un fenómeno para la reconfiguración territorial. El caso del área metropolitana de Guadalajara

Pablo Vázquez Piombo
Mónica Solórzano Gil

 

Resumen

En México se han presentado de forma sistemática enfermedades, padecimientos y epidemias que han afectado a su población, que se han manifestado como agentes de cambio y que en diversos eventos indujeron la reconfiguración de la ciudad y determinaron cómo esta interactúa con su territorio. Estas reformas se exteriorizan principalmente a partir de la necesidad de atender y cambiar las condiciones que han fomentado la insalubridad urbana. Bajo este argumento, se presentan condiciones únicas y escenarios propicios para la reconfiguración territorial y, en segundo término, el impulso para cambiar las conductas de la sociedad y su interacción con la ciudad.
La relación entre estos dos fenómenos se plantea como tema de reflexión en este capítulo. Desde una perspectiva crítica general se analizarán algunas de las estrategias que, en retrospectiva, facilitaron ajustes en distintos momentos, y su futura huella o impacto sobre la estructura urbana de la ciudad y su territorio. En 2019 la aparición del covid–19 produjo grandes efectos económicos y sociales que se empiezan a manifestar como cambios hacia una nueva reconfiguración territorial, lo que sin duda modificará la relación de la comunidad con su ciudad. Con este enfoque se analizará de forma general y desde una óptica urbana el área metropolitana de Guadalajara, la cual no quedó alejada del problema, ya que sus múltiples vías de comunicación y accesos posibilitaron contagios masivos entre sus habitantes y, en consideración a la gran densidad poblacional que la aqueja, lo que acentuó el problema en torno a la adversidad y la resiliencia resultante en el presente.

Palabras clave: territorio, pandemia, reconfiguración territorial.

 

Abstract

Mexico has witnessed the systematic appearance of illnesses, diseases and epidemics that have affected its population and even served as agents of change, insofar as on several occasions they have led to the reconfiguration of the city and determined how it interacts with its territory. These reforms responded primarily to the need to deal with and change the conditions that put urban health at risk. In this sense, these events presented unique conditions and favorable settings for reconfiguring the territory, while also inciting changes in society’s behaviors and its interaction with the city.
The relation between these two phenomena is proposed as a topic of reflection in this chapter. From a general critical perspective, an analysis will be made of the some of the strategies that in hindsight facilitated adjustments at different moments and left their mark or impact on the urban structure of the city and its territory. In 2019 the covid–19 pandemic produced tremendous economic and social effects that begin to take shape as changes leading to a new territorial configuration, which will undoubtedly modify the community’s relation to its city. With this approach we make a general and a specifically urban analysis of the Guadalajara Metropolitan Area, which was in no way immune to the problem since its multiple transportation connections and access routes spread the disease among its inhabitants, accentuating the problem at the time and resulting in what resilience the city has today.

Key words: territory, pandemic, territorial reconfiguration.

 

La enfermedad por coronavirus (covid–19) nos ha puesto ante una nueva e importante crisis sanitaria sin precedente. Se han presentado diversos cambios a escala global y la mayoría de ellos han sido provocados por decisiones y reacciones políticas que ocasionaron incertidumbre e inestabilidad. Ante lo desconocido de la enfermedad, sus impactos a la salud y la rapidez en su propagación del virus la han convertido en poco tiempo en una pandemia.[1]

La reacción de los primeros países por intentar controlar la pandemia puso el ejemplo y la alerta en otros lugares, por lo que la estrategia de atención y contención se vieron reflejadas en decisiones políticas influidas principalmente por las prioridades económicas y características sociales de cada región. El comportamiento radical y agresivo del covid–19, bajo sus múltiples mutaciones, obligó a aplicar diversas estrategias de confinamiento en breves periodos (Organización Mundial de la Salud, 2020). La evidencia científica general arrojada por los contagios, la actividad y los avances en la medicina provocó constantes ajustes a la conducta humana, desde lo individual, el núcleo familiar y hasta lo colectivo. Cabe mencionar que el embate a la crisis sanitaria se ha caracterizado de una manera diversa, ya que han entrado nuevos actores propios de este siglo, como la migración a las ciudades y la consolidación de las redes globales de comunicación.

Algunos supuestos iniciales sobre el origen y la causa de las enfermedades apunta a que las crisis sanitarias en las zonas urbanas son producto en la mayoría de los casos de la insalubridad. Se deduce que las ciudades viven las pandemias a partir de la incertidumbre al contagio y sus consecuencias,[2] por lo que la detección, atención y tratamiento al problema han tenido aproximaciones empíricas y que en la mayoría de los casos implican decisiones erráticas y traumáticas en el pasado. La experiencia y los avances en la ciencia han disminuido el impacto de las crisis sanitarias, y conforme se avanza en la instrumentación tecnológica, como la vacunación y los cercos sanitarios, y las mejoras urbanas, se ha podido tener un control temporal que ha hecho posible la vida en las ciudades.

Bajo esta perspectiva, algunas de las decisiones políticas y económicas durante la crisis por covid–19 han motivado ajustes en la interacción social sobre el espacio urbano, la dinámica en torno a la movilidad y la comunicación urbana, con el propósito de mejorar condiciones y frenar a la pandemia. Esto ha dejado abierta la posibilidad de desarrollar políticas para mejorar aún más estas condiciones de vida, en el entendido de que las medidas para controlar la propagación de la pandemia seguirán presentes por más tiempo, como el distanciamiento social y algunas acciones higienistas de carácter urbano. A partir de este contexto nos preguntamos: ¿qué consecuencias tendrá esta pandemia en la reconfiguración futura de la ciudad? Y si suponemos que el cambio en la actividad humana provocado por la pandemia es un hecho, ¿cuáles serán los retos urbanos que se enfrentarán y de qué manera se atenderán? Ya que el área metropolitana de Guadalajara proyecta un escenario complejo con sus 5’179,874 habitantes,[3] una densidad promedio de 2,145 habitantes por km2,[4] estima un crecimiento poblacional de 1.9% para el periodo 2020–2025 (Imeplan, 2015, p. 83).

La reciente experiencia vivida durante las etapas del confinamiento social ha provocado un cambio en la conducta de la población en las zonas urbanas. Podemos especular que este control temporal tendrá un impacto permanente en la puesta en marcha de estrategias que nos guiarán hacia la sustentabilidad, con el propósito de mejorar las condiciones de salud de la población y la interacción con el medio ambiente. Sin embargo, estas suposiciones son prematuras y aún está por asimilarse si el cambio efectivamente será a favor del mejoramiento en la calidad de vida de sus habitantes y, por lo tanto, una posible reconfiguración de la ciudad.

A partir de nuestras especulaciones, se presenta la necesidad de desarrollar una aproximación inicial para el reconocimiento de las actividades y acciones en torno a la reconfiguración territorial que apunten hacia una ciudad con características resilientes en esta etapa de postpandemia. Consideramos que la exploración del fenómeno y efecto sobre la aglomeración urbana se puede atender a partir de la observación y de la experiencia personal, lo que supone la detección de las etapas y consecuencias vertidas sobre el cambio en la conducta de la sociedad.

Cabe mencionar que esta es una construcción metodológica desde la individualidad, a partir de la experiencia y de carácter subjetivo, que se construye desde una aproximación holística del territorio, donde las percepciones y argumentos son influidos por los intereses y los deseos sobre una mejor ciudad. Finalmente, se persigue la formación de una conciencia social a favor de la sustentabilidad urbana, a la que se ha apostado fuertemente desde la Agenda 2030 en los objetivos y metas de desarrollo sostenible, y particularmente en el objetivo 11, que apuesta por lograr ciudades y comunidades sostenibles (ONU, 2015). En un primer paso para su atención, enunciaremos a la pandemia y los efectos que ha tenido en la sociedad mexicana en distintos momentos de su historia y, posteriormente, a partir de la aparición del covid–19.

 

La pandemia y su impacto social

Con el arribo de los españoles se presentó un alto índice de mortalidad, principalmente por epidemias, lo que se agravó por las diversas guerras y la explotación laboral. Los primeros censos de población reflejan que alrededor de 1519 existía una población aproximada de 11 millones de habitantes (Borah et al., 1962); para 1600 se reduciría a una décima parte de la población existente al momento de la presencia española en el México central.[5] Esta mortalidad se presentó en mayor medida por la introducción de la viruela; a partir de 1531 el sarampión trajo una gran mortalidad, aunque menor que la viruela, y estuvieron presentes entre la población durante largos periodos. Estas epidemias fueron parcialmente controladas a partir de la inmunidad de grupo, ya que la congregación en pueblos y comunidades era necesaria, donde la población viviría en la llamada y anhelada policía, por lo que la experiencia de La Española comenzaba a manifestarse en la Nueva España.

[…] ya que se tenía la necesidad de que los indios estuvieran congregados y no vivieran bajo la lógica urbana mesoamericana, tendiente a la dispersión (derramados, era el término más empleado por los españoles) facilitaría su conversión al cristianismo, transformaría sus costumbres, les proporcionaría los medios para subsistir, trabajarían, no caerían en borracheras, los jóvenes podrían educarse, los frailes podrían enviar como líderes a los jóvenes educados en los monasterios, los ancianos recuperarían su rol como cabezas de la comunidad, evitaría que los indios pudieran recaer en la idolatría, vivirían en orden y bajo la supervisión de algunos frailes (Cerda, 2021, p. 527).

El tifo surgió en 1813 y su propagación se agravó por el movimiento de Independencia, ya que el control sanitario disminuyó. El cólera apareció en 1883, la fiebre amarilla en 1893 y la peste negra en 1902. Ante esto hubo disposiciones legales respecto a las medidas sanitarias domésticas y acciones de salubridad para fumigar por el mosquito portador de la fiebre amarilla. Varias de estas medidas sanitarias se soportaban desde el autoritarismo, y un claro ejemplo de las medidas sanitarias fue el caso de la peste negra —originada por ratas— en Mazatlán en 1902–1903, donde la autoridad quemaba viviendas y se llevaban a los enfermos a recintos sanitarios conocidos como lazaretos. Los presos eran quienes recogían a los fallecidos por la peste sin las mínimas medidas de higiene, por lo que la enfermedad se propagaba con facilidad. En el país existía insuficiencia hospitalaria y las medidas higiénicas eran escasas, por lo que era necesario incorporar nuevas medidas para mejorar la calidad de vida de las poblaciones.

Al comenzar el gobierno de Porfirio Díaz, y a pesar del aumento de la población, las estadísticas aún tenían un índice de mortalidad muy elevado. Según un estudio del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en Guanajuato fallecían 572 niños de cada 1,000 antes de cumplir un año; en Querétaro, 677, y en Puebla, 491. La esperanza de vida en 1870 era de 25 años, y para 1910 era de 30. México tenía un índice de esperanza de vida de 5 o 10 años menos que España y ciudades como Londres y París. Como reflejo de lo anterior, se inició la construcción de equipamiento para la atención hospitalaria, al igual que diversas obras de carácter urbano para el saneamiento del espacio público (véase la figura 1.1).

En la Conferencia Sanitaria Internacional de las Repúblicas Americanas en 1907 se determinó el inicio de los trabajos de urbanización para la limpieza de las ciudades, se propusieron desagües, sistema de alcantarillado y entubamiento de ríos, y se instauraron diversas medidas poco sustentables para eliminar el virus que aquejaba a las ciudades (República, 1907). Estas condiciones también se vieron reflejadas en las ciudades a partir de la creación de espacios abiertos, como parques y avenidas con amplias secciones (véase la figura 1.2) y nuevos fraccionamientos con servidumbre y amplios camellones y banquetas (véase la figura 1.3).

La presencia de las pandemias en ciudades del país en diversas ocasiones propició la migración al medio rural, tal es el ejemplo de la peste negra en el puerto de Mazatlán. La ciudad contaba con una población de 17,857 habitantes, de los cuales 10,000 salieron en un breve periodo para residir en pueblos de la periferia. Este fenómeno migratorio no se vio reflejado en las partes centrales de la república, donde la influenza española, que dejó más de 50,000 muertos a partir de su aparición en 1918, solamente se controló con la exitosa campaña de vacunación emprendida al final de la Revolución mexicana.

Después del periodo revolucionario se presentaron diversas epidemias, entre las que destaca el paludismo, la poliomielitis y la influenza porcina a principios del siglo XXI. La gripe porcina o H1N1 apareció en la primavera de 2009 y en agosto de 2010 la OMS declaró el fin de la pandemia.[6] Esta gripe tuvo un gran impacto social y representó un ajuste en la conducta de higiene, en la que se presentó una etapa corta de confinamiento que fue provocado por la exitosa campaña de vacunación efectuada en el país.

En 2019 se detecta por primera vez el SARS–CoV–2 en China,[7] por lo que la OMS hizo la declaratoria de emergencia en la salud pública el 30 de enero de 2020. El primer caso de covid–19 en México se detectó el 27 de febrero de 2020,[8] y desde entonces se han presentado cinco olas[9] o picos epidémicos, en los que en ningún momento se redujo el contagio, al igual que las cifras de muertes, por lo que la incertidumbre en la población ha estado presente.

Esta pandemia se vivió con intensidad y experimentó sus efectos principalmente en las grandes ciudades. El caso del área metropolitana de Guadalajara ha resultado complejo de comprender y atender, ya que el crecimiento exponencial que ha sufrido la ciudad en los últimos 120 años en el valle de Atemajac (véase la figura 1.4) revela características físicas y demográficas diversas. Esto ha complicado la instrumentación de una estrategia efectiva para aminorar los efectos de la pandemia, por lo que la discrepancia y la desinformación han permeado en la población. Para entender este fenómeno a continuación se expone, desde la experiencia, el fenómeno vivido.

 

La discrepancia y la desinformación

La primera ola por la presencia del covid–19 en México se presentó en la segunda semana de marzo de 2019. Se atendió a partir del programa gubernamental denominado “Quédate en casa”, cuando se registraban síntomas leves, por lo que se solicitó a la población permanecer en sus domicilios, pues según pronósticos la situación se solucionaría en 15 días. Cabe mencionar que el gobierno no consideró los cuantiosos casos de diabetes, obesidad e hipertensión en la sociedad, por lo que se presentaron numerosos casos de muerte en casa o en trayectos, ya que los hospitales no estaban capacitados para atender a tal cantidad de enfermos.

Debido al creciente número de enfermos se abrieron centros de atención. En Guadalajara se utilizaron hospitales privados y públicos, lo cual fue insuficiente. No se explicó cómo atender el problema de temperatura corporal y de oxigenación en la sangre, y se insistió en la utilización del esquema de vigilancia centinela como método para recopilar datos epidemiológicos de manera sistemática y rutinaria en un número limitado de puntos.[10] Se enfatizó en la inutilidad de hacer pruebas masivas, al igual que el uso de mascarilla,[11] ya que daba una falsa sensación de seguridad, a diferencia de lo que se exigía en otros lugares del mundo.[12] El gobierno de Jalisco se opuso e insistió en poner en marcha otras medidas, lo que provocó un creciente conflicto con el gobierno federal, ya que no era recomendable parar la economía, pues hay una gran informalidad en el comercio, pero las medidas del gobierno resultaron constantemente contradictorias (Secretaría de Salud, 2020). En la segunda y tercera semana de febrero la situación se empezó a complicar a escala mundial.

La segunda ola se presentó entre diciembre de 2020 y enero de 2021. Las autoridades federales se tardaron en poner el semáforo en rojo, por lo que la sociedad se confió y decidió festejar las posadas y la Navidad en familia. En enero se presentó un nuevo problema ante la falta de oxígeno, la gente hizo filas para recargar y comprar tanques, los decesos escalaron considerablemente y los cuerpos tenían que ser incinerados; se enterraban envueltos en plástico.

La vacunación se inició el 24 de diciembre de 2020; tuvo un inicio lento y poco planeado,[13] ya que el gobierno federal no compró las vacunas a tiempo y decidió cambiar el sistema de vacunación que había prevalecido en gobiernos anteriores. Hubo diversas negociaciones con laboratorios, la iniciativa privada quiso participar poniéndose en contacto con el laboratorio Astra Zeneca. Las negociaciones no avanzaron, finalmente el gobierno firmó un convenio con Pfizer para el suministro de vacunas. Al no ajustar el número adquirido para inocular a la población, el gobierno federal decidió comprar vacunas Sputnik, Cansino, Sinovak, Mecanismo Covax y Govi, Abdalá y del Instituto Serum de la India. En medio de esta crisis se corrieron rumores, que aún no han sido desmentidos, sobre el extravío de 20 millones de vacunas.

La tercera ola se presentó entre marzo y abril de 2021, con 2.9% de la población mexicana vacunada (Our World in Data, s/f) al menos con una dosis. El número de vacunados se incrementó paulatinamente y también gran parte de la población hizo “turismo de vacuna” en Estados Unidos. En este periodo se presentó un fenómeno de rechazo ante la aparición de un movimiento antivacunas, lo que ralentizó la inoculación. La capacidad hospitalaria se vio de nueva cuenta rebasada, los hospitales privados tenían un número limitado de camas y los hospitales públicos se saturaron. Esta ola resultó en un completo desastre por la manera como el gobierno atendió la enfermedad; se detectaron muertes no contabilizadas con una disparidad de 200,000 personas entre datos de la Secretaría de Salud y el Registro Civil, por lo que la inconsistencia de datos por parte del gobierno federal fue una constante; el discurso fue aplastante y la verdad oficial se impuso. El ejército siguió como el encargado de inocular a la población y el 9 de junio de 2021 se había vacunado a 25 millones de mexicanos, correspondiente a 19% de la población (Our World in Data, s/f) al menos con una dosis. Las vacunas empezaron a hacer su función y favorecieron el descenso de la mortandad.

A partir de la cuarta ola, presentada en febrero de 2022, se instrumentó el semáforo por localidad. De acuerdo con el Diario Oficial de la Federación se determinó una serie de acuerdos al artículo 4 de la Constitución política; estos acuerdos eran que, dependiendo del semáforo, se solicitaba permanecer en casa o no, y después de dos semanas de vacunado se dejaba de ser población vulnerable (DOF, 2021); en esta cuarta ola, presentada en febrero de 2022, se había vacunado a 85 millones de mexicanos, que correspondían a 66% de la población, y se inició el Registro universal de vacunación a niños de 12 años en adelante. El 26 de abril de 2022 se declaró en México el retiro de la obligatoriedad de las mascarillas, aunque debe señalarse que nunca fue obligatorio, ya que no se quería “fomentar” el autoritarismo. De igual manera, se canceló el semáforo de riesgo covid para identificar el riesgo en las entidades federativas.

La quinta ola se presentó en junio de 2022, con múltiples contagios, los mayores registrados ya con una apertura total del espacio público y equipamiento urbano. Se presentó un panorama distinto, ya que la mortandad en esta ola disminuyó considerablemente por el efecto positivo de la vacunación. En perspectiva, podemos formalizar que, en septiembre de 2022, la pandemia por covid–19 entró en una etapa distinta, lo cual se percibió en el ánimo de la población. La actividad se reestableció por completo y las medidas sanitarias se relajaron; el discurso y el informe de la pandemia desde el gobierno federal y estatal se pausaron, con lo que se inició el periodo de postpandemia.

Como hemos descrito, las medidas sanitarias impuestas por la autoridad para contener la pandemia, ante una inminente parálisis de la economía y la sociedad, fueron cambiantes y erráticas. La estrategia se ha convertido en un embate informativo, en que la respuesta de la sociedad se ha reflejado a partir del confinamiento como una medida temporal ante la inseguridad y la incertidumbre, por lo que la comunicación por redes se convirtió en una herramienta prioritaria. En este sentido, el principal cambio o ajuste físico observado en esta pandemia se ha visto reflejado en los lugares de residencia y de trabajo, aún más que los cambios en el espacio público. Este último tardará aún más en reconfigurarse, la complejidad y la consolidación territorial lo detiene, por lo que la identificación de este fenómeno expone la necesidad de interpretar lo siguiente desde nuestra perspectiva holística:

    • Un análisis histórico de fenómenos similares de pandemia. En un primer momento se deberán desarrollar aproximaciones desde la generalidad para identificar agentes de cambio y reconfiguración territorial urbana y rural en periodos recientes y fenómenos similares.
    • El reconocimiento de los ideales que han reconfigurado el territorio surgidos de situaciones similares de pandemia en otros momentos de la historia.
    • La identificación de hallazgos particulares sobre los cambios a la conducta social y la observación de otras experiencias históricas en torno a la resiliencia tangible e intangible.
    • La determinación metodológica y de posibles escenarios y dinámicas del pasado aún por identificar en la actualidad, que nos ayuden a esclarecer las estrategias a futuro.

La población del área metropolitana de Guadalajara experimentó la pandemia desde la incertidumbre, y ésta se ha desatendido conforme el hartazgo generalizado avanza y desarticula al cambio y la reorganización social y espacial adquirida a partir de la experiencia. En la actualidad muestra un rechazo a las acciones y actividades que pudieran favorecer un cambio hacia el desarrollo sustentable, que, bien encaminado, pudo abonar al mejoramiento de la calidad de vida de la población, lo que parece conformarse como la aparición de la resiliencia a través de la negación y rechazo.

 

Las adversidades que presenta el territorio y su población en la postpandemia

El crecimiento anárquico de la mancha urbana de Guadalajara sobre las áreas naturales (áreas boscosas y tropicales) y rurales (áreas agrícolas) sigue avanzando y se alejan aún más de la posibilidad de conciliar su expansión en vías de la sustentabilidad territorial. La dificultad de dotar de vivienda y empleo, aunado a la especulación de la tierra por intereses económicos y presiones sociales, han incentivado el desplazamiento poblacional en tiempos de pandemia (Coneval, 2020) y que se presenta como un agente de cambio para la reconfiguración de la ciudad. En este sentido, esto se agrava aún más ante la dificultad de fortalecer zonas de la ciudad a partir de la consolidación de zonas con usos mixtos, acciones de densificación, generación de empleos y equipamiento urbano para generar condiciones idóneas de habitabilidad (Imeplan, 2016, p. 141) y, por lo tanto, una sustentabilidad en el plano local. El paso de estos dos años ha puesto en crisis y por consecuencia en práctica la capacidad de resiliencia de la sociedad, para adaptarse a nuevas condiciones enfrentadas a partir de la experiencia vivida.

El problema y las adversidades se presentan desde esta experiencia ante la pandemia, y muestran un panorama distinto para comprender y determinar las conductas y transformaciones territoriales ante el proceso de reconfiguración de la ciudad. El factor de cambio de lo que ha significado el covid–19 ha ayudado a reflexionar sobre el sentido de la ciudad en su contexto. Las políticas públicas por emprenderse en el periodo de postpandemia determinarán, en el futuro, medidas y alternativas de cambio, por lo que el siguiente esquema reflexivo hacia la sustentabilidad nos puede ayudar en la comprensión del problema postpandémico (véase la figura 1.5).

La pandemia por covid–19 ha tenido un gran impacto en la sociedad, principalmente en lo cotidiano y su diálogo con la ciudad. Es aún prematuro suponer los cambios que en la conducta social predominarán y aún más en ajustes territoriales que puedan tener un efecto positivo o negativo en la reconfiguración territorial. En este sentido, podemos suponer que se presenta una serie de dinámicas de cambio, como:

    • La paulatina reorganización poblacional en el territorio e incremento en el cambio en el uso del suelo y diversos ajustes en las dinámicas urbanas y sociales.
    • La reorganización de los sistemas de movilidad privada y colectiva y la aparición de infraestructura de ciclovías y un mayor espacio peatonal.
    • El mejoramiento de la vivienda y cambio de hábitos de recreación en el espacio público.
    • El cambio en la dinámica de trabajo, la oficina a distancia y el fomento de la comunicación a través de la videoconferencia y las redes sociales.
    • El cambio en las dinámicas de higiene. La sana distancia y la ventilación de espacios cerrados.
    • El cambio en las dinámicas de consumo y alza de precios por la inflación y escasez de productos alimenticios.
    • El cambio en el manejo de la información. La desinformación o el exceso de información política, social y económica.

El breve periodo de reacción ante la pandemia se convierte en una variable importante por considerar, ya que las intervenciones y decisiones se han tenido que efectuar de manera inmediata, bajo un escaso consenso y con una sociedad paralizada y en mayor medida en los picos de la pandemia. A partir de la postpandemia se presentan nuevos escenarios que nos pueden aportar ideas para entender el fenómeno en el presente y los futuros cambios territoriales:

    • La convicción social para crear un ajuste y adaptación al covid–19, a partir de las medidas para favorecer un escenario estratégico para procurar un crecimiento urbano sustentable y una reconfiguración de la ciudad hacia la resiliencia y la conservación de los recursos a partir de decisiones gubernamentales acertadas y bajo la aplicación responsable de las finanzas públicas.
    • La negación al cambio fortalecido por el hartazgo social ante la pandemia y la complicación creciente que presenta la vida urbana. Se visualiza un escenario catastrófico fomentado por la presencia del covid–19, el crecimiento urbano sin control, la falta de decisiones políticas acertadas y la insuficiencia económica.

Cualquiera de los dos escenarios tendrá un sustento importante en el pasado inmediato, los dos años previos. El ambiente político y social será crítico para que se generen decisiones gubernamentales acertadas hacia las nuevas condiciones que mejoren la calidad de vida de la población. Desde una perspectiva resiliente, la sociedad deberá estar consciente de que tendrá que adaptarse y cambiar a dinámicas sustentables en distintas escalas, desde el individuo, a lo general compuesto por la sociedad.

Se tiene que considerar que la sociedad ha mostrado hartazgo de las medidas sanitarias y el confinamiento, la desatención a los consejos o medidas sanitarias se presenta como una manera de superar la crisis o de sobrellevar la pandemia. Debe mencionarse que las vacunas llegaron a cambiar la perspectiva en torno a la pandemia y la crisis sanitaria, pero a su vez se presenta un amplio sector de la población que no está convencida de su eficacia y la necesidad de utilizarlas.

 

Conclusiones

Entre los efectos que tenemos que considerar, el porcentaje de personas que viven en zonas urbanas seguirá incrementándose drásticamente. En la pandemia se percibió el fenómeno de emigrar de la ciudad para encontrar nuevos lugares para vivir, pero el problema que la inseguridad y la falta de empleo en las localidades pequeñas y medias y rurales ha regresado a la gente a vivir y trabajar en la ciudad. Pareciera que se está restableciendo la normalidad prepandémica.

El paradigma de la ciudad construida hacia la sustentabilidad resulta en este momento difícil de alcanzar, aun en fases tempranas, pues la crisis económica y social postpandémica parece no dar tregua, la reconfiguración territorial no atiende al beneficio colectivo ni al mejoramiento de la calidad de vida de la población. En este sentido, se tiene una atadura determinada a una forma de vida; el cambio es complejo, por lo que la necesidad de hacer un cambio de paradigmas a una vida sustentable pocos lo podrían hacer. Aquí es distinto, las pocas oportunidades o expectativas del mercado laboral hace que uno cuide lo que tiene y que con poca frecuencia uno piense en hacer cambios radicales, con todo y que la pandemia lo amerite o lo requiera.

Desde una perspectiva crítica, los dos años de pandemia se convirtieron en un experimento social sobre cómo interactuamos y nos relacionamos con la ciudad. En definitiva, se ha generado conocimiento que aún está en proceso de identificación y asimilación, que seguramente aportará al discurso en torno a la resiliencia, que abrirá la posibilidad de un reencuentro con la naturaleza y cómo integrarla a la ciudad. También se ha manifestado la necesidad de vivir la ciudad a una velocidad distinta, o de forma pausada, que nos permita replantear o reconsiderar al espacio urbano de una nueva manera; en términos generales, se abre la posibilidad de recuperar el carácter local de la ciudad. Esta idea romántica se retoma mientras las circunstancias y la incertidumbre económica no se activa de manera preocupante; las actividades complementarias y en la informalidad aparecen, el comercio de barrio, el trueque y la aportación se convierten en una fuerza de cambio, fortalecida en la solidaridad de la comunidad para reponerse de la circunstancia presentada por la pandemia.

La pandemia cambió la apreciación y la utilización del territorio. ¿Será el momento esperado para voltear a ver al espacio urbano como un lugar común y de todos y no un lugar extraño y de nadie? Y, también, ¿qué otros temas pueden ser de mayor impacto y trascendencia que la misma pandemia? La seguridad, el agua, el cambio climático, el crecimiento descontrolado de la ciudad, el cambio de uso del suelo, la movilidad y cómo estos se pueden agravar con la aparición de nuevas pandemias y otras manifestaciones similares, si es que no aplicamos la experiencia adquirida.

 

Referencias

Borah, W. & Cook, S. F. (1962). La despoblación del México central en el siglo XVI, Universidad de California, Berkeley. Ponencia leída el 27 de agosto de 1960 en el XI Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Estocolmo.

Cerda, I. (2021). La impronta agustina en el hospital Pueblo de Santa Fe de México, 1533–1536. En F. J. Campos (coord.). España y la Evangelización de América y Filipinas (siglos XV–XVIII) (pp. 522–543). Estudios Superiores del Escorial, San Lorenzo del Escorial.

Coneval. (2020). La política social en el contexto de la pandemia por el virus SARS–CoV-2 (covid–19) en México.

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[1].     “El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció el 11 de marzo de 2020 que la nueva enfermedad por el coronavirus 2019 (covid–19) puede caracterizarse como una pandemia. La caracterización de pandemia significa que la epidemia se ha extendido por varios países, continentes o todo el mundo, y que afecta a un gran número de personas” (OPS/OMS, s/f).

[2].    Diversas etapas, desconocimiento, incertidumbre, y las maneras de cómo atacar o atender las causas han cambiado a partir de la evolución en la medicina, en la ciencia que ha venido identificando cómo estos periodos de crisis en la salud de la población se presentan y se atienden.

[3].    Desglose de datos del área metropolitana de Guadalajara (Inegi, 2020).

[4].    Una aglomeración urbana es definida por las Naciones Unidas como “la población contenida dentro de los contornos de un territorio contiguo habitado en niveles de densidad urbana sin tener en cuenta los límites administrativos. Por lo general, incorpora a la población de una ciudad o pueblo más la de las áreas suburbanas que se encuentran fuera de los límites de la ciudad, pero que son adyacentes a ellos. Siempre que es posible se utilizan datos clasificados según el concepto de aglomeración urbana. Sin embargo, algunos países no producen datos según el concepto de aglomeración urbana, sino que utilizan el de área metropolitana o ciudad propiamente dicha. Si es posible, esos datos se ajustan para conformar el concepto de aglomeración urbana. Cuando no se dispone de información suficiente para permitir ese ajuste, se utilizan datos basados en el concepto de ciudad propiamente dicha o área metropolitana” (ONU, s/f).

[5].    Borah, W. y Cook, S. F., (1962). “Población del México central (es decir, la región comprendida desde el Itsmo de Tehuantepec hasta el límite septentrional de la ocupación sedentaria en 1520) antes de la conquista fue mayor a su población rural actual”. Según datos de Sherburne Cook y Lesley B. Simpson de 1948:
1519          ap.    11’000,000
1540                  6’427,466
1565                   4’409,180
1597          ap.    2’500,000
1607                  2’014,000
Ca. 1650            1’500,000
1700         ap.    2’000,000
1793                  3’700,000

[6].    Véase https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/swine-flu/symptoms-causes/syc-20378103

[7].    “31 de diciembre de 2019. La Oficina de la OMS en la República Popular China detecta una declaración de la Comisión Municipal de Salud de Wuhan para los medios de comunicación publicada en su sitio web, en la que se mencionan casos de una ‘neumonía vírica’ en Wuhan (República Popular China). La oficina en el país transmite al centro de enlace para el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) de la Oficina Regional de la OMS para el Pacífico Occidental la declaración de la Comisión Municipal de Salud de Wuhan para los medios de comunicación, junto con una traducción del texto. La plataforma OMS de inteligencia epidémica a través de fuentes abiertas (EIOS) recoge también un informe para los medios de comunicación en ProMED (un programa de la Sociedad Internacional para las Enfermedades Infecciosas) sobre el mismo conglomerado de casos de una ‘neumonía de causa desconocida’ en Wuhan. Varias autoridades de salud de todo el mundo se ponen en contacto con la OMS para solicitar información adicional. Cronología de la respuesta de la OMS al covid–19, última actualización: 29 de enero de 202” (ONU, OMS, 2020).

[8].    “El 30 de abril, 64 días después de este primer diagnóstico, el número de pacientes aumentó exponencialmente hasta alcanzar un total de 19,224 casos confirmados y 1,859 (9,67%) fallecidos” (Suárez, V. et al., 2020)

[9].    Olas o picos de la pandemia, agosto de 2020–junio de 2022 en México:
Ola 1: agosto de 2020 / aislamiento total, espacio público cerrado, equipamiento cerrado, desconocimiento del virus.
Ola 2: enero de 2021 / alto número de muertes, preocupación, continúa el cierre total del espacio público y equipamiento.
Ola 3: septiembre de 2021 / se acumula un gran número de casos de contagios y de hospitalizaciones.
Ola 4: febrero de 2022 / se presentan múltiples contagios, mascarillas, apertura parcial de equipamiento.
Ola 5: junio de 2022 / múltiples contagios, los mayores registrados, apertura total de equipamiento.

[10].    Véase https://coronavirus.gob.mx/wp-content/uploads/2020/05/Vigilancia_Centinela.pdf

[11].    “29 de enero de 2020 […] La OMS publica consejos sobre el uso de mascarillas en el entorno comunitario, en la atención domiciliaria y en centros de salud” (ONU, OMS, 2020).

[12].    “24 de febrero de 2020 […] La Misión advierte de que ‘gran parte de la comunidad mundial todavía no está preparada, ni en mentalidad ni materialmente, para aplicar las medidas que se han ejecutado en China para contener la covid–19’. La Misión insiste en que ‘para reducir la enfermedad y mortalidad ligadas a la covid–19 la planificación de la preparación a corto plazo debe incluir la aplicación a gran escala de medidas de salud pública no farmacológicas’, como la detección y aislamiento de casos, el rastreo y seguimiento de contactos y su puesta en cuarentena, y la colaboración comunitaria. Se formulan importantes recomendaciones para la República Popular China, los países con casos importados y brotes de covid–19, los países no infectados, el público en general y la comunidad internacional. Por ejemplo, además de lo anterior, se recomendó a los países con casos importados y brotes que ‘activaran de inmediato el más alto nivel de los protocolos nacionales de gestión de la respuesta para garantizar el enfoque pangubernamental y pansocial necesario para contener la covid–19’” (ONU, OMS, 2020).

[13].    “5 de enero de 2021 […] El Grupo de Expertos de Asesoramiento Estratégico sobre inmunización (SAGE) de la OMS se reunió para revisar los datos de la vacuna de Pfizer/BioNTech y formular recomendaciones normativas sobre la mejor manera de utilizarla. La vacuna fue la primera en recibir una validación para uso en emergencias por parte de la OMS por su eficacia contra el covid–19” (ONU, OMS, 2020).

 

Las cuatro grandes crisis y la importancia del espacio público

Daniel Ignacio Arriaga Salamanca

 

Resumen

Cuatro grandes crisis afectan a las ciudades en la actualidad. La crisis ambiental, que está cambiando la fisonomía de los asentamientos urbanos; la crisis climática, que está movilizando a las personas hacia diferentes metrópolis; la crisis sanitaria, que nos está obligando a repensar, restructurar y rediseñar las ciudades, y la crisis económica, la cual, como resultado de las anteriores y de otros problemas acumulados en el pasado está creando dificultades financieras para la inversión urbana y un creciente desempleo que requerirá de ingenio y creatividad para responder a estos retos en el presente siglo. Bajo este panorama resurge el espacio público como un sistema que, enfocado desde tres dimensiones y nueve componentes, contribuirá a mitigar estas crisis y aportará a la construcción en el futuro de mejores ciudades, a diferencia de las que tenemos y vivimos actualmente.

Palabras clave:  crisis ambiental, crisis climática, sanitaria, espacio público.

 

Abstract

Four major crises affect cities today: the environmental crisis, which is changing the face of urban settlements; the climate crisis, which is mobilizing people toward different mega-cities; the sanitary crisis, which is forcing us to rethink, restructure and redesign cities; and the economic crisis, which, as a result of the first three crises and other accumulated problems from the past, is creating financial obstacles to urban investment as well as growing unemployment. Imagination and creativity will be required to deal with these challenges in the current century. In this context, public space emerges as a system, made up of three dimensions and nine components, that will help to mitigate these crises and contribute to the construction of better cities in the future, different from the ones we have and inhabit today.

Key words: environmental crisis, climate crisis, sanitary crisis, public space.

 

Es significativo, por decir lo menos, que en estos últimos años, en especial los relacionados con la pandemia del covid–19, el mundo utilice con frecuencia la frase “estamos en crisis”, cuando en realidad ni siquiera sabemos o identificamos, como humanidad, desde cuándo es que venimos y estamos en ella, en la crisis. Por supuesto, resulta necesario e inmediato hacernos la siguiente pregunta: ¿De qué crisis estamos hablando? Son tantas las referencias que se hacen a ella, y lo dicen las personas, como tantos los planteamientos de que se dispone para solucionarlas, conduciendo incluso a que se vuelven en sí mismas una crisis.

Por lo pronto no será posible referirnos en este documento a todas las circunstancias por las que atraviesa la humanidad e intentaremos, de forma un tanto arriesgada, sintetizar la problemática en cuatro aspectos o ejes orientadores que conduzcan a centrar el debate y con ello las posibles salidas a la construcción de asentamientos humanos o ciudades más adaptadas a los retos actuales, que logren transformaciones concisas a las actuales circunstancias y, sobre todo, integren el avance y el conocimiento conceptual, científico y técnico que disponemos desde Çatalhöyük hasta las ciudades recientes para una salida real a las crisis urbanas que afrontan el planeta y sus pobladores.

Los centros poblados dejaron de ser problemas locales para volverse problemáticas que afectan a la humanidad. Según ONU–HABITAT, en el año 2020 había unas 1,934 ciudades con más de 300 mil habitantes que representaban aproximadamente el 60% de la población urbana del mundo; 34 metrópolis corresponden a asentamientos con más de 10 millones de habitantes, mientras que 51 rondaban una población de entre 5 a 10 millones; entre 1 a 5 millones habitaban en 494 ciudades y 1,355 entre 300 mil a 1 millón de ciudadanos. No solo estos rompecabezas urbanos han hecho sus propios planes de ordenamiento físico o espacial para responder a sus necesidades, sino que igualmente están inmersos en planes territoriales de mayor jerarquía como son los regionales y nacionales, con la finalidad de intentar atajar los desafíos relacionados con las carencias y déficit en infraestructura, cultura, economía, calidad de vida y medio ambiente; pero mientras hacen esto, se consumen y convierten en la mayor problemática global vivida hasta la fecha, siendo así que el mayor invento de la humanidad, la ciudad, se convierte en nuestro mayor problema como especie.

La ecuación del astrónomo estadounidense Frank Drake sobre la probabilidad de que existan otras civilizaciones en el universo conocido arrojó como resultado un 0,00000003%, o, en otras palabras, aproximadamente unos 2,800 exoplanetas en los que puede haber vida. Mientras logramos hacer contacto con ellas y encontramos la forma de poblar otros planetas, el único mundo conocido y que debemos cuidar en nuestra manera de ocupar y ordenar es este, como diría Richard Rogers (2015) en Ciudades para un pequeño planeta.

Dependiendo de la metodología con que hagamos la sumatoria del total de las áreas urbanas, estas ocupan entre 0,0000003450%, 1% o 3% del total del área de la tierra, contrario a lo que indicaba el arquitecto griego y planificador urbano Konstantínos Apostolos Doxiadis con el término “ecumenópolis”, el cual hace referencia a una gran ciudad mundial, unida y conformada por todas las áreas urbanas actuales y futuras. Una civilización capaz de construirla en este planeta. Actualmente, en el transcurso de un solo día, la población urbana mundial se habrá incrementado en casi 200 mil personas (Wilson, 2022). Somos el 0,01% de los seres vivos, pero hemos acabado con el 83% de los mamíferos terrestres, el 50% de las plantas y el 15% de los peces, y continuamos afectando a los ecosistemas y, con ello, los servicios ecosistémicos que dan soporte a todos los procesos urbanos; por ello nuestro pronóstico es reservado. Estamos a paso lento, pero indudablemente muy seguro, acabando con la despensa que le tomó a la Tierra crear y almacenar durante unos 4,543 millones de años. Nuestras ciudades están más interconectas que en cualquier época de la historia, no solo basta con diseñarlas para cada lugar como la propuesta de un sistema urbano denominado “Racimos en el aire” (1962), de Arata Isozaki para Tokyo, sino que ya pasamos por diseñar ciudades–región y ahora se conciben ciudades globales, y con ello nuestro aumento de las crisis.

 

Las cuatro crisis globales

Crisis ambiental

Según ONU–HABITAT las ciudades consumen entre el 60% de la energía y son responsables del 70% de las emisiones atmosféricas que contribuyen al cambio del clima y sus efectos en el aumento de la temperatura, la disminución de las precipitaciones y la variabilidad y el cambio climático. A esto se suma que las ciudades consumen el 70% de los recursos naturales renovables y no renovables, los cuales, como de todos es bien conocido, se producen más allá de los límites urbanos de sus fronteras, influyendo en la desertificación de zonas naturales, la pérdida de bosques y recursos hídricos y la reducción de los servicios ecosistémicos que dan soporte y sostenibilidad a los asentamientos humanos.

La crisis ambiental está presente en las mismas ciudades, no como comúnmente se cree, en territorios distantes, poco poblados o lugares prístinos, naturales, sino que está en el patio trasero de nuestros propios hogares. Las ciudades son a la vez una gran parte del problema y una gran parte de las soluciones. Solo basta con hacer un recorrido por la pérdida de la biodiversidad urbana, la desnaturalización, el estado de los ríos que atraviesan estos asentamientos para sentir y preocuparse por el impacto ambiental producto de los vertimientos; la falta de manejo y tratamiento de los residuos sólidos; la emisiones atmosféricas de fuentes fijas o móviles que no solo generan una capa de contaminación atmosférica, sino que producen daños y efectos en la salud humana y el mal uso y aprovechamiento sostenible del suelo urbano.

 

Crisis climática

Para el PNUMA el cambio climático podría provocar para el año 2050 el desplazamiento de unos 216 millones de personas. El cambio climático ya no es una noticia ubicada en el Amazonas, la capa de ozono, los polos o los problemas de hambre y penurias que se viven en la África subsahariana; las ciudades lo viven a diario y en sus propios límites, como el caso del huracán Sandy en 2012, el cual afectó a más de 90 mil edificios en Nueva York y causó pérdidas por 19 mil millones de dólares en reparaciones, comprobando así que los escenarios y modelos del clima que se corren actualmente van en la dirección correcta al indicar que para las próximas tres décadas el nivel del mar podría llegar a afectar a más de 570 ciudades costeras, las cuales, como consecuencia del aumento del nivel entre 28 y 55 centímetros, ponen en peligro a más de 800 millones de personas, según datos del Grupo de Liderazgo Climático, conocido como el C40.

 

Crisis sanitaria

El crecimiento de la población urbana y las pandemias han estado intrínsecamente ligados. Al mirar la relación entre el crecimiento de la población mundial urbana y las pandemias más relevantes, en cuestión de urbanismo se aprecian dos grandes momentos de la historia, como se observa en la figura A1.

Un momento A que va desde el año 1403 a 1484, y un momento B desde 1800 a 2021, en los que, de las 20 principales epidemias y pandemias, se identificó que 8 guardan relación directa con el urbanismo: 3, un 40% relacionadas con el primer momento de la historia, y 5, un 60% con el segundo momento indicado.

Para el primer momento pasaron 2037 años (97% del tiempo) para que se diera el primer 40% de las principales epidemias y pandemias con el 75% de las muertes (una pandemia cada 2 o 3 siglos), mientras que en el segundo momento se dio en tan solo 63 años (3% del tiempo) para que se diera el 60% de las epidemias y pandemias con el 25% del total de las muertes. Un promedio de 12.6 años por epidemia o pandemia. Se espera que la próxima pandemia ocurra en un periodo más corto, con un mayor impacto global y con una mayor incidencia en las ciudades con mayor concentración de habitantes.

El covid–19 ha desatado una crisis mundial sin precedentes, una crisis sanitaria global que, además de generar un enorme costo humano, está llevando a la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial, incluso a proponer una suspensión de los pagos del servicio de la deuda de los países más pobres para que puedan centrar sus recursos en esfuerzos destinados a combatir la pandemia, como lo indica el Banco Mundial. Las remesas disminuyeron en más de 14% en los países en desarrollo, caídas que están afectando el sustento de muchas familias pobres, pues en la medida en que disminuyan aumentará la pobreza, empeorará la seguridad alimentaria y los hogares perderán medios para solventar servicios como la atención médica, de acuerdo con el Banco Mundial.

Las epidemias y las pandemias modificaron la concepción y el trazado de las principales ciudades en el mundo: “A inicios del siglo XX los arquitectos tomaron más ideas de médicos y enfermeras que de la teoría de la arquitectura”. “La disciplina urbanística nació para reducir o controlar las enfermedades infecciosas que asolaban a la población durante la Revolución Industrial (siglo XIX)”. “Pandemias y epidemias a lo largo de la historia han culminado en transformaciones urbanas y arquitectónicas en las grandes ciudades del mundo”. También han dado origen a las principales teorías del urbanismo, empezando por el arquitecto, planificador urbanístico, matemático, meteorólogo y filósofo griego Hipodamo de Mileto (Mileto, 498–408 a.C.), considerado el “padre” del planeamiento urbanístico, dio nombre al “plan hipodámico”, un esquema de ciudades en retícula para responder a la pandemia que afectó la Atenas de Pericles en el siglo V a.C. Posteriormente sería Leonardo da Vinci, en 1488, quien, por solicitud del duque Ludovico Sforza, de Milán, realizaría el plan para la ciudad con la finalidad de atender la peste que la afectaba por esos tiempos, para lo cual propuso una ciudad fluvial, de planta cuadrada o rectangular, planeada básicamente en dos niveles: uno inferior (comercial/industrial), con calles anchas, adaptadas para el tránsito de carga, animales de establo y carruajes, y uno superior (de viviendas) amplio, soleado y ventilado, para el desplazamiento de peatones.

Al médico inglés William Harvey se debe la relación de mirar a la ciudad como sistema y más aún como sistema circulatorio. Sus estudios sobre la anatomía del movimiento del corazón y de la sangre en los animales y posteriores resultados relacionados con la circulación sanguínea y la respiración condujeron a nuevas ideas acerca de la salud pública durante el siglo XVIII; los planificadores ilustrados aplicaron estas ideas a las ciudades y organizarían el tráfico según el sistema circulatorio del cuerpo, aplicando los términos “arteria” y “venas” a las calles de la ciudad en aquel siglo. Estas pautas se extendieron a las concepciones sobre circulación del agua, el aire y los productos de desecho, para evitar la obstrucción del “tejido urbano”.

La ciudad como organismo vivo, cuyos problemas son el resultado de patologías y desarreglos orgánicos.

Los dos siguientes ejemplos ilustran mejor la estrecha relación que tenemos y a los que los urbanistas debemos los avances de la medicina y el higienismo. Para la época, la teoría de los microbios y su relación con las enfermedades aún no estaba establecida, la hediondez de Londres o los malos olores y la epidemia llevaron al Dr. John Snow a descubrir que el problema que afectaba a la capital inglesa era el agua y, para demostrarlo, en 1854 empezó a registrar los casos de cólera del barrio de Soho sobre un mapa centrado en torno a 13 fuentes: cada muerte era anotada como una línea sobre el lugar de residencia; con ello descubrió que en la fuente de Broad Street el agua estaba contaminada, lo que pronto dio paso a la formulación del plan de Bazalgette, que consistía en crear un sistema subterráneo de alcantarillas que aprovechaban la orografía de la capital británica y el reordenamiento de la ciudad.

El higienismo de comienzos del siglo XIX llevó al historiador Roy Porter a explicar en su ensayo The Greatest Benefit to Mankind que las nuevas infraestructuras urbanas de alcantarillado, tratamiento de las aguas residuales, los sistemas de filtrado del agua potable o la renovación total de los barrios más deprimidos ayudarían a reducir las muertes por enfermedades infecciosas como el tifus, la tuberculosis, la tos ferina, el sarampión, la disentería y la poliomielitis. Las mejoras en la potabilización y el filtrado del agua redujeron las probabilidades de otro brote de cólera. La arquitectura moderna fue moldeada por la “obsesión médica de su tiempo: la tuberculosis”, explica Beatriz Colomina en su libro Tuberculosos y rayos X cambiaron la arquitectura.

 

Crisis económica

El Banco Mundial destaca que el impacto en diferentes sectores ha sido notorio: en las empresas y los empleos, principalmente en las microempresas y las pequeñas y medianas empresas de los países en desarrollo que se encuentran sometidas a diferentes tipos de presiones, como la reducción a la mitad de las ventas, lo que las ha obligado a reducir salarios y horas de trabajo; la reducción del ingreso de las familias por la pérdida de empleo.

En la salud, que ha mostrado la incapacidad de contar con una atención médica eficaz, accesible y asequible, sumado a la falta de infraestructura hospitalaria adecuada, edificios obsoletos, carentes de tecnología de avanzada y ciudades no planificadas bajo el concepto de Ciudades Saludables de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el cierre de las escuelas que, en el punto más álgido del confinamiento, llevó a que en más de 160 países se hubiera ordenado distintas formas de cierre de escuelas, afectando a por lo menos 1,500 millones de niños, con las consecuencias que esto tendrá en el futuro en su educación, su desarrollo psicológico, psicomotriz y de socialización, lo cual perdurará por décadas debido a la falta de un adecuado aprendizaje a corto plazo, que repercutirá también en las oportunidades económicas a largo plazo para esta generación de estudiantes, debido al aumento de las tasas de deserción. Esta generación podría perder unos 10 billones de dólares en ingresos, lo que equivale a casi el 10% del producto interno bruto (PIB) mundial.

A mediados del siglo XX la que fuera la poderosa y esplendorosa ciudad del automóvil, Detroit, que llegó a ser la cuarta ciudad más próspera de Estados Unidos en 1920, hoy solo alcanza a un poco más de 500 mil habitantes, es una ciudad más peligrosa y cuyos recursos propios no le permiten ser sostenible, debido a la numerosa salida de sus habitantes y a la pérdida de competitividad frente a la industria automotriz de Oriente. Un ejemplo que debe servirnos de espejo retrovisor para identificar que otras ciudades, por otras condiciones, pueden llegar a recorrer el mismo camino. ¿Qué ciudades están perdiendo vigencia y oportunidades en este siglo? ¿Qué camino deben seguir las ciudades para sostenerse en el tiempo?

En un mundo más interconectado, y con procesos globales, la crisis que afecta a una ciudad, región o país puede afectar a ciudades que se hallen más allá de sus fronteras.

 

El papel transformador y de adaptación del espacio público en las ciudades y ante las crisis

Si hay un sistema estructurante que en la actualidad ha recobrado su primacía e importancia para lograr una mejor adaptabilidad y resiliencia de las ciudades, este es el espacio público. No solamente producto de las consecuencias del covid–19, sino de las crisis ambientales, climáticas y la pérdida de empleos urbanos. A diferencia de lo que algunos analistas creen, cuando indican que desde al año 1951, en el VIII Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, en la ciudad inglesa de Hoddesdon, dedicado principalmente al espacio público, entonces denominado en Europa como espacio “cívico” o colectivo, se anunciaba ya su crisis. Desde entonces ha transcurrido más de medio siglo durante el cual no se ha cesado de recordarnos que el espacio público está amenazado, incluso de muerte (Duhau y Giglia, 2008); hoy este sistema adquiere una gran importancia en la transformación de los centros urbanos y vemos, con beneplácito, la infinidad de intervenciones que se vienen realizando en todos los continentes.

El sistema de espacio público se está reinventando. Actualmente no solo puede ser visto desde el punto de vista arquitectónico, urbanístico, estético o de los elementos constitutivos y complementarios que lo componen, sino desde tres dimensiones y nueve componentes que interactúan entre sí y dan como resultado un adecuado, o no, espacio público, no únicamente para las personas, sino para el resto de seres vivos que conviven en la ciudad y para los diferentes sectores que interactúan en ella, como se plantea en la figura A2.

 

Dimensión de soporte

Esta dimensión corresponde a los elementos físicos que constituyen el espacio público, como las calles, plazas, plazoletas y parques, y que permiten a las ciudades contar con biodiversidad urbana y con la estrategia de soluciones basadas en la naturaleza para mitigar el cambio climático y los riesgos a los que están expuestos los asentamientos humanos.

 

Dimensión de gobernabilidad

Abarca los actores públicos, privados y comunitarios que tienen injerencia directa en el espacio público para su manejo, conservación, generación y sostenibilidad, por medio de acciones políticas y legales, a lo cual se suman las innovaciones y tecnología de punta aplicable para hacer más accesible, eficiente y universal a todos el espacio público.

Dimensión de uso

Por último, la dimensión del uso que se le da al espacio público se manifiesta en las expresiones culturales propias de cada país, y en especial cada región y ciudad, las cuales se hacen patentes en fiestas, carnavales, eventos, tradiciones o espectáculos, así como en el aprovechamiento económico de los ciudadanos y los actores presentes en el espacio público y en las relaciones e interacciones sociales que se logran con un mayor y mejor espacio público de todos, sin importar su condición económica, raza, credo, edad, salud o nacionalidad.

Cada una de las dimensiones del espacio público ofrece respuestas a las cuatro grandes crisis por las que atraviesan las ciudades y coadyuvan a que en los próximos siglos este invento colectivo de la raza humana, llamado ciudad, pueda enderezar el camino de lo que hasta la fecha hemos construido.

 

Referencias

Duhau, E., & Giglia, A. (2008). Las reglas del desorden: Habitar la metrópoli. Siglo xxi Editores/Universidad Autónoma Metropolitana–Unidad Azcapotzalco.

Rogers, R. (2015). Ciudades para un pequeño planeta. Gustavo Gili.

Wilson, B. (2022). Metrópolis. Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad.  Debate.

Introducción

Mónica Solórzano Gil
Marinés de la Peña Domene
Pablo Vázquez Piombo

La pandemia por covid–19, que comenzó en 2020, obligó a todos los países del mundo a actuar para prevenir y revertir sus efectos. Una de las medidas impuestas en muchos países, y de las más significativas, fue el confinamiento y el distanciamiento social, puesto que trajo consigo grandes cambios en las dinámicas territoriales desde las perspectivas sociales, económicas, políticas y medioambientales. De ahí que esta nueva realidad de la pandemia por covid–19 precisa reconocer los nuevos retos y las adaptaciones que debemos realizar a fin de lograr un entorno sano y adecuado para el desarrollo de nuestras actividades en los diversos hábitats y desde planteamientos interdisciplinares.

En este contexto, se planteó la investigación “Territorios postpandemia, transformaciones y adaptaciones ambientales y socioespaciales de entornos urbanos y rurales a partir del covid–19”, conformada por estudios comparativos interdisciplinares en Europa y Latinoamérica, la cual hace énfasis en el análisis y la reflexión en torno al territorio desde una perspectiva interdisciplinar. Para ello, se convocó a un equipo de investigación robusto que se integró por 14 participantes, entre los que se encuentran investigadores del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá en Colombia, del Politécnico de Turín en Italia, y de la Universitat Politécnica de Valencia en España. De esta forma, con investigadores de México, Colombia, Italia y España la investigación aprovecha como fortaleza las diversas geografías para enriquecer el examen y los estudios de caso de cada uno de estos territorios, tanto europeos como latinoamericanos. Además de los investigadores, en el proyecto participan algunos interlocutores no académicos, como la Red de Ciclovías Recreativas de las Américas y la Procuraduría de Desarrollo Urbano del Estado de Jalisco (Prodeur), desde el ámbito gubernamental. Para complementar el equipo de investigación se integró la participación de estudiantes de posgrado y de licenciatura.

La presente obra se enfoca, por tanto, en analizar algunos de los cambios y las transformaciones provocados en el mundo, derivados de la pandemia por covid–19,  así como en identificar los impactos y las vulnerabilidades sobre el territorio, los cambios, las posibles transformaciones y los procesos de adaptación y resiliencia a escala urbano–rural. Para fortalecer la discusión se organizó el seminario de investigación “Territorios postpandemia. Transformaciones y adaptaciones socioespaciales de los entornos urbanos y rurales post covid–19”, que permitió abrir la reflexión al sumar la participación de otras universidades, organismos e instancias gubernamentales y no gubernamentales nacionales e internacionales para ampliar el debate y el diagnóstico sobre la temática de la resiliencia del territorio post-pandemia, y responder más ampliamente a los objetivos de la investigación. El seminario se llevó a cabo en mayo de 2022 de forma virtual, lo que hizo posible la participación de 37 investigadores de universidades extranjeras de Colombia, España, Italia y también de México. Algunos de los proyectos de investigación presentados durante este seminario son precisamente los que dan cuerpo a esta edición de la colección Complexus. Saberes entretejidos, dedicada a recuperar las reflexiones y los hallazgos en torno al territorio postpandemia en distintas latitudes, con un total de 14 capítulos de investigación.

El marco general en que se desarrolla esta publicación incluye la perspectiva de Daniel Ignacio Arriaga Salamanca, quien comparte su visión como colombiano en el apartado “Las cuatro grandes crisis y la importancia del espacio público”, en el que resalta principalmente las cuatro grandes crisis que afectan a las ciudades en la actualidad: las crisis ambientales, climáticas, sanitaria y económica. Partiendo de este preámbulo, los siguientes textos se abordan desde tres grandes ejes o perspectivas rectoras con una visión interdisciplinar:

a) Perspectiva de la reconfiguración urbano–territorial
b) Perspectiva de espacio público y medio ambiente
c) Perspectiva de las desigualdades y dinámicas sociales

El primer eje, acerca de la reconfiguración urbano–territorial, reúne cuatro capítulos que abordan la perspectiva desde cuatro reflexiones sobre el territorio. El primer capítulo de este apartado, a cargo de Pablo Vázquez Piombo y Mónica Solórzano Gil, del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano del ITESO, plantea y analiza en particular el caso del área metropolitana de Guadalajara con una reflexión sobre el posible impacto de la pandemia por covid–19 en la reconfiguración futura de la ciudad. Se esbozan algunas hipótesis de lo que podría esperarse o de los escenarios deseables como respuesta a los retos que se presentan a partir de esta nueva realidad postpandemia en la ciudad.

En contraste con lo planteado desde la perspectiva urbana, el capítulo presentado por David Burbano González y Natalie Rodríguez Echeverry, de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, se enfoca en un territorio rural en Colombia, donde, sin una estrategia institucional o gubernamental y por sus propios medios, han logrado enfrentar la crisis sanitaria de la pandemia a partir de mecanismos de autoorganización. El texto reflexiona sobre cómo este tipo de respuestas comunitarias en entornos rurales, alejados de los centros urbanos y con altos grados de marginalidad y vulnerabilidad, no son nuevas ya que se da cuenta de una larga tradición de resiliencia que los han llevado a la autogestión, creación y reconocimiento —y fortalecimiento— local. Esta situación, además de responder a las desigualdades y vulnerabilidades presentes y adquiridas, ocasiona el escenario propicio para que las comunidades rurales de esta zona de Colombia puedan, a partir de lo aprendido, construir y transmitir nuevos saberes como oportunidad de reinvención y fortalecimiento de lo local, potencializando así, en muchos casos, la reapropiación y recuperación de las tradiciones ancestrales y los entendimientos locales como respuesta ante las crisis presentes.

Enseguida, para complementar y abonar a las reflexiones sobre las nuevas redefiniciones de la ruralidad desde un contexto italiano, se presenta el capítulo presentado por Antonio di Campli, Camilla Rondot y Antonio José Salvador, del Politécnico di Torino. En él se aproximan a entender y explicar, en parte, los procesos relacionados con la redefinición de los espacios y de las sociedades rurales occidentales, a partir de diversos fenómenos —no nuevos, pero sí comunes— de fragmentación social, del incremento de conflictos, de la separación y las nuevas interacciones entre grupos sociales, de la comprensión de las ecologías y formas de producción espacial. El texto aborda la reflexión de la idea de lo rural como el principal lugar subordinado de Occidente, como un sitio en el que los procesos de transformación espacial, económica y ecológica se dan de la forma más violenta, evidenciando grandes desigualdades —tanto sociales como de aprovechamiento del territorio— para satisfacer demandas, muchas veces lejanas a los lugares de origen.

Para concluir con el primer eje y reflexionando sobre los nuevos escenarios para la reconfiguración de la ciudad, el cuarto capítulo en esta perspectiva territorial es el que presentan Carlos Romero Sánchez, Francisco Adonai Hernández Vázquez y Rubén Blasco Talaván, desde el punto de vista institucional de la Procuraduría de Desarrollo Urbano del Estado de Jalisco. En su texto los autores abordan, de manera general, las condicionantes que inciden en los entornos urbanos cuando hablamos de la salud, su impacto en los habitantes y la manera en la que se pueden realizar diversas gestiones e intervenciones en beneficio del bien común. El capítulo enfatiza que las acciones gubernamentales deben incidir en la recuperación de la ciudad, no en reinventarla, y que son ellos quienes deben coadyuvar en la generación de entornos que beneficien a la mayoría e incentiven el arraigo de la población de forma sustentable.

En cuanto al entorno urbano, el segundo eje incorpora la perspectiva de espacio público y medio ambiente. Los capítulos de este eje retoman el análisis de los anteriores sobre las diversas crisis, asociadas algunas de ellas o derivadas de la pandemia por covid–19. El primer capítulo, a cargo de Gabriel Michel Estrada, retoma el examen del espacio público y las políticas resultantes en los ámbitos local y global de esta crisis sanitaria para coadyuvar a mejorar o hacer eficiente en tiempos de pandemia. En términos generales, el autor indaga fundamentalmente acerca de la idea del desaprovechamiento, en muchos casos, del espacio público de las ciudades, una mala gobernanza que propicia problemas para su uso y apropiación, y políticas públicas que favorecen el uso del automóvil y no priorizan el uso del espacio urbano a escala de las personas.

El segundo capítulo, presentado por Stephanie Zúñiga Esparza y Marinés de la Peña Domene, del Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social del ITESO, retoma la idea del anterior en torno a la recuperación de la ciudad, sus espacios públicos y sus áreas verdes. Además, aborda el papel que estos espacios tuvieron durante la pandemia por covid–19 en el área metropolitana de Guadalajara y donde una de las principales medidas para detener el contagio del virus fue limitar el uso del espacio público, incluyendo aquellos espacios verdes como parques y jardines. Se sopesan los aciertos o las equivocaciones de la estrategia a la luz de los acontecimientos y del progreso de las medidas y políticas gubernamentales para el seguimiento de la pandemia, y se concluye en el alto valor que adquirió la percepción de estos espacios verdes abiertos en las áreas metropolitanas en tiempos de pandemia para la salud física y mental de la población durante la contingencia sanitaria.

Por su parte, Chiara Nifosì, del Politécnico de Milán, nos habla de la “Costa plástica” no solo como una problemática asociada a la transfomración de la costa siciliana en manchas blancas de plásticos de grandes superficies de invernaderos, sino también como una “franja transformada” como una alternativa de regeneración para hacer frente a la pandemia y al cambio climático.

El último capítulo de este eje nos sitúa en el escenario del manejo de los residuos sólidos generados durante la pandemia por covid–19 en la Ciudad de México. Nancy Merary Jiménez Martínez y Teresita Eliza Ruiz Pantoja, académicas del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), abordan los cambios en los hábitos de manejo de residuos durante la pandemia. Las autoras observan detenidamente cómo la información disponible, los recursos y las capacidades de los individuos, pero sobre todo las configuraciones socio–culturales previas, desempeñan un papel en las adaptaciones del manejo de residuos durante la crisis sanitaria.

Un tercer eje se centra en el enfoque de las desigualdades y dinámicas sociales vistas desde diferentes perspectivas y sobre las cuales se superpone la pandemia por covid–19. Al comienzo de este eje, Adriana González Arias, del Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del ITESO, y Miguel Vilches Hinojosa, de la Universidad de Guanajuato, hacen un recuento del impacto de la pandemia de covid–19 en la gestión de los movimientos humanos a escala internacional y las consecuencias en movilidades interrumpidas, remesas disminuidas y dificultad para el acceso a derechos básicos. En su capítulo analizan la precariedad y vulnerabilidad de las personas refugiadas, solicitantes de asilo, migrantes indocumentados y desplazados internacionales exacerbada por el covid–19.

En un segundo capítulo Mara Alejandra Cortés Lara, junto con Luis Raúl Rodríguez Reyes, Mónica Esperanza López Franco, Óscar Humberto Castro Mercado y Alejandro Mendo Gutiérrez, académicos del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano y del Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO, nos sitúan en el área metropolitana de Guadalajara. En este apartado se analizan las implicaciones y la eficiencia de las medidas establecidas para proteger a los habitantes al reducir su exposición al contagio. A partir de este análisis los autores sugieren algunos elementos clave convenientes para abordar la reflexión sociourbana de los distintos espacios que resultaron críticos durante el confinamiento colectivo debido a la pandemia por coronavirus.

Enseguida, en el tercer capítulo de este eje, Efraín Jiménez Romo, de la Coordinación de Programas de Incidencia Social, y Samara Lizbet Ledesma Montes, estudiante becaria de investigación del Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social del ITESO, denotan el contexto particular de los grupos originarios o grupos indígenas ante el covid–19. En este capítulo se profundiza en las dificultades que se tuvieron en cuanto a la salud, la economía, la educación y el medioambiente, así como la forma en que las comunidades indígenas propusieron alternativas para paliar la crisis sanitaria. Finalmente, Rodrigo Rodríguez Guerrero, de la Coordinación de Programas de Incidencia Social, y Gregorio Leal Martínez, del Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social del iteso, nos comparten una mirada a las redes alimentarias alternativas en el occidente de México ante el covid–19. En su texto los autores nos narran cómo la contingencia sanitaria derivada de la pandemia por coronavirus ha impactado fuertemente a estas redes y ha obligado a generar innovaciones para continuar funcionando.

Reflexiones ambientales y socioespaciales a partir del covid–19. En territorios europeos y latinoamericanos es una obra que, en su conjunto, nos permite tener miradas complementarias desde varias perspectivas que nos ayudan a comprender las repercusiones y el alcance de algunos de los cambios y las transformaciones que la pandemia por covid–19 provocó en distintos contextos. Podemos, además, tener un panorama más amplio de la respuesta a esta crisis para reflexionar en qué forma estamos preparados para la adaptación y la resiliencia en futuros casos de contingencias a escala urbano–rural en los territorios postpandemia.

Presentación

Andrea Fellner Grassmann[*]

 

En los últimos años, y a escala global, hemos vivido atentos a los efectos del covid–19, al número de contagios, las vacunas, los cubrebocas, las nuevas olas y cepas de un virus que nos ha llevado a modificar nuestra vida diaria. Todos los países del mundo tomaron acciones para prevenir y revertir los efectos de una nueva pandemia; uno de los más significativos fue, sin duda, el confinamiento y el distanciamiento social, lo cual trajo consigo grandes cambios en las dinámicas sociales, económicas, políticas y medioambientales, y han tenido un gran impacto en la configuración territorial.

Las medidas sanitarias impuestas por los diferentes países para contener el covid–19 han generado, a su vez, modificaciones enérgicas en las actividades y dinámicas cotidianas. Hemos cambiado conductas y la interacción social en el trabajo, el hogar, en los comercios y servicios, pero principalmente en el espacio público, por lo tanto, hemos cambiado nuestra relación con el medio ambiente y la ciudad. Los cambios y las medidas que se han puesto en marcha en poco tiempo han tenido amplias repercusiones, por lo que se han exacerbado aún más las profundas desigualdades que se albergan en nuestras sociedades. A partir de este enfoque, en esta edición de Complexus se analizan, desde diversas perspectivas, los cambios y las transformaciones del territorio y sus dinámicas sociales a partir de la llegada del covid–19.

Ante estas nuevas realidades que nos deja la pandemia por covid–19 se hace evidente también la necesidad de reconocer y visualizar los retos, así como las adaptaciones y estrategias necesarias para que, con una mirada desde la resiliencia, se advierta la posibilidad de construir un entorno sano y adecuado para el desarrollo de nuestras actividades desde lo interdisciplinar. La presente edición de Complexus enriquece la reflexión y los estudios de caso en territorios europeos, latinoamericanos y mexicanos, por lo que busca analizar los impactos y vulnerabilidades sobre el territorio, cambios y posibles transformaciones, así como los procesos de adaptación y resiliencia a escala urbano–rural a partir de tres perspectivas: 1) la reconfiguración urbano–territorial; 2) el espacio público y el medio ambiente, y 3) las desigualdades y dinámicas sociales. Asimismo, invita a imaginarnos los posibles instrumentos de recuperación y su potencial para la recuperación integral de estos territorios postpandemia.

 

[*] Directora del Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social (Cifovis).

Presentación y comentario sobre la publicación

*

 Jorge Federico Eufracio Jaramillo**

 

Antes que nada, deseo agradecer a los coordinadores de la obra por haberme invitado a realizar la presentación de este texto en el que colaboraron muchas personas. Asimismo, felicito a quienes escribieron y aportaron sus experiencias y conocimientos para que este número 11 de la colección Complexus fuera posible, así como a todas y todos aquellos que tuvieron que ver en su edición, publicación y presentación.

Habiendo dicho lo anterior, y entrando en materia, creo importante iniciar mi comentario general sobre este material diciendo que la apuesta metodológica de los nodos articuladores representa un camino abierto por parte del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social (Cifovis) que, además de recolectar una vasta experiencia de colegas en la labor académica, pretende el cumplimiento de una meta universitaria muy importante como lo es el fortalecimiento de las articulaciones intra y extrainstitucionales, considerando como pilares centrales los siguientes: la complementariedad disciplinar, el diálogo de saberes, la formación vinculada y la incidencia (socioambiental), en concordancia con los valores fundamentales de una universidad, como la nuestra, confiada a la Compañía de Jesús.

Así, al leer en su totalidad el número, todo se fundamenta, desde mi óptica, en un par de cuestiones originarias: ¿cómo se pueden poner en diálogo conocimientos, experiencias y funciones que, juntos, sean capaces de responder mejor a los problemas que aquejan a nuestras sociedades? y, a la par, ¿cómo construir una ruta o un conjunto de rutas, si se quiere, que orienten esos esfuerzos, en el diálogo y el acuerdo hacia la mayor suma de esfuerzos, la construcción de metas comunes y la pluralización del compromiso social?

Sin duda, no es una tarea fácil. Sin embargo, este libro que hoy se presenta tiene la finalidad de exponer o visibilizar algunos ejemplos representativos de lo que se está haciendo para resolver tales cuestiones y delinear una perspectiva, una posible vía o vías, que permita seguir construyendo sobre y/o junto (a) esto que ya existe.

Comenzando por el principio, es de llamar la atención la primera parte del título: “Resolver problemas sociales”. Esto porque cuando uno lee los capítulos de esta obra, algunos de ellos son claros en argumentar que antes de pensar en la forma o formas de resolución posibles de un problema se requiere construirlo, plantearlo, conocerlo. Una primera advertencia que parece surgir de esto es que “los problemas” no tienen una condición ontológica en sí, sino que son resultado de la percepción y vivencia de condiciones y entornos que requieren, digámoslo así, ser corregidos, subsanados, replanteados.

Sobre esta advertencia, en su generalidad los textos exponen que no es lo mismo cuando ese problema responde al discernimiento de una persona, de una disciplina, de un actor (individual o colectivo), de una institución, a cuando su construcción es resultado de una reflexión colectiva en la que no solo se privilegia el debate multi, inter y transdisciplinar (los cuales son rutas diferentes, nos dice Enrique Luengo, pero plausibles), sino también de la incorporación de diversos saberes o experiencias, como por ejemplo de quienes más “viven” o “sufren” esos problemas. Es pues una invitación a lo que diversos pasajes de Complexus llaman “la complejidad”. Es decir, plantear los problemas como problemas complejos.

¿Qué significa esto? Para el método de nodos articuladores, eje central de este texto, el inicio representa, en efecto, la posibilidad de construir problemas en lógica de complejidad y no de temas, disciplinas o, incluso, de departamentos (que en todo caso responde en parte a esa diferenciación disciplinar). Esto no significa, explican, la renuncia a los intereses de cada persona o participante que se integra al nodo, sino del cruce de las complementariedades, de la suma de esfuerzos y en el delineamiento de metas comunes que articulen lo individual con lo colectivo. Si bien esto señala un camino no exento de conflictos, la idea de complejidad nos permite naturalizar ese conflicto, como parte consustancial tanto del proceso de problematización como de lo propiamente social. La realidad es conflictiva, es necesario aprehenderla con “h” y “e” intermedias y capitalizar tal conflictividad en tanto plantea la necesidad de que los nodos estén siempre siendo alimentados con esa “información” proporcionada por el entorno, por esa realidad cambiante.

Lo anterior se traduce en un reto importante, pues una apuesta como la de los nodos requiere ensamblajes de métodos que sean capaces de adaptarse, de cambiar, de ajustarse. En otras palabras, métodos fluidos que estén posibilitados, de nueva cuenta, para aprehender o lidiar con la incertidumbre y el conflicto. En este número, por ejemplo, se develan apuestas acerca de cómo la lógica de redes, el tejido en red, puede aportar en términos de la construcción conjunta de problemas complejos considerando a diferentes actores individuales y colectivos; cómo esa misma lógica permite ubicar los puntos de encuentro (y desencuentro), las capacidades, los intereses, las metas comunes, las formas de incidencia colectiva y propuestas o alternativas de solución. Las redes, transformadas en método, deben permitir la observación dinámica de la realidad. Recalco, es un reto, porque esto significa precisamente que estos métodos requieren manejar y sistematizar información entrante del entorno cambiante, es decir, si me permiten la metáfora, pasar de “fotografías” de la realidad a “videos” sistemáticos de la misma.

Esta fluidez de la que hablo y habla la obra que hoy se presenta, debe verse reflejada, según esta propuesta, en nuevas pautas de organización académica y universitaria. Trabajar en lógica de nodo, de problemas complejos y de métodos adaptativos requiere de nuevas disposiciones que sean capaces de vencer las barreras disciplinares, de construir lazos interdepartamentales más fuertes y sistémicos, de impulsar sobre todo las relaciones externas en esa lógica de tejido en red, así como facilitar procesos administrativos para contribuir a la fluidez argumentada. Así que hay más retos en el camino.

Otro punto importante que extraigo de la lectura es el siguiente: los nodos al problematizar también forman y buscan formar. En el primer sentido, porque quienes participan en los nodos están constantemente retroalimentados por el colectivo y por la información del entorno recibida que está siendo sistematizada y analizada bajo la lógica de problemas complejos. La segunda porque los nodos pretenden ser nichos de formación para las y los estudiantes de la universidad manteniendo como pilares la transdisciplina, el pensamiento complejo y la fluidez organizativa. Sobre esto, el documento nos ofrece varias reflexiones acerca de la posibilidad y necesidad de que, de manera ejemplar, algunos Proyectos de Aplicación Profesional (PAP) sean partes conformantes de nodos para que contribuyan al proceso de problematización, y al mismo tiempo de la construcción de alternativas. Esto significa, por supuesto, la necesidad de que los nodos además sumen a los profesores PAP. Sobre lo último, este Complexus da evidencias de varios esfuerzos acerca de cómo se han construido articulaciones entre PAP y de PAP con otras funciones universitarias gracias al diálogo, al reconocimiento mutuo y al encuentro de objetivos comunes.

Sobre esto último, y para ir cerrando mi contribución a esta presentación, quiero enfatizar que los textos incluidos en este número ponen en el centro de toda esta construcción o propuesta, el compromiso social y la atención de las desigualdades sociales. Los ejemplos aquí contenidos muestran el compromiso por modificar un estado de cosas que afectan de forma negativa a determinados sectores de la población. Construyen y comprenden los problemas con ellos. Así, los nodos tienen, como parte de su columna vertebral, lo que Axel Honneth llamaría una episteme de la implicación. En otras palabras, el sentir de una obligación acerca de una realidad naturalmente desigual y que nos apela cuando esta es lacerante de la condición humana. Nos obliga a estar implicados, a reconocer que esos problemas complejos no le pertenecen a “otros”, son de todas y todos, en especial, cuando los ejemplos aquí contenidos demuestran que tales problemas representan condiciones estructurales, diferentes formas de normalización y de invisibilización que se han vuelto parte de nuestro orden social jerárquico y desigual, de ese orden en el que todas y todos somos copartícipes.

Así, los nodos representan un proceso perdurable, un constante esfuerzo cíclico, cambiante, adaptable, que pretende dar idas y vueltas desde la problematización (en términos de complejidad) y la construcción de alternativas a esas desigualdades sociales. En la imbricación de redes, la formación vinculada, el mapeo de actores, los seminarios y arenas de debate intra y extrauniversitarias, los programas de aplicación profesional, los proyectos que han tejido en red, entre otros, se encuentra el actual desarrollo de los nodos articuladores considerando que en el centro estarán las personas y, en ese sentido, la función social de la academia de contribuir a un orden social menos desigual. Más retos por delante, sin lugar a duda.

Ahora bien, para no quedarme solo con los sabores dulces respecto a lo leído, y considerando que todo es sujeto de mejora o de complemento, una reflexión posterior a explicitarse refiere a todos esos posibles obstáculos que se pueden presentar para lograr la ejecución de una obra titánica como esta (me refiero a esa metodología o metodologías que pretenden la articulación de tan variados intereses, motivaciones, perspectivas y posturas). Como diría Michel Foucault, el poder es una bestia magnífica que se encuentra fluyendo en toda las relaciones microfísicas. Integrar de manera explícita al poder como parte de la comprensión de la realidad para entender cómo puede convertirse, por un lado, en un impedimento (incluso desde la propia formación de nodos), considerando, por ejemplo, las formas de dominación imperantes y, por otro, como relación social que construye contrapesos, narrativas diferentes, comprensiones distintas de la realidad para empujar ciertas dinámicas y cambios. Ustedes disculparán las disrupciones sociológicas.

Me gustaría poderles narrar muchos elementos más que encontré o que me despertó el documento. No obstante, les estaría quitando su derecho a explorarlo por ustedes mismos. No deseo ser egoísta y privarles de la oportunidad de encontrar esas riquezas dentro de cada texto que los lleve a reflexionar sobre su quehacer, nuestro quehacer, así como del universitario y de la propia función social de la academia. En todo caso, mi papel es la de invitarlos e invitarlas a leer los materiales, dándoles unas pinceladas de los olores, sabores y texturas de lo que encontrarán en su interior.

Muchas gracias por su atención a este breve comentario.

 

* Este texto fue leído durante la actividad para la presentación del número 11. Resolver problemas sociales: hacia una metodología de nodos articuladores, de la colección Complexus, que tuvo lugar en el Auditorio D2 del ITESO, el 27 de abril de 2023.

** Profesor del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social (Cifovis) del ITESO. Experto en las áreas de investigación de Sociología Política, Antropología Política y Geografía Política y ha tratado principalmente con temas como procesos electorales, instituciones y grupos políticos, acción colectiva, justicia y luchas por el reconocimiento. Correo: jorgeeufracio@iteso.mx

Complexus 11: Resolver problemas sociales: hacia una metodología de nodos articuladores

En este nuevo volumen se puede disfrutar y conocer de forma amplia, desde la introducción hasta el último artículo, las diversas experiencias de formación e investigación vinculadas que dan vida a parte del trabajo que realiza no solo el Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social, donde las experiencias universitarias nacen a partir de los Proyectos de Aplicación Profesional, sino desde todas las áreas que conforman la universidad. Al recorrer cada uno de los artículos se puede apreciar que el concepto de vinculación social no se queda en una sola dirección, sino que genera un entramado complejo de saberes y experiencias entre todos los actores.

Andrea Fellner Grassmann

 

Fecha de publicación: 30 de enero de 2023

 

Contenido

Presentación y comentario sobre la publicación
Presentación
Introducción
Parte I. Experiencias de trabajo articulado dentro del ITESO como aportaciones para la formulación de nodos
Aprendiendo a tejer redes. Una metodología colectiva
Laboratorio de Redes en la Sociedad del Aprendizaje
Nodo articulador «Agua para la Vida»: generar alternativas para la sustentabilidad del agua desde una experiencia piloto de vinculación, formación e investigación universitaria
Heliodoro Ochoa-García, Mario Edgar López Ramírez y Martha Cristina Rojo Michel
Nodo covid
Jorge Federico Eufracio Jaramillo, Gregorio Leal Martínez y Nora María Samayoa Aguilar
La trayectoria y caminar del ITESO en el tema de la movilidad humana
Magdalena Sofía de la Peña Padilla
Seminario Permanente de Economía Social y Solidaria
Gregorio Leal Martínez, Rodrigo Rodríguez Guerrero y Laura Estela Navarrete Navarro
Experiencias de formación docente en proyectos de vinculación universitaria PAP que promueven la colaboración
Martha Gabriela Muñoz Padilla y Martha Cristina Rojo Michel
Parte II. Aportes teóricos y metodológicos del trabajo articulado del ITESO en lógica de nodo articulador
El mapeo de actores y su aplicación en programas del ITESO
Carlos A. Peralta Varela y Fernando Escobar Zúñiga
Abordaje y tratamiento de problemas complejos
Enrique Luengo González
División complementaria del trabajo en un nodo articulador: propuesta de cuatro áreas organizacionales y ubicación de roles de los actores sociales participantes
Mario Edgar López Ramírez
La cultura organizacional como factor de sostenibilidad de una red universitaria de articulación ante problemas complejos en contextos de incertidumbre
Equipo COMyPE ITESO: Paz Cecilia Michel Estrada, Adriana Tiburcio Silver, Carlos Reynoso Núñez, Juan Antonio Ortiz Valdés y Guillermo Pérez Esparza
Acerca de los autores

Acerca de los autores

Magdalena Sofía de la Peña Padilla es licenciada en Sociología por la Universidad de Guadalajara y maestra en Política y Gestión Pública por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Su interés académico se enfoca en los temas de migración y género, así como en los aspectos metodológicos de la gestión social y el aprendizaje y sistematización desde la práctica; en particular, sobre metodologías de trabajo para la integración de personas en situaciones de migración y refugio, desde el trabajo con las mujeres.

Fernando Escobar Zúñiga es profesor emérito del ITESO, maestro en Ciencias. Es miembro de la Coordinación de Innovación, Desarrollo y Exploración Académica. Su trabajo se ha centrado en el estudio de las tecnologías y su impacto en la sociedad y el aprendizaje.

Jorge Federico Eufracio Jaramillo es profesor–investigador del ITESO, adscrito al Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social. Es licenciado en Geografía y Ordenación Territorial por la Universidad de Guadalajara, maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalisco, y doctor en Ciencia Social con Especialidad en Sociología por El Colegio de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Áreas de investigación: sociología política, antropología política y geografía política.

Laboratorio de Redes en la Sociedad del Aprendizaje es un autor red, un autor colectivo que está buscando de manera flexible y abierta como las redes. El contenido que se comparte en esta ocasión, es la voz de muchas personas que, a lo largo de los años, han explorado, reflexionado y sumado hasta configurar una propuesta de trabajo inacabable por su índole, pues está respondiendo a nuevas y diversas preguntas y generando otras más.

Gregorio Leal Martínez es profesor–investigador del ITESO, adscrito al Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social. Es licenciado en Ciencias de la Educación por el ITESO y maestro en Economía Social por la Universidad Nacional de General Sarmiento en Argentina. Sus áreas de trabajo son economía social y solidaria, soberanía alimentaria y educación popular.

Mario Edgar López Ramírez es profesor titular en el ITESO, doctor en Ciencia Política. Coordinador del área temática 1 sobre X–disciplinariedad de la Red Internacional Waterlat–Gobacit sobre estudios del agua y de la mesa de Ecología Política de la Red para la Integración de América Latina y el Caribe (REDIALIC). Es miembro del consejo consultivo y del comité científico y técnico del Tribunal Latinoamericano del Agua (TLA). Ha sido también coordinador del Programa Nacional Estratégico “Conocimiento y Gestión en Cuencas del Ciclo Socio–Natural del Agua, para el Bien Común y la Justicia Ambiental” (Pronaces Agua) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Enrique Luengo González es profesor numerario del ITESO, licenciado y maestro en Sociología y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3. Sus áreas temáticas de interés son: epistemología y metodología de las ciencias sociales, estrategias inter y transdisciplinares, problemas y pensamiento complejo, transformaciones de la educación superior y la construcción de innovaciones ciudadanas orientadas a los bienes comunes.

Paz Cecilia Michel Estrada es profesora titular del ITESO, licenciada en Psicología, maestra en Administración de Empresas, con especialidad en Desarrollo Organizacional (ITESO) y Psicología Organizacional (IEU de Puebla). Sus áreas de aplicación son: consultoría organizacional, desarrollo y comportamiento organizacional.

Martha Gabriela Muñoz Padilla es académica del Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social del ITESO. Es parte del equipo de Proyectos de Aplicación Profesional (PAP), donde coordina el programa de formación de profesores PAP y la Apuesta PAP de Economía Solidaria y Trabajo Digno. Es maestra en Cooperación al Desarrollo Sostenible por la Universidad Pontificia de Comillas, España, y maestra en Educación y Gestión del Conocimiento por el ITESO. Su docencia está enfocada en experiencias de formación vinculada con poblaciones vulnerables.

Laura Estela Navarrete Navarro es académica del ITESO, adscrita al Centro Universidad Empresa. Es licenciada en Administración de Empresas por la Universidad de Guadalajara y maestra en Administración de Empresas por el ITESO. Sus áreas de trabajo son: proyectos de intervención social universitaria con actores de la economía social y solidaria, emprendimiento y desarrollo de la micro y pequeña empresa.

Heliodoro Ochoa–García es profesor titular en el ITESO, doctor en Geografía y Desarrollo Sustentable. Investiga y enseña sobre conflictos socioambientales, gobernanza sustentable del agua y desarrollo regional.

Juan Antonio Ortiz Valdés es profesor del ITESO, adscrito al Departamento de Economía, Administración y Mercadología. Es licenciado maestro y doctor en Psicología (Vanderbilt University). Sus áreas de investigación son: cambio y cultura organizacional, estrés y calidad de vida laboral, compromiso organizacional y desgaste profesional.

Carlos A. Peralta Varela es doctor en Ciencias Sociales, con especialidad en Antropología Social. Desde 1995, es profesor–investigador de tiempo completo en el ITESO. Actualmente, es coordinador de programas de posgrado en el Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del ITESO.

Guillermo Pérez Esparza es profesor–investigador en el Centro Universidad Empresa del ITESO, licenciado en Psicología y maestro en Desarrollo Humano por el ITESO, y maestro en Administración y doctor en Competitividad Empresarial y Desarrollo Económico por la Universidad de Deusto, en España.

Carlos Reynoso Núñez es profesor–investigador del ITESO, adscrito al Departamento de Economía, Administración y Mercadología. Licenciado en Relaciones Industriales por el ITESO, maestro en Dirección de Organizaciones y doctor en Dirección de Organizaciones por la Universidad Popular Autónoma de Puebla. Empresario desde hace más de veinte años en INSERH, empresa orientada al capital humano. Autor de diferentes artículos académicos en temas organizacionales.

Rodrigo Rodríguez Guerrero es profesor–investigador del ITESO, adscrito al Centro Universitario de Incidencia Social (Coincide). Es licenciado en Psicología, maestro en Gestión y Desarrollo Social y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Sus áreas de trabajo son: economía social y solidaria, agroecología, desigualdades y redes alimentarias alternativas.

Martha Cristina Rojo Michel es académica del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social del ITESO. Ha colaborado en la puesta en marcha de los PAP desde 2005, donde forma parte del equipo de la Coordinación de Proyectos de Aplicación Profesional, desde la gestión académica y la formación. Coordina la Apuesta Identidades e Inclusión Social. Es maestra en Desarrollo Humano por el ITESO. Su docencia está enfocada en PAP que trabajan con poblaciones estructuralmente vulnerables en comunidades del área metropolitana de Guadalajara. Actualmente, es profesora del PAP Ciudades globales amigables con las personas mayores.

Nora María Samayoa Aguilar es estudiante de doctorado en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), maestra en Ciudad y Espacio Público Sustentable por el iteso y arquitecta por la Universidad Autónoma de Chiapas. Sus áreas de investigación son: gestión comunitaria, diseño arquitectónico colaborativo, análisis y gestión el territorio, urbanismo e incidencia y vinculación social universitaria.

Adriana Tiburcio Silver es profesora titular del iteso, adscrita al Centro Universidad Empresa de la Dirección de Integración Comunitaria. Es licenciada en Pedagogía por la unam, y maestra en Educación y Procesos Cognoscitivos por el iteso. En la actualidad, es doctorante en Investigación e Innovación Educativa (CEPC Universidad). Es emprendedora social de chocolates orgánicos y artesanales.