Introducción

“Ha nacido una nueva modernidad: coincide con la «civilización del deseo» que se construyó durante la segunda mitad del siglo XX. Esta revolución es inseparable de las últimas orientaciones del capitalismo dedicado a la estimulación perpetua de la demanda, a la comercialización y la multiplicación infinita de las necesidades: el capitalismo de consumo ha ocupado el lugar de las economías de producción. En el curso de unos decenios, la sociedad opulenta ha trastocado los estilos de vida y las costumbres, ha puesto en marcha una nueva jerarquía de objetivos y una nueva forma de relacionarse con las cosas y con el tiempo, con uno mismo y con los demás”. 

 

Con estas palabras, Gilles Lipovetisky (2007, p. 7) nos introduce a la esfera del consumo como erróneo sinónimo de la felicidad en su famoso libro “La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo”. Un poco más adelante, en la misma presentación, nos advierte sobre el consumismo moderno: “la propia revolución del consumo ha sido revolucionada. Se ha puesto en marcha una nueva fase del capitalismo de consumo y es la sociedad de hiperconsumo” (2007, p. 8).

Esa es la paradoja de la felicidad, pensarnos como “consumidores sin límites” o “hiperconsumidores” en un mundo también hipermercantilizado, donde todo se encuentra a la venta, incluida la vida de las diversas especies incluido el homo sapiens. Y esta mercantilización extrema no es tan solo económica, sino que involucra también las dimensiones social, política, ambiental y cultural, poniendo de rodillas al planeta mismo y la viabilidad de su existencia como la conocemos. En suma, hablamos de una mercantilización de la vida misma.

En esta misma lógica reflexiva, para Byung-Chul Han (2016) el consumidor no es ciudadano. Compra lo que le gusta siguiendo sus inclinaciones individuales. La responsabilidad por la comunidad caracteriza al ciudadano. Pero el consumidor no tiene esa responsabilidad. Y eso se amplía el campo de la política, dado que dejamos de ser sujetos activos para pasar a ser simples consumidores en los mercados electorales (marketing, encuestas, electores como consumidores). En otras palabras, el capitalismo se ha convertido en una religión y un verdadero ídolo, y sus mercados y consumos en nuevas idolatrías[1].

No obstante, en contraposición a esta tendencia hipermercantil y consumista del norte global existen amplias franjas de la población del sur global que apenas sobrevive con niveles críticos de subconsumo[2]. Ello supone amplias desigualdades que van en los rangos del hiperconsumo para unos cuantos hasta el subconsumo para las grandes mayorías de la población del planeta.

Más que en la era geológica del Antropoceno, estamos viviendo en el Capitaloceno. En sus estudios sobre el origen, historia y crisis del capitalismo, Jason W. Moore (2016) afirma que la “era del capitalismo” ha llevado al planeta a sus límites. Y ello significa que no todos somos responsables del cambio y la crisis climática actual, al menos no al mismo grado: el 1% de la población ha causado el 50% de las consecuencias climáticas, mientras que el 50% lo ha hecho con apenas el 10%. De manera que el grado de responsabilidad importa.

En el mismo sentido, en el contexto de la fase neoliberal y globalizadora del capitalismo, Franz Hinkelammert y Henry Mora (2012), en su libro “Economía para la vida”, hacen una crítica radical a la economía capitalista y sus afanes por un “mercado total” o “mercado-mundo” con las graves consecuencias sociales y ambientales que genera, es decir, poniendo en riesgo o destruyendo de hecho la vida misma en el planeta:

“El carácter compulsivo de la competencia capitalista del mercado total (globalizado, totalizado) lleva tendencialmente a una situación en la cual ya no se puede vivir sino es participando en el proceso de destrucción de toda la vida en el planeta. Mercado y capital, que en su totalización arrasan con el planeta –con los seres humanos y con la naturaleza- aparecen ahora como la fuente de la vida. No se puede vivir sin ellos, aunque vivir con ellos signifique participar en la destrucción de las verdaderas fuentes de la producción de la riqueza, el ser humano y la naturaleza. Este es un paso más de la conversión de la vida humana en capital humano y de la naturaleza en capital natural.”

En palabras de Gilles Deleuze y Félix Guattari: “nos hemos convertido en máquinas deseantes, con lo cual el capitalismo esquizofrénico nos ha terminado convirtiendo a nosotros mismos en sujetos esquizofrénicos” (citados por Maldonado, s/f, p. 83). 

O como Víctor M. Toledo -biólogo social mexicano y experto en ecología política, conflictos ambientales y patrimonio biocultural- nos advierte sobre la necesidad de llevar el análisis hacia la nueva contradicción fundamental, ya no entre capital y el trabajo sino entre las prácticas políticas para la vida y las políticas de muerte con su tendencia hacia el colapso civilizatorio:

“Hoy cada vez es más necesario y adecuado hablar de ´políticas para la vida´ y ´políticas para la muerte´ (…) La depredación ecológica y la explotación del trabajo humano continúa conforme el capital corporativo doblega gobiernos de todo tipo para ponerlos a su servicio, dando lugar a lo que hemos denominado los ´hoyos negros de la modernidad´ (…) El conjunto de estas políticas para la muerte conducen a un colapso civilizatorio, como se analiza y discute con más intensidad y frecuencia en innumerables círculos (think tanks) del mundo”.

Por ello, sin que todo esté perdido y en un juego de tensiones competencia-cooperación, frente a este tsunami capitalista y neoliberal, nuevas apuestas se construyen buscando reencontrar el camino de una auténtica felicidad, bienestar o buen vivir: aquella que no sienta sus reales en el consumo desmedido y en la múltiple explotación de las personas, convertidas en individuos desciudadanizados y despojados de su subjetividad. De manera que el proceso capitalista neoliberal, caracterizado por el continuum general de producción-distribución-consumo y sus procesos complementarios[3], asume al mismo tiempo el de la transformación de los mercados bajo diversas formas y disfraces.  

Frente a lo anterior, surgen otros consumos emergentes todavía marginales, entre ellos el consumo ético, el consumo consciente, el consumo saludable, el consumo responsable, el consumo social y el consumo solidario.

De ahí que, ofreciendo su corazón desde los limes-fronteras-periferias del sistema, han venido surgiendo cada vez con mayor vigor diversas alternativas económicas -otras economías- que buscan dignificar la vida humana y del planeta en su conjunto, para llevarlas al centro, al corazón mismo de la sociedad, para transformarla. Entre ellas, conceptualmente -desde diversos enfoques científicos como la antropología económica, la economía política y crítica, la socioeconomía, la economía ecológica- se destacan: a. dentro del sistema-mundo capitalista que intentan humanizarlo, la Economía Social de Mercado, las Cadenas Globales de Valor, la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa, la Economía del Bien Común, la Economía Azul, la Economía Circular, el Ecosistema de Innovación Social y la Economía Colaborativa, las organizaciones TEAL-Evolutivas, la Economía Humanista y la Economía Dónut, entre las principales; b. pero también, más allá del marco del sistema del capital, otras concepciones socioeconómicas están siendo abordadas para intentar dar cuenta de innumerables experiencias alternativas, como las Economías orientales (budistas), la Economía Justa o con Justicia, las Economías Colaborativas Alternativas y el Cooperativismo de Plataforma, las Economías Propias o Comunitarias, las Economías Sociales y Solidarias (ECOSOL) y los Sistemas Tecnológicos Sociales (combinación de Tecnologías Abiertas y ECOSOL).

Más allá del fin de la historia, del pensamiento único y de los mercados capitalistas dominantes, la pluralidad de mercados existe -superando esos límites hiperconsumistas- y de ello dan cuenta las alternativas socioeconómicas. Dada la complejidad de la realidad social y sus diversas tendencias, pensamos que el pensamiento complejo de Edgar Morín y sus principios nos pueden ayudar a orientar la construcción de nuestro conocimiento, vinculando pensamiento-emociones-acción como un proceso articulado. En esta propuesta analítica, los aportes de la física moderna -tanto macro como micro- contribuyen también para este acercamiento: Fritjof Capra, Stephen Hawking e Illia Prigogine son algunos de nuestros referentes teóricos. Los estudios descoloniales y la ecología de saberes[4]  nos invitan a no quedar sujetos a las epistemologías y conocimientos científicos occidentales dominantes, sino abrir las ciencias, los conocimientos y saberes a los aportes que surgen desde otras perspectivas: el sur global, los pueblos originarios y campesinos, el saber popular, en suma, los saberes (razones-sentires-acciones) de los sujetos que experimentan las “alternativas solidarias al mercado”.

Las páginas siguientes buscan aclararnos este paisaje multiforme y colorido -un verdadero caleidoscopio- que enmarca la propuesta de investigación de la Unidad Académica Básica de Economía Solidaria y trabajo del CIFOVIS y cuyo enfoque se centra en las “Alternativas Solidarias Al Mercado”, particularmente en nuestro estado de Jalisco. Como acontece en la ecología de la acción[5], este principio del pensamiento complejo, la idea original de acercarnos a un estado de la cuestión sobre las alternativas al mercado desde las economías solidarias se fue transformando gradualmente y en la práctica en la deriva que se presenta. En otras palabras, la realidad nos fue obligando a ampliar o extender cada vez más nuestro esfuerzo, incorporando continuamente las economías emergentes en un entramado comprehensivo que nos ayudara a situar mejor dichas alternativas al mercado.

De manera esquemática, el documento está dividido en 2 partes. La primera y más extensa, da cuenta de las tendencias macro -mirada macroscópica- de las emergencias socioeconómicas recientes (capítulos 2-4). La segunda (capítulo 5), más breve y orientada desde la perspectiva micro para el estudio y análisis de casos -mirada microscópica-, busca aportar elementos sobre las alternativas al mercado y propone una serie de categorías analíticas con el fin de hacer visible lo invisible. El capítulo primero, por otra parte, establece el mapa de ruta que nos permita abordar las emergencias para la descripción de las tendencias macro. Finalmente, las reflexiones abiertas constituyen un esfuerzo para preguntarnos si la simbiosis de las alternativas socioeconómicas transformativas y sus mercados es posible y de qué manera.

 

[1] En términos de la sociología de las religiones, el teólogo y sacerdote católico jesuita Víctor Codina, en una recuperación de Lluís Duch, monje benedictino, afirma que “el capitalismo se ha convertido en la religión de hoy, la plenitud escatológica depende de la cartera y del consumo… Lo que se ha producido en Occidente es una estatización de la naturaleza y del cuerpo humano, y una mitificación de la técnica, la economía, los mass media, con tendencias idolátricas. La idolatría no es nunca un fenómeno del pasado (Codina, 2018).

[2] Cuando hablamos del Norte y Sur globales no nos estamos refiriendo a su ubicación geográfica en el planeta, sino a la existencia de realidades de riqueza-inclusión o de pobreza-exclusión en cualquier región del mundo. En este sentido, en la Unión Europea o los Estados Unidos conviven tanto el norte como el sur globales y, viceversa en otros continentes, donde nuestra América Latina no es la excepción.

[3] Nos referimos a las finanzas (ahorro y crédito), la inversión, la carga tributaria o fiscal, su relación con el medio ambiente, etc.

[4] Entre los autores descoloniales más representativos se encuentran Walter Mignolo, Enrique Dussel, Edgardo Lander y Aníbal Quijano. Desde la ecología de saberes y las epistemologías del sur, Boaventura de Sousa Santos es un referente obligado.

[5] Como señala Enrique Luengo (2011, p. 93) en su diccionario sobre complejidad, “Por el hecho de las múltiples interacciones y retroacciones en el medio donde se desarrolla, la acción, una vez desencadenada, escapa a menudo al control del actor, provoca efectos inesperados y, en ocasiones, incluso contrarios a los que esperaba. Primer principio: la acción depende no sólo de las interacciones del actor, sino también de las condiciones propias del medio en el que se desarrolla; segundo principio: los efectos a largo término de la acción son impredictibles. Una acción, por tanto, no se define sólo en relación a sus intenciones, sino, sobre todo, en relación a su deriva (Morin, Edgar, El método VI: ética, p. 230; Morin, Edgar, Ciencia con conciencia, p. 285)”.