Costa plástica. Crisis pandémica y cambio climático en el distrito costero–rural de la “franja transformada” en Sicilia: la carretera rural como clave de regeneración

Chiara Nifosì

 

Resumen

El título de este trabajo, “Costa plástica”, tiene un doble significado: reflexiona sobre la condición actual de las regiones rurales donde existe una fuerte economía agrícola de cultivos en invernadero, a partir del caso de estudio presentado, el distrito rural de la “franja transformada” en el sureste de Sicilia; anticipa un objetivo estratégico: la remodelación de los territorios rurales, informales y costeros para responder a los efectos impuestos por la pandemia y el cambio climático. Un análisis de los datos nacionales más recientes y un conjunto de entrevistas realizadas en abril de 2022 a escala local ayudan a comprender los cambios repentinos en los territorios rurales debidos no solo a los efectos inmediatos de la pandemia y a los efectos, ahora evidentes, del cambio climático, sino también a un estado de crisis ambiental y social de larga data. Por último, la necesidad de traducir los objetivos de las políticas europeas y nacionales, formuladas para hacer frente a la pandemia, en proyectos de adaptación del espacio físico y en acciones cuantificables, lleva a reflexionar sobre la “plasticidad” de los territorios rurales–costeros investigados, sobre las posibles formas capaces de despejar las diversas criticidades y opacidades con las cuales siguen conviviendo.

Palabras clave: rural–costero; cambio climático; pandemia

 

Abstract

The name of this paper, “Plastic Coast,” has a dual meaning: it reflects the current condition of rural regions whose economy is dominated by greenhouse crops, as presented in the case study of the ”transformed belt” in southeastern Sicily; and it anticipates a strategic objective, the remodeling of rural, informal coastal territories in response to the effects imposed by the pandemic and climate change. An analysis of the most recent national data and a series of interviews conducted locally in April 2022 sheds light on the sudden changes in rural areas due not only to the immediate impact of the pandemic and to the undeniable effects of climate change, but also to a state of longstanding environmental and social crisis. Finally, the need to translate the objectives of European and national policies, formulated to deal with the pandemic, into projects involving the adaptation of physical space and quantifiable actions sparks a reflection about the “plasticity” of the rural-coastal territories in question, i.e., possible ways to address the crises and the impenetrability that continue to weigh on the locals’ living and working conditions.

Key words: rural–coastal, climate change, pandemic

 

Pandemia, nuevos conflictos y crisis climática en las italias rurales

La emergencia de covid–19 determinó y determina una crisis socioeconómica mundial sin precedentes en la historia reciente. Las medidas adoptadas para contener la pandemia, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, limitaron los movimientos y la vida social de la población y redujeron las actividades productivas.[1]

En general, el sistema agroalimentario italiano, frente a los retos que plantea la continua pandemia, emerge como uno de los sectores más resistentes y sigue siendo uno de los sectores líderes de la economía nacional[2] (ISTAT, 2020), confirmando algunos récords internacionales y europeos.[3] Este es el panorama general que se desprende del análisis del Anuario de la Agricultura Italiana del CREA[4] (datos 2019/21), al cual se refiere parte de las reflexiones a continuación.

Son muchos los factores que han condicionado el comportamiento del sector agroalimentario durante la emergencia, con diferentes repercusiones en los distintos distritos rurales. Las principales dificultades a las que se enfrentan muchas empresas están relacionadas con el cambio repentino de la demanda de bienes y servicios, los canales de distribución utilizados y la posibilidad de activar puntos de venta alternativos, pero también la dificultad objetiva, para algunas, de garantizar la continuidad de la producción debido a la falta de mano de obra o de materia prima básica, así como la perecibilidad, aspecto propio de este tipo de producción.

Puede decirse que la emergencia pandémica ha tendido un impacto más limitado en la cadena de suministro de hortalizas y frutas —menor de lo esperado que en la producción de vino—, mientras que ha presentado efectos muy diferenciados en los actores vinculados a los nuevos modelos de consumo y más negativos para los sectores agrícolas vinculados a canales de hotelería y servicio de alimentos.

La pandemia también ha acentuado fuertemente algunos elementos distintivos de la agricultura italiana: la brecha cada vez más evidente en el sistema de explotaciones, entre las grandes unidades que producen para el mercado de forma estable y prevalente y las unidades que, en cambio, mantienen relaciones de mercado ocasionales, si no exclusivamente orientadas al autoconsumo; el progresivo arraigo e intensificación de los procesos de diversificación de las actividades productivas.

El estado de emergencia pandémica se ve agravado por el actual conflicto ruso–ucraniano por el aumento del coste de la energía, el transporte y las materias primas necesarias para la producción, así como por los efectos ya evidentes del cambio climático en términos, sobre todo, de aumento de las temperaturas, incendios, vientos y lluvias extremas, inundaciones, salinidad de las tierras costeras, eventos y escasez de agua.

El impacto en las zonas rurales de las “diversas crisis” en curso aún no es claro. Mientras tanto, los gobiernos han intervenido con medidas y programas de ayuda[5] destinados, por un lado, a apoyar las dificultades inmediatas provocadas por la emergencia pandémica y, por otro, a relanzar la economía y los sectores más afectados. Sin embargo, entre las líneas de los distintos “planes” poco o nada se puede discernir sobre las formas físicas pensadas para “aterrizar” estas medidas–objetivo en los territorios concretos, pero queda abierto el espacio para variadas interpretaciones. Los territorios rurales, como en el pasado, se enfrentan a este periodo entre “luz y sombra”.

 

El sistema rural Ibleo en el sureste de Sicilia

El estudio de caso que pretendemos relacionar con el tema de los Territorios postpandémicos se refiere al sistema rural Ibleo, en el sureste de Sicilia. Un territorio articulado que ha tallado su sistema social y económico en el suelo, a través de un complejo conjunto de signos que dan testimonio de una identidad rural estratificada y específica.

El paisaje Ibleo se caracteriza por una compleja estructura geomorfológica y urbana: una meseta calcárea frente al mar Mediterráneo, que alberga un paisaje agrario tradicional marcado por las delimitaciones geométricas de los muros de piedra seca, los cultivos arbóreos y el extendido sistema de masserie (fincas), enmarca una estructura urbana policéntrica de ciudades tardobarrocas asentadas entre las “canteras”, profundas incisiones excavadas por torrentes, cuya difícil accesibilidad ha preservado a menudo ecosistemas de alto valor medioambiental (Nifosì, 2021).[6] En la franja costera se alternan lugares de excepcional valor medioambiental —las desembocaduras de los torrentes, perpendiculares a la costa y retazos de matorral mediterráneo—, franjas de agricultura intensiva de invernadero mezcladas con retazos de zonas de edificación informal y poblados marinos consolidados.

Una rica agricultura, aunque menos próspera, sigue constituyendo el principal motor económico de la zona de Iblea, y un creciente flujo de turistas, confirman el dinamismo sociocultural de esta zona en comparación con el resto de Sicilia, definida por varios estudiosos como “una isla dentro de una isla” (Distefano, Raniolo, 2017).[7]

 

Fábricas de plástico de la “franja costera transformada”

El llamado “oro verde”[8] del cultivo de frutas y verduras da forma a la “franja costera transformada”,[9] una zona que, desde la década de los sesenta, alberga la mayor extensión de invernaderos del país[10] y de la cual proceden la mayoría de los productos frescos que diariamente llenan los estantes de los supermercados.

Las principales productoras de tomates son una miríada de pequeñas y medianas empresas agrícolas, que en su mayoría no superan las dos hectáreas de superficie útil. El sistema de producción local, fuertemente orientado a la exportación, se caracteriza por una necesidad estructural de mano de obra inmigrante. Para traducirlo en algunas cifras, la “franja transformada” cuenta con unas 9,000 empresas con unos 26,000 empleados, de los cuales dos tercios se dedican a la horticultura de invernadero. Respecto a este sector, existen 3,331 empresas y 5,700 hectáreas de SAU —superficie agrícola utilizada (cerca de 75% del total regional de invernaderos y 30% del total nacional)—, con 65% de la producción atemporal de tomate (ISTAT, 2016).

Este espacio rural costero heterogéneo es el resultado de una especie de “estado de excepción”, como lo han definido Francesco Lo Piccolo y Vincenzo Todaro, refiriéndose a Agamben.[11] Un espacio que, a lo largo de la historia, desde la antigüedad, ha vivido según sus propias reglas, que ha continuado a lo largo del tiempo dando lugar a transformaciones progresivas y consistentes, autónomas de la lógica urbana, o que la lógica urbana a lo largo del tiempo ha tratado de corroer. Además de las transformaciones espaciales —el paisaje de invernadero ha sustituido a los tradicionales paisajes de dunas del litoral, ha erosionado y ocultado el sistema hídrico perpendicular a la costa y ha alterado los suelos mediante el uso de productos fitosanitarios—, desde la primera década de 2000 también se ha producido una profunda reestructuración social del “cosmopolitismo rural” (Aguayo, 2008; Popke, 2011; Lo Piccolo y Todaro, 2018) que caracteriza a estos territorios. De hecho, se están produciendo tres transformaciones principales: una sustitución progresiva de la mano de obra norafricana, que ha estado presente durante más tiempo, por inmigrantes de Europa del Este; un segundo cambio en la composición de la mano de obra, que antes estaba formada casi exclusivamente por hombres jóvenes pero que ha visto aumentar gradualmente su componente femenino con el tiempo (esto se debe en gran medida a que los trabajadores de Europa del Este se emplean más a menudo en pareja), y un tercer cambio en las condiciones de alojamiento de los trabajadores extranjeros. Mientras que los migrantes norafricanos solían encontrar alojamiento en los pequeños núcleos urbanos de la zona (segundas residencias), los trabajadores del Este residen cerca o dentro de las empresas agrícolas, creando así una situación de coincidencia entre los espacios y los tiempos de vida y de trabajo, pero aun recurriendo a microfenómenos de reapropiación del espacio, en un intento de responder a una simplificación extrema de la vida que se vive a diario en el campo (Piro &a Sanò, 2017).[12]

En las tierras en las que todavía rige en parte la enfiteusis, un mercado masivo de tierras agrícolas ha buscado y busca convertir los regímenes informales en tierras de habitación.

Actualmente, este híbrido urbano–rural a lo largo de la costa no es capaz de fomentar la agricultura, cada vez más fragmentada, ni de hacer ciudad, en términos de servicios o de calidad uniforme de la vivienda. En los territorios rurales de la franja costera, los retazos de ciudad mutilados, que equivalen a un gran espacio “sin terminar”. El progresivo proceso de urbanización informal, la consiguiente fragmentación de los suelos productivos y las más recientes economías de mercado a gran escala han provocado una alteración del palimpsesto histórico. La última temporada —se espera— de construcción masiva y generalizada en el territorio rural Ibleo, que tuvo lugar a principios del nuevo siglo y que no parece frenar en lo más mínimo en la actualidad, ha dejado sobre el terreno un stock de artefactos, infraestructuras y subservicios sobreabundantes, incompletos o incoherentes con las condiciones culturales y socioeconómicas de la sociedad, además de críticos desde el punto de vista de la sostenibilidad medioambiental. Se trata de un enorme capital fijo territorial, tanto histórico[13] como reciente, que espera ser reinterpretado, reutilizado, mantenido, innovado en relación con la economía verde y la transición ecológica.

 

Algunas entrevistas de campo en la zona costera transformada de Scicli sobre la pandemia y la emergencia climática

Los datos sobre la tendencia nacional son confirmados a escala local por algunas entrevistas realizadas por la autora en abril de 2022, con algunas empresas que operan en la zona rural–costera de Scicli, una parte pequeña pero relevante de la llamada “franja transformada” que caracteriza la costa de Ragusa entre los territorios de Acate y Pachino. Las empresas entrevistadas sobre el tema “territorios rurales, efectos de la pandemia y cambio climático” son cinco y de diferentes tipos y tamaños (desde más de 600 empleados hasta 10 empleados y con extensiones de terreno que van de 150 a 5 hectáreas) y se dedican a la producción en invernadero con una cuota adicional de cultivo en campo abierto. El tipo de producción también difiere: tres de ellas producen bienes primarios ecológicos (hortalizas, frutas y algunos productos derivados), mientras que las otras dos pertenecen al sector de la floricultura y se ocupan de la venta de plantas en maceta destinadas a la gran distribución, o de la venta de plantas en maceta y en tierra destinadas al sector turístico–receptivo. Confirmando los datos nacionales, las mayores pérdidas relacionadas con la pandemia se registraron en este último sector.

Por otra parte, la evolución de la producción en el sector agroalimentario sigue profundamente afectada y penalizada por la sucesiva alza de temperaturas y los fenómenos climáticos adversos.[14] Por lo tanto, surge una fuerte vulnerabilidad en el sector agrícola vinculada a la crisis climática. Según estimaciones recientes de la Comisión de Cambio Climático, Infraestructuras y Movilidad Sostenible del MIMS,[15] en términos relativos, el aumento del riesgo climático será más evidente en las regiones del sur de Italia, como consecuencia de los cambios más pronunciados en los fenómenos meteorológicos extremos que dependen directamente de la temperatura y las precipitaciones.

Ya se está produciendo un cambio en la biodiversidad de los territorios a través de la migración de especies animales y vegetales (las que viven a temperaturas más elevadas están compitiendo con las más adaptables que llegan de zonas de temperaturas más bajas). Asimismo, se produce una serie de fenómenos que conducen a la disminución o desaparición de la productividad biológica del suelo (desertificación, intrusión salina). A estas áreas en particular debemos dirigir nuestra atención proyectual, observando en primer lugar el “equilibrio” del agua y su interacción con el suelo.

De las entrevistas realizadas en el ámbito local se desprende que todos los empresarios han empezado ya a experimentar de forma autónoma un conjunto de medidas para reducir los riesgos relacionados, en particular, con las temperaturas extremas del periodo de verano en sus lugares de trabajo y por la escasez de agua. En resumen, se registra lo siguiente: una diversificación y experimentación de nuevos productos capaces de cubrir más intensamente las temporadas menos calurosas y una reducción de la producción en la temporada de verano; un alejamiento progresivo de la producción de los territorios costeros en favor de los montañosos (para evitar la creciente intrusión salina, los daños causados por las fuertes lluvias, las temperaturas demasiado elevadas); la sustitución del plástico en los meses de verano por redes para reducir las temperaturas; un control meticuloso del consumo de agua a través de tecnologías a veces sofisticadas; una búsqueda de especies (en el caso de la floricultura) que requieran poca agua; una tendencia a la autosuficiencia en términos de producción de energía a través de las energías renovables (esto es principalmente todavía una intención), y un reciclaje total de los productos no vendidos o desechados como base para productos derivados o como fertilizante.

 

Un escenario rural para el futuro de la zona de Scicli, dentro de la franja transformada

En el contexto más amplio de la campiña de Iblea y de la “franja transformada” se propone una reflexión sobre el distrito de invernaderos costeros de Scicli. La oportunidad de estudiar este territorio rural específico proviene de una investigación más amplia titulada “Scicli Rigenera. Un manifesto per la città di domani”, encargado en 2020 por el Ayuntamiento de Scicli al Departamento de Arquitectura y Estudios Urbanos del Politécnico de Milán y recientemente concluido, así como varias exploraciones educativas. El objetivo general de la investigación es orientar el territorio de Scicli hacia prácticas y proyectos de regeneración que sirvan de anticipación al programa de revisión de los instrumentos de gobierno territorial local y como experimentación de la nueva Ley Regional de Urbanismo activa a partir de 2020. El marco estratégico propuesto en el documento de indicaciones (documento di Indirizzo) se divide en cuatro escenarios que corresponden a los principales retos para el territorio de Scicli. Los títulos atribuidos a los diferentes escenarios enmarcan las “cualidades” que se desea ver instrumentadas a través de las futuras transformaciones: Scicli Verde, Scicli Accesible, Scicli Inclusiva y Scicli Productiva expresan las principales imágenes programáticas, las cuales se deben derivar a través del proyecto del territorio.

En este marco, la investigación se centra en la reurbanización de zonas especialmente frágiles en las que se ha consolidado y se manifiesta un fuerte empobrecimiento social y medioambiental, y en particular el territorio rural costero.

 

Una lectura por las franjas rurales, la espacialización de las acciones estratégicas y la carretera rural–costera como clave de la regeneración

La estructura productiva agrícola del territorio de Scicli se lee por franjas, definidas tanto por aspectos geomorfológicos como por sus asentamientos. El territorio de Scicli, al igual que otras partes de la costa meridional de Sicilia, ha visto a lo largo de estas décadas una diferenciación en el papel de los distintos tipos de suelo que, partiendo de los terrenos de la “franja transformada”, implica también la parte de las colinas ubicadas hacia el interior.

Por lo tanto, los contextos rurales se han reinterpretado como una síntesis de sistemas complejos que connotan de forma integrada las identidades ambientales y de los asentamientos que conforman una gran parte del territorio.

Este escenario persigue el objetivo de crear las condiciones para frenar el consumo de suelo rural, junto a la protección del contexto, tanto como recurso productivo como para la necesaria mitigación y prevención de riesgos hidrogeológicos. Por ello, se investigan varias intervenciones estratégicas y acciones específicas que se propone desarrollar en fases temporales. En primer lugar, la reescritura del paisaje agrario en la franja costera, caracterizado por un híbrido urbano–rural fragmentado y de usos múltiples, mediante la propuesta de reordenación del paisaje costero de la primera franja que se asociará a la reutilización de los suelos abandonados y que se convertirá (tras su recuperación si fuese necesario) en nuevas formas de agricultura multifuncional, de diversificación de productos o en servicios básicos (sin recurrir a nuevas construcciones) para habitar, para uso turístico y de playa o como servicios ecosistémicos. En segundo lugar, el paisaje de las colinas es objeto de un proyecto de protección y revitalización que fomenta el cultivo de árboles al aire libre y, al mismo tiempo, la recuperación de las ruinas agrícolas, la reutilización de los residuos agrícolas, las cadenas de suministro cortas y las actividades de agroturismo. En comparación con el plan actual, se prevé una simplificación/restricción de los índices agrícolas; mientras que, para las zonas de producción intensiva, en parte obsoletas y degradadas, se prevé un despeje/reubicación y una agrupación, reutilización y regeneración de edificios, especialmente con vistas a una recuperación progresiva y una reconversión medioambiental–energética. Un carril para bicicletas a lo largo de la costa también está destinado a servir a los trabajadores de los invernaderos, que se desplazan casi exclusivamente en bicicleta, mientras que las carreteras rurales–costeras están orientadas como apoyo de la regeneración.

Las franjas “homogéneas”, paralelas a la costa, identificadas para el territorio rural y que permiten articular y diferenciar las estrategias de intervención, son cuatro: la franja de regeneración (el frente marítimo), la franja costera urbana–rural, en segunda línea; la franja de concentración de invernaderos, donde se registra la mayor productividad y, por último, la franja de colinas de cultivos arbóreos al aire libre y “esclusas”.

 

Franja de regeneración costera. La primera línea

La presión de los asentamientos, por un lado, y el abandono de los cultivos, por otro, han provocado la degradación del campo cercano a la costa, con evidentes daños ambientales, pero también sociales y económicos. En este marco, para frenar la progresiva urbanización y apostar por la potenciación de los espacios naturales, incluso en las parcelas agrícolas no utilizadas, la administración deberá desplegar un esfuerzo claro (la demolición y demo–reconstrucción o sustitución, además de sólidas estrategias de potenciación del entorno natural). Las operaciones de transformación deberán conseguir una renovación general de la edificación con la dotación de espacios públicos mínimos y servicios básicos que den calidad a los entornos residenciales existentes y cualifiquen la oferta turística. En esta primera franja se evaluarán los cambios de uso con funciones compatibles dentro de las parcelas agrícolas y que se ubican hacia la primera línea de costa, y los cuales deberán actuar como una eficiente “infraestructura ecológica ambiental” en respuesta al cambio climático, así como una “infraestructura social” destinada a una mayor integración de los trabajadores rurales.

 

La “ciudad rural” y la diversificación de cultivos, el despeje de los invernaderos y por cadenas de suministro de proximidad y de “nicho”

Entre la franja de regeneración y la carretera provincial de la costa y en otras zonas dispersas del territorio rural, la segunda franja de la “ciudad rural” se caracteriza por la presencia de invernaderos, tanto activos como en desuso, entrelazados con tejidos urbanos informales concentrados a lo largo de los caminos agrícolas. Este tipo de asentamiento tendrá que adaptarse no solo a las necesidades de producción, sino también a las necesidades de vida. La estrategia de reurbanización prevé, por tanto, la reestructuración de la red de las vías de acceso informales actualmente presentes, así como una revisión contextual de la urbanización primaria coherente con una idea de reurbanización mínima, pero funcional, del espacio público, que en este contexto está constituido principalmente por escasas vías no asfaltadas. La innovación en este ámbito está estrechamente vinculada a las actividades de servicios turísticos de playa existentes y previstas, para las que vemos la posibilidad de permitir cambios de uso de los terrenos agrícolas y en desuso, que en todo caso deben ser compatibles con el paisaje rural costero. Se fomentan las intervenciones destinadas a mejorar las condiciones de las relaciones sociales y las propuestas para una mejor integración de los edificios existentes, especialmente en lo que compete a la gestión de infraestructuras, residuos, agua y energía. En esta parte del territorio también se fomenta la transformación de los cultivos de invernadero en cultivos al aire libre —un proceso que ya está parcialmente en marcha y que retoma la tradición histórica del cultivo de la vid— y hacia nuevos cultivos que podrán y tendrán que experimentar el aumento de las temperaturas y la intrusión salina.

Agricultura intensiva y extensiva

La tercera franja de intensificación agrícola consiste en la modernización de la producción en invernadero, que tiende, a partir de ahora, a desplazarse hacia terrenos al interno y menos sujetos a la intrusión salina, sobre la carretera provincial del litoral. La estrategia para estas zonas ofrece la posibilidad de construir invernaderos con un mayor índice agrícola que permita la ubicación de empresas más grandes y competitivas. Sin embargo, se prevé regular el tamaño de los invernaderos para proteger el paisaje general y garantizar al mismo tiempo la posibilidad de realizar instalaciones innovadoras. Las urbanizaciones difusas ubicadas en esta zona son tratadas como áreas de regeneración partiendo de la red de carreteras y caminos rurales; la vivienda solo se permite como aspecto complementario a las actividades agrícolas, aunque este tipo de restricción en el pasado no ha frenado el abuso de la construcción “no rural”. En estas zonas, la reorganización del manejo de aguas residuales y, en general, la reestructuración de los servicios públicos subterráneos es fundamental. Para ello, una serie de intervenciones tiene por objeto la reorganización de las infraestructuras existentes y previstas, que se estructuran según una red de “malla ancha” para garantizar una mayor accesibilidad (de los vehículos pesados que se dirigen a los mercados generales) a las zonas de producción intensiva y preservarlas de la presión de la construcción.

 

Agricultura de ladera

La cuarta franja, la más septentrional, se caracteriza por formas de ruralidad difusa cuya matriz estructurante está constituida por los paisajes históricos de la campiña de Iblea y los elementos de la cultura material (fincas, muros de piedra seca, etcétera). La valorización fundamental de estos elementos y la promoción de programas de reutilización de lo existente y en desuso, incluso a través de prácticas de agroturismo, son los objetivos fundamentales para convertir la producción de calidad presente en estas porciones del territorio. Esta parte del territorio se presenta como una campiña todavía eficaz, un paisaje a preservar con cultivos principalmente arbóreos y al aire libre. En esta vasta zona, la protección del paisaje existente también se lleva a cabo mediante la adhesión a programas europeos de financiación específicos, a través de la provisión de un índice agrícola mínimo que aún permite la recuperación de los volúmenes y artefactos existentes (muros, caminos), la protección de la calidad general del asentamiento agrícola, el apoyo a las intervenciones de construcción rural y de piedra en seco, el favorecimiento de las actividades de agroturismo y la desincentivación de la expansión de los invernaderos.

 

Una costa “plástica” (dinámica)

A partir de la investigación realizada en este territorio y de la experiencia interpretativa y de diseño puesta en marcha para la elaboración de la investigación “Scicli Rigenera”, surge en primer lugar la necesidad de un enfoque experimental y abierto en la redefinición del tema rural. Aunque los invernaderos son estructuras ligeras y fácilmente desmontables, su disposición laberíntica en el territorio los plantea como masas, bloques infranqueables, exactamente como ocurre en las secuencias de galpones dentro de la zonificación industrial, pero con la diferencia de que en las vastas zonas rurales informales no se ha previsto ningún tipo de servicio (carreteras, aparcamientos, instalaciones, etcétera) improvisados para la vida informal o para la actividad productiva y logística. Este laberinto privatizado resulta ser un eficaz instrumento de control y manipulación espacial y social.

Desde el punto de vista espacial, estas fábricas de plástico se han impuesto con innegable violencia sobre el ecosistema natural y el paisaje tradicional, refundando una fuerte economía de largo recorrido sobre las ruinas de la anterior, que eran de libre acceso, de corto alcance, de gestión familiar y tendencialmente destinadas para el autoconsumo… Pero esta economía de más de 50 años no ha producido un paisaje moderno e innovador. Desde el punto de vista social, los invernaderos representan una buena referencia de empleo para los flujos nacionales e internacionales de trabajadores, pero, incluso en este caso, esta oportunidad no siempre corresponde con la integración esperada. Este tipo de territorio se transforma a diario y en silencio, permaneciendo igual a sí mismo.

Una reflexión general sobre las posibilidades de reconfiguración de los territorios rurales costeros investigados nos lleva a identificar algunos movimientos principales a seguir: reconceptualizar el territorio rural partiendo de nuevo de la materialidad del proyecto para definir políticas multiescalares y multidisciplinares y espacializarlas en posibles escenarios, sabiendo que para la innovación rural es necesario superponer infraestructuras civiles, medioambientales, socioeconómicas y administrativo–institucionales en el proyecto/proceso; establecer un diálogo directo con los usuarios del campo (empresarios, trabajadores, ciudadanos).

El intento de construir, escenarios y pautas de regulación, a través de la imagen de un litoral más “plástico”, modelable y dinámico, representa una de las formas para socavar este inmovilismo y proporcionar salidas, alternativas para adaptar las diversas actividades aquí superpuestas a lo contemporáneo y al futuro.

 

Referencias

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[1].     Datos de Ismea Agrimercati a finales de 2020. Uno de los pilares de la diversificación italiana está representado por el agroturismo, cuyo continuo crecimiento ha sufrido un duro golpe por los efectos de las restricciones a la movilidad y la sociabilidad de las personas provocadas por la pandemia. Sin embargo, el sector ha mostrado una buena capacidad de reacción, sustentada en un importante incremento de presencias vinculadas a clientes nacionales, más que extranjeros, y en el desarrollo de innovaciones en la oferta de servicios, que pueden continuar y consolidarse en el futuro (CREA, 2020).

[2].    Si bien es cierto que el valor añadido combinado de la agricultura y la industria alimentaria es algo más de 4% del PIB nacional, si se incluyen los sectores derivados, esta incidencia aumenta considerablemente. El conjunto del sistema agroalimentario en todos sus componentes —agricultura, agroindustria, servicios relacionados con la alimentación— representa más de 15% del PIB italiano, como media de los últimos años.

[3].    El sector agrícola italiano sigue siendo el primer productor mundial de vino (en volumen) y recientemente ha alcanzado el primer puesto en el ámbito europeo en producción de hortalizas (en valor), superando a España.

[4].    Que consolida las tendencias del sistema agroalimentario italiano desde 1947.

[5].    De igual forma, imprevisibles son los efectos provocados por las numerosas medidas puestas en marcha para hacer frente a las dificultades desencadenadas por la pandemia, tanto a escala nacional como de la ue: los dos decretos nacionales “Cura Italia” y “Rilancio”, la medida 21, y otras formas de apoyo pueden provenir de un uso específico del Fondo de Recuperación, en el cual el sector agroindustrial podrá seguir beneficiándose, aunque de forma más indirecta.

[6].    Nifosì, C.(2021), “Interpretare e riscrivere i territori rurali–costieri iblei. Scenari in costruzione”, en Di Campli, A., Cassatella, C., Poli, D. (a cura di, 2021) “Il ritorno delle foreste e della natura, il territorio rurale”, Atti della XXIII Conferenza nazionale SIU DOWNSCALING, RIGHTSIZING. Contrazione demografica e riorganizzazione spaziale, Turín, 17–18 de junio de 2021, vol. 07, Planum Publisher e Società Italiana degli Urbanisti, Roma–Milán, 2021.

[7].    Distefano, S., Raniolo, F., Viaggio in Italia. Ragusa e gli Iblei. Il Mulino. Rubrica: Cartoline dall’Italia/Sicilia, https://www.rivistailmulino.it/news/newsitem/index/Item/News:NEWS_ITEM:3932

[8].    Para saber más sobre la historia rural de Iblea véase Barone, G., “Le tre rivoluzioni agrarie e l’“oro verde” del modello Ragusa” en https://www.ragusaoggi.it o anche C.Nifosì (2021), “Territori rurali oltre una visione urbanocentrica. Il caso degli Iblei e di Scicli”, en “Contesti — Città Territori Progetti” n. 2, 2021, Firenze University Press | issn 2035–5300.

[9].    Es el término utilizado para indicar una amplia zona territorial, constituida por un predominio del cultivo en invernadero, que abarca las franjas costeras de los municipios de Vittoria, Acate, Santa Croce Camerina, Ragusa y Scicli para la provincia de Ragusa y Gela para la provincia de Caltanissetta.

[10].    En 1999, con sus 8,400 hectáreas (Pluchino, 2018).

[11].    Véase al respecto una lectura crítica de la “franja transformada” de la costa de Iblea por Lo Piccolo, F. y Todaro, V. (2021).

[12].    Véase su reciente estudio etnográfico realizado en la zona de Vittoria, mencionado en las referencias.

[13].    En el caso de las fincas abandonadas o de las ruinas agrícolas más antiguas.

[14].    Basta decir que solo en el periodo mayo–julio de 2019 se registraron 533 eventos extremos en el país, entre ellos 26 tornados, 49 lluvias violentas, 278 granizadas y 180 episodios de vientos fuertes (CREA, 2019; ISPRA).

[15].    Escenarios climáticos delineados por el Informe de la Comisión sobre Cambio Climático, Infraestructura y Movilidad Sostenible (MIMS, febrero de 2022).