Hacia algunos retos de la incidencia social universitaria: tejiendo reflexiones desde la perspectiva de la intervención social del ITESO

Guillermo Díaz Muñoz

 

 

Resumen

La incidencia o intervención social universitaria ha sido una función académica que a lo largo de los años ha generado en el ITESO diversos sentidos, reacciones y motivaciones que van desde el reconocimiento pleno hasta su negación como función académica sustantiva entre las diversas instancias y actores universitarios. Y, aunque estos procesos de reconocimiento le han permitido, a través de su historia, tener un reconocimiento regional como una universidad con un alto compromiso social, los retos tan urgentes de la realidad social y su problemática regional y nacional compleja obligan a pensar en apuestas estratégicas que logren responder a ellos. De ello trata el presente texto.

Palabras claves

compromiso social, intervención social universitaria, estrategias, complejidad, retos

 

Abstract

University social impact or intervention is an academic function that over the years has generated among ITESO’s different university sectors and actors a wide variety of meanings, reactions and motivations, ranging from full recognition to the refusal to consider it a substantive academic function at all. And while these recognition processes over time have earned ITESO a regional reputation as a university with a firm social commitment, the urgent challenges of social reality and its regional and national issues force us to come up with new strategies that can deal with them effectively. That is the focus of this text.

Key words

social commitment, university social intervention, strategies, complexity, challenges

 

La universidad es parte del todo social y, como tal, sus interacciones diversas con ese todo afectan, tanto de manera positiva como negativa, la continuidad o la transformación de esa sociedad. Un exrector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) señalaba que esta universidad es una institución pública de gestión privada. Con ello manifestaba que el papel social de la universidad resulta fundamental y que su privacidad no es ajena a los grandes problemas y desafíos que le presenta el entorno.

No es posible dar cuenta de los grandes problemas y desafíos en su totalidad, pero la universidad debe realizar un ejercicio de análisis y discernimiento continuo de lo que le es urgente y posible aportar para la transformación social y la mejor manera de hacerlo. Sin embargo, en nuestro contexto nacional y regional, desde mi punto de vista algunos de los problemas más acuciantes tienen que ver con los siguientes, formando una espiral creciente que nos ha llevado a una multicrisis sistémica y civilizatoria: la pobreza[1] y las múltiples desigualdades,[2] la exclusión social y cultural sumadas a las diversas y muy graves manifestaciones de violencia[3] que llevan a la destrucción del tejido social, la falta estructural de un trabajo digno en sus distintos ámbitos, el extractivismo económico como explotación de los recursos naturales sumado al despojo y la militarización de los territorios de los pueblos y comunidades ancestrales con el ecocidio resultante, la manipulación de la información y la desregulación de los mercados capitalistas (mercadocentrismo), a todo lo cual se suman las violaciones a los derechos humanos y las graves limitaciones de la democracia representativa donde los gobiernos y los poderes fácticos desempeñan un papel fundamental en contra de los ciudadanos de a pie. En suma, se trata de graves problemas que atentan contra la vida digna de los mexicanos y la conservación y protección del medio ambiente.

Este entorno o contexto societal se encuentra en una encrucijada en la actualidad. No se trata únicamente de las causas y las graves consecuencias de todo tipo que representa la pandemia por covid–19 para todo el mundo[4] sino su inserción en otra pandemia mayor. Como bien señala el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos:

Se trata, en suma, de una verdadera distopía […] especialmente en los últimos cuarenta años, hemos vivido en cuarentena, en la cuarentena política, cultural e ideológica de un capitalismo encerrado en sí mismo, así como en la cuarentena de la discriminación racial y sexual sin las que el capitalismo no puede sobrevivir. La cuarentena causada por la pandemia es, después de todo, una cuarentena dentro de otra (2020, pp. 84–85).

De manera que salir a comunidades periurbanas, suburbanas o rurales en nuestra calidad de asesores, promotores o formadores de actores sociales de la sociedad civil, del sector campesino o indígena, así como de las pequeñas empresas jaliscienses; realizar actividades de investigación aplicada a la solución de problemas o la construcción de alternativas frente a los problemas regionales, forman parte de una tarea consustancial al ITESO a través de su historia. Junto con estas acciones catalogadas en nuestro léxico “itesiano” como de compromiso social universitario, la labor de docencia con estudiantes se convierte en un vaso comunicante para su formación desde la realidad, en un intento por ligar teoría, contexto y práctica.

Para quienes hemos tenido la oportunidad de vivir este tipo de prácticas académicas articulando las funciones universitarias a través de la confianza mutua generada con las comunidades y colectivos en la construcción participativa de alternativas, estas experiencias vitales de pensamiento–emociones–acción se convierten en un modo de vida profesional y un modo de proceder ignaciano al grado que podemos considerarnos académicos afortunados.

La convivencia frecuente, el diálogo de saberes puesto en juego, los retos que significan sus proyectos participativos y grandes apuestas estratégicas, todo ello y más, apuntan a la transformación social a la que aspira el ITESO en su labor de incidencia desde la intervención social universitaria (ISU).

La incidencia o intervención social universitaria ha sido una función académica que, a lo largo de los años, ha generado en el ITESO diversos sentidos, reacciones y motivaciones que van desde el reconocimiento pleno hasta su negación como función académica sustantiva entre las diversas instancias y actores universitarios. Y, aunque estos procesos de reconocimiento han permitido al ITESO, a través de su historia, tener un reconocimiento regional como una universidad con un alto compromiso social e incluso contar actualmente con una estrategia diversificada de vinculación universitaria, incluyendo una coordinación especial para promover este propósito, y el reconocimiento de las modalidades de la vinculación como los Proyectos de Aplicación Profesional (PAP), las prácticas profesionales, el voluntariado, la investigación vinculada y los proyectos de ISU,[5] los retos tan urgentes de la realidad social y su problemática regional y nacional compleja, obligan a pensar en apuestas estratégicas que logren responder a ellos.

En ese sentido, de manera continua y constante, nuestra universidad ha intentado la reflexión conforme sus procesos de planeación se llevan a cabo. Con todo, la incertidumbre siempre presente en la realidad social y el “principio de la ecología de la acción” del pensamiento complejo (Luengo–González, 2012, p.93) nos indican que los problemas más urgentes y agudos se mueven mucho más rápido de lo que cualquier tipo planeación pueda prever, exigiendo continuos ajustes a nuestro continuum recursivo pensamiento–sentimientos–acción o, dicho en otras palabras, a nuestro modo de proceder universitario de conocimiento–emociones–acción: un sentipensar actualizado, en sintonía con las propuestas de construcción del conocimiento en un mismo acto de sentir y pensar de diversos autores como María Cándida Moraes:

Sentipensar, término creado por S. de la Torre (1997), en sus aulas de creatividad en la Universidad de Barcelona (Torre, 2001), indica “el proceso mediante el cual ponemos a trabajar conjuntamente el pensamiento y el sentimiento […] es la fusión de dos formas de interpretar la realidad, a partir de la reflexión y el impacto emocional, hasta converger en un mismo acto de conocimiento que es la acción de sentir y pensar” (s.f.).

En el mismo sentido, pero desde la filosofía, el jesuita español Xavier Zubiri nos habla de un sentir inteligente / inteligir sintiente, de acuerdo con su propuesta filosófica sobre el pensar humano:

De ahí que el sentir humano y la intelección no sean dos actos numéricamente distintos, cada uno completo en su orden, sino que constituyen dos momentos de un solo acto de aprehensión sentiente de lo real: es la inteligencia sentiente. No se trata de que sea una intelección vertida primariamente a lo sensible, sino que se trata del inteligir y del sentir en su propia estructura formal. No se trata de inteligir lo sensible y de sentir lo inteligible, sino de que inteligir y sentir constituyen estructuralmente —si se quiere emplear un vocablo y un concepto impropios en este lugar— una sola facultad, la inteligencia sentiente. El sentir humano y el inteligir no sólo no se oponen, sino que constituyen en su intrínseca y formal unidad un solo y único acto de aprehensión (1994, p.3).

De manera que en estas reflexiones se recogen, pues, los que consideramos algunos de los retos principales y urgentes del ITESO en sus proyectos universitarios desde la vertiente de la intervención social universitaria (ISU) y su incidencia efectiva en nuestra región, retos que, como se verá más adelante, implican una serie de entramados transversales entre diversas formas de vinculación y entre las diversas funciones académicas y universitarias.[6]

 

La riqueza histórica de la intervención social universitaria “itesiana”

Diversos documentos institucionales han venido dando cuenta de lo que el ITESO ha considerado históricamente como compromiso social universitario: todos ellos tienen como fuente originaria a la tercera orientación fundamental del ITESO (OFI), donde cada una cobra vida articulada con las demás. El ITESO ha tomado tres opciones fundamentales: la inspiración cristiana, una filosofía educativa específica y un compromiso social definido (2003a, p.10). El compromiso social se pretende vivir desde la inspiración cristiana y el modo formativo de la educación jesuita, y viceversa. No es momento aquí de realizar su traducción en diversos documentos posteriores en esfuerzo reiterados por darle actualidad a esa orientación, pero la concepción final más acabada en sus documentos institucionales de la normativa universitaria nos indica que la definición de un “compromiso social definido” (en el inciso 3.3. Universidad y cambio social) es la siguiente:

3.3.1 Teniendo, pues, como fondo nuestra propia historia, y la historia del ITESO, entendemos el compromiso social como un compromiso institucional y personal de construir una universidad para la justicia; es decir, que forma profesionistas capaces de colaborar activa y eficazmente al cambio social que México necesita con urgencia (ITESO, 2003a, p.22).[7]

Sin embargo, habría que retomar por lo menos lo siguiente: las propias ofi antes mencionadas, la concepción del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS), el aporte de la Comisión de Intervención del Consejo Académico (ITESO, 2003b) y finalmente el documento con el que crea la Coordinación de Vinculación, adscrita a la Dirección de Relaciones Externas, en el que se reconocen las modalidades de vinculación ya señaladas líneas atrás.

La definición elaborada por el CIFS concibe a la ISU como se indica:

Los planteamientos descritos llevan a concebir la ISU como un proceso compartido y recíproco, en donde los actores implicados,

      • de manera consciente e intencionada acuerdan desarrollar acciones orientadas a incidir o tomar parte sobre una situación / dinámica / problema que se considera debe ser modificada; en el que de manera directa se pretende un impacto
      • sobre lo tangible, y de manera mediata sobre la estructura social y el paradigma de las relaciones sociales; que se da en un contexto de incertidumbre, donde la
      • acción emprendida interactúa y es afectada de manera simultánea por otros procesos de intervención social (Rodríguez, De la Peña y Hernández, 2011, p.64).

La concepción anterior, siguiendo con César Lorenzo Rodríguez, Magdalena Sofía de la Peña y Óscar Gonzalo Hernández, indican lo siguiente en sus conclusiones:

De hecho, como se refiere en distintos documentos institucionales del iteso, la Intervención Social Universitaria es una metafunción que busca permear las estructuras y los procedimientos universitarios desde un enfoque ético–político, cuyo horizonte trasciende lo académico, resignificándolo, definiéndose por la construcción de una sociedad justa y con equidad. Así, la Intervención Social no es una vinculación cualquiera con distintos actores sociales, sino que esta precisa de apuestas y definiciones que ayudan a perfilar las dimensiones y los constitutivos de esta acción, cuya expresión más clara se encuentra en los proyectos de intervención (2011, p.75).

 

Un enorme abanico de estrategias de incidencia social universitaria: ¿es posible y conveniente tanta diversidad?

Así, sin pretender descubrir el “hilo negro” de nuestra incidencia social en el ITESO, hoy tenemos la oportunidad de comunicar nuestras certezas y dudas, de poner en común nuestra gran heterogeneidad de expresiones y prácticas y de constatar los enormes retos que tenemos como universidad para hacer más eficaz nuestro servicio, más pertinentes nuestras apuestas académicas y más relevantes socialmente nuestros esfuerzos.

En nuestra propia historia universitaria es posible constatar la enorme riqueza concentrada en la diversidad de estrategias que han existido y siguen existiendo. Si bien hemos partido tan solo de una pequeña muestra, alcanza a reflejar, al parecer hologramáticamente (Luengo–González, 2012, p.94), el amplio espectro de lo que acontece en el ITESO alrededor de esta función sustantiva.[8] Desde estas seis experiencias es posible advertir una serie de tensiones dialógicas (Luengo–González, 2012, p.92), es decir, dinámicas opuestas–contradictorias y complementarias a la vez y, por tanto, no dicotómicas ni excluyentes, que se encuentran presentes en las prácticas y escenarios de la incidencia social universitaria y que podrían ser representativas del conjunto de prácticas de ISU en el ITESO. Veamos algunas de esas tensiones dialógicas:

      • Dentro / fuera del campus universitario, donde se pretende la incidencia social teniendo como referentes procesos o actores externos a la universidad. Ejemplos de ello serían Q ITESO que monitorea de manera crítica, desde el propio campus universitario, la información generada en los medios de comunicación masiva, pero donde también la mayoría de los proyectos de otras instancias universitarias tienen sus referentes sociales y prácticas fuera del campus;
      • Micro / meso / macro, dados los diversos alcances y calibres de la intervención social tanto referidos a actores, como a espacios territoriales, problemas o alternativas. Se trata de diversos contínuums donde caben una gran diversidad de proyectos y posibilidades puestas en práctica, desde: impactos ocurridos en las personas hasta impactos sociales en colectivos, la incidencia en pequeñas comunidades y barrios o en regiones amplias y complejas, la atención a problemas y alternativas pequeñas o, en contrapartida, proyectos de gran envergadura dados sus tamaños y dimensiones.
      • Ciudadanía / gobierno–estado, privilegiando proyectos desde ciertas apuestas sociopolíticas, ya sea partiendo desde abajo en apoyo a iniciativas ciudadanas o desde la perspectiva de las políticas públicas impulsadas desde arriba por los gobiernos en sus diversos niveles.
      • Pobres / no pobres, en donde diversos sectores sociales son apoyados mediante proyectos de distinta índole, dando prioridad, pero no exclusividad, a los proyectos orientados a los sectores más pobres y marginados o incluyendo a sectores medios;
      • Solución de problemas / construcción de alternativas, entendidos como dos enfoques distintos de incidencia, donde el primero busca resolver problemas concretos mientras que el segundo tiene como orientación ir más allá de la búsqueda de soluciones para crear alternativas emergentes a los problemas;
      • Privado / público / social, en tanto tres esferas de la realidad que se orientan a las empresas privadas, principalmente pequeñas, como en el caso del Centro Universidad Empresa, por un lado, o al sector público gubernamental, la participación en consejos ciudadanos, observatorios, comisiones del Congreso local, entre otras prácticas, por otro, y, finalmente, la esfera social, ya sea en comunidades o con organizaciones, colectivos y movimientos sociales de diversos tipos.
      • Unifuncionalidad / interfuncionalidad, en donde las funciones académicas de intervención, investigación, formación y gestión se ponen en juego de manera aislada o mediante la articulación de dos o más de ellas para generar una dinámica socioacadémica más compleja y pertinente;
      • Unidimensionalidad / multidimensionalidad, con prácticas de incidencia que se enfocan en alguna dimensión de la realidad social en particular, ya sea de tipo económico, social, civil, político, cultural o ambiental, o a la atención de una combinación de varias de ellas.
      • Unidisciplina / interdisciplina / transdisciplina, en tanto prácticas de intervención social que pretenden un enfoque exclusivo desde un campo disciplinar específico o desde proyectos que abonan al diálogo teórico, conceptual y metodológico entre diversas ciencias o incluso de saberes diversos para favorecer una incidencia más eficaz y respetuosa.
      • Saber científico / otros saberes, dado que se trata de una tensión que se refleja en diversas prácticas, tanto para privilegiar de manera exclusiva la intervención social desde la mirada exclusivamente científica como para aquellas que estimulan el diálogo del saber científico con los saberes comunes, populares, campesinos y ancestrales, en correspondencia con la transdisciplina.
      • Estudiantes / académicos / actores sociales, tensión donde las prácticas de incidencia social tienden a privilegiar a alguno de los actores participantes, por un lado, y otras donde los actores conviven como pares en procesos de diálogo e interacción.
      • No departamental / departamental / interdepartamental, se trata de la tensión organizacional y de gestión académica que existe en las prácticas de incidencia cuando corresponden a iniciativas asumidas con diversos grados de articulación interna.
      • Corto / mediano / largo plazo, los cuales nos hablan de una tensión de temporalidad en donde puede predominar una duración de carácter cortoplacista o la apuesta estratégica por una incidencia social más sólida y, en consecuencia, de más largo aliento.

Esta recuperación no agota todas las tensiones presentes en las seis prácticas referidas, pero sí alcanza a reflejar la complejidad y diversidad que se expresa tanto en ellas como en la universidad en su conjunto. Así, frente al reconocimiento de esta enorme pluralidad de estrategias de incidencia social, en una dinámica participativa y de diálogo plural, se plantean las siguientes interrogantes, observaciones, comentarios y preguntas.

Reconociendo la riqueza de la diversidad, ¿no lleva también al ITESO a la dispersión de estrategias? ¿Cuánta diversidad o concentración son pertinentes, tanto para la universidad como para la sociedad? ¿Es necesario priorizar las estrategias conforme a ciertos criterios de tipo ético, social, organizacional, político, ambiental, de género, financiero?

En la tabla 11.1 y en la figura 11.1 se recogen de manera sintética estas tensiones producto de las estrategias seguidas.

 

 

 

 

¿Todo cabe en la universidad sabiéndolo acomodar? Desafiando el presente y el futuro de nuestra incidencia social universitaria

Preguntarnos por los retos principales de nuestra ISU se convierte en una tarea necesaria y urgente al mismo tiempo. Así, entre los retos aportados durante el coloquio referido es posible advertir diversos tipos y alcances. Se trata de una lista de desafíos no discutida a fondo, y menos aún consensuada, pero en la que es posible reconocer también algunas coincidencias importantes. Estos retos los hemos agrupado en cinco rubros o perspectivas: organizativa y de gestión académica, estratégica, formativa, de generación de conocimientos y el impulso de un proceso de conocimiento / reflexión / discusión.

 

Desde la perspectiva organizativa y de gestión académica

      • Asignación de tareas y tiempos mayores “reconocidos en el encargo académico”, dado que en numerosas ocasiones las prácticas y asesorías de incidencia o intervención social no son consideradas formalmente o, por lo menos, no suficientemente valoradas en esos encargos.
      • Ante las limitaciones manifiestas de muchos de los académicos que tienen responsabilidades asignadas en esta función, debería buscarse la contratación de “profesores con experiencia reconocida en la incidencia social”.
      • La “articulación interna en los departamentos” es una condición necesaria para no contar con iniciativas de intervención social aisladas y dispersas incluso en estos espacios académicos, sino reconociendo la necesidad de promover estrategias departamentales en la complejidad del ITESO.
      • La “articulación interdepartamental”, desde una perspectiva interdisciplinaria, constituye también hoy un gran desafío para lograr la ruptura de fronteras entre los campos disciplinares, superar la desarticulación interdepartamental hoy vigente, ya sea por diseño de la estructura organizativa, por egos personales y colectivos o por militancias académicas, así como un paso fundamental para aprender a trabajar juntos más allá de nuestras trincheras.
      • Adaptación de los tiempos universitarios a los “tiempos de la realidad social”, dada la distancia actual existente entre ambas temporalidades y la enorme dificultad que se advierte para fortalecer la búsqueda de soluciones y la construcción de alternativas socioacadémicas efectivas.
      • Con sus pros y contras, la posible creación de una “Dirección de Vinculación Universitaria” como una instancia organizativa que favorezca el diálogo y permita la articulación, el diseño, la promoción y la operación de una estrategia colectiva, interfuncional e interdepartamental de la incidencia social.

 

Desde la perspectiva estratégica

    • Un acercamiento a la “concepción y realización” se traduce en otro desafío actual, abordando la reflexión y la práctica de la intervención social universitaria desde tres miradas: la epistemológica, la teórica y la metodológica.
    • Asimismo, frente a la gran dispersión de sentidos y estrategias, surge la necesidad de construir una “Agenda universitaria de intervención” pero, incluso más allá de ella, el gran reto de construcción de una “Agenda Interfuncional” en la que se pongan en diálogo las funciones académicas partiendo de las demandas sociales estratégicas. Lo anterior debería implicar, entre otros, los siguientes retos:
      • La fijación de prioridades como respuesta a las exigencias de la realidad social con el fin de promover mayores alcances en la intervención desde la complejidad social y el buen vivir.
      • La selección de actores sociales estratégicos y su articulación o asociación buscando potenciar, fortalecer o empoderar más y mejor sus posibilidades en la construcción de alternativas.
      • La búsqueda de una incidencia social afectiva, incluyendo a las políticas públicas, en la que los criterios de pertinencia, relevancia, viabilidad y eficacia sean los que conduzcan y orienten la incidencia social y ciudadana.
      • La asignación de bienes y recursos, tanto universitarios, sociales y gubernamentales conforme con esta priorización.
      • El impulso de acciones y proyectos alternativos y socioacadémicos relevantes.
      • La necesaria evaluación de los impactos generados, combinando tanto los procesos implicados como los resultados obtenidos.
    • Proyectar también a “mediano y largo plazos”, rompiendo la tendencia cortoplacista dominante que fragmenta las actuales posibilidades de construcción de alternativas sólidas y consolidadas, para dar paso a la continuidad en proyectos sociales con alcances más ambiciosos y desafiantes (más allá de un semestre).
    • Proponer “proyectos innovadores en la lógica del buen vivir”, incluyendo la creación y sostenibilidad de empleos buenos y de calidad desde el buen trabajar, pero al mismo tiempo alternativas para un buen habitar, un buen conocer, un buen participar, un buen comer, entre otras alternativas, orientaciones y posibilidades.
    • Dar “mayor visibilidad” a los proyectos y sus impactos mediante mecanismos eficaces de difusión y comunicación capaces de generar condiciones atractoras para los diversos actores sociales, y virtuosas en su desarrollo, de las alternativas socioacadémicamente construidas.

 

Desde la perspectiva formativa

      • Un desafío fundamental en esta perspectiva se refiere a la operación curricular y consiste en la necesidad de relacionar a los pap con las asignaturas, generando campos más integrados de formación.
      • Impulsar con mayor vigor la formación–educación de formadores y estudiantes desde la perspectiva de la incidencia social en la construcción de alternativas.
      • Rediseñar los programas educativos, desde la vinculación y su agenda, hacia un nuevo modelo curricular y académico de mayor colaboración socioacadémica y el abordaje de problemas y alternativas complejas (y no desde la lógica disciplinar, sino inter y transdisciplinarmente).

 

Desde la perspectiva de generación de conocimiento

    • Generar, interdepartamentalmente, redes de producción de conocimiento sobre la construcción de alternativas y la incidencia social universitaria. El diálogo de saberes o ecología de saberes —científicos, populares, ancestrales— propuesta por Boaventura de Sousa Santos (2013) desde una de las vertientes de la perspectiva transdisciplinaria (Luengo–González, 2012), debería ser considerada como una base fundamental en este proceso de construcción colectiva del conocimiento.

 

Desde el impulso de un proceso de conocimiento / reflexión /discusión sobre la incidencia social

      • Finalmente, con el fin de seguir avanzando en esta reflexión, numerosos comentarios y propuestas —que no implican consenso necesariamente— van surgiendo en relación con el reto de no limitar la discusión sino atender la urgencia de impulsar un proceso de construcción de diálogo y discusión universitaria de mayores alcances y resultados: se trataría de detonar y construir un espacio institucional de diálogo permanente (foros, encuentros, coloquios, entre otros espacios).

Con la figura 11.2 pretendemos dar cuenta de estos retos de manera representativa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones finales: hacia la “sistemización” de un archipiélagode incidencias sociales universitarias para la vida

La gran diversidad y cantidad de proyectos de intervención social del ITESO configuran diversos escenarios que se mueven y convergen entre un compromiso social claro y la dispersión de esfuerzos, expresados en su pluralidad de apuestas, sentidos, estrategias, metodologías, procesos y resultados. Muchos de estos escenarios quedan reflejados en el mosaico de tensiones dialógicas expuestas anteriormente, así como en los retos y desafíos a que están llamadas. Diversas miradas sobre la incidencia social de la universidad como “prácticas itesianas” han sido recuperadas en esta revista. Muchas más han quedado fuera, dado que no es posible ser exhaustivos para dar cuenta de la presencia de la totalidad de las múltiples prácticas que coexisten en la universidad, y la elaboración o actualización permanente de un diagnóstico universitario que sistematice esta multiplicidad de prácticas de incidencia social debería ser una tarea por considerar en el futuro.[9]

No cabe duda, sin embargo, de que a lo largo de su historia, el iteso ha sido —y sigue siendo— un actor universitario con una fuerte incidencia social en la región y que ello es reconocido por “propios y extraños”, es decir, por otras universidades, colectivos y organizaciones de la sociedad civil, empresas pequeñas privadas y sociales, instancias gubernamentales en sus diversas escalas territoriales, entre otros.

No obstante, más allá de la apuesta histórica de nuestra universidad en su incidencia social, tampoco se puede negar que nos hace falta actualizar continuamente y definir mejor los impactos académicos, educativos y sociales que esperamos alcanzar con nuestros proyectos socioacadémicos y las diversas articulaciones que se requieren para ello (organizativas, interfuncionales, curriculares, entre otros). Las evaluaciones de impacto, tanto particulares, que existen, como alguna más de tipo general o integral sobre y de la vinculación debería ser uno de los retos a futuro. Y, en este proceso, la participación de los actores sociales implicados sería un componente sustancial de esta recuperación evaluativa con el fin de ser más asertivos, pertinentes y efectivos en su incidencia transformadora por la vida y para la vida de la realidad social y sus actores.

Quiénes, cuándo, de qué manera y bajo cuáles procesos se requiere impulsar una estrategia flexible y articuladora de la isu, con incidencia efectiva e impactos sociales que construyan alternativas a los problemas complejos de la realidad social en la región, es una tarea para dilucidar colectivamente. En este sentido, alguna iniciativa surgida desde algunos actores universitarios interesados podría ser la base académica que detone un proceso articulador “inter” más amplio para responder a este gran reto: interfuncional, interdepartamental, interdireccional, interdimensional, interactoral, interinstitucional, entre otros.

En otras palabras, no se trata de acotar y sí de aprovechar cabalmente la riqueza de esta diversidad, pero, al mismo tiempo, no caer en la dispersión: unidad estratégica en la diversidad hacia una especie de “interdiversidad o transdiversidad”. De ahí que este haya constituido el sentimiento dominante que muchos tenemos y compartimos desde hace tiempo, incluidas tanto las bases académicas como las jerarquías universitarias: “sistemizar” nuestro amplio archipiélago de prácticas de incidencia social, en el sentido “moriniano” de articular y crear una especie de sistema con múltiples posibilidades, como a uno de nuestros grandes desafíos para hacer cada día más pleno “nuestro propio modo de proceder” como universidad comprometida con la transformación social, es decir, de una incidencia social transformadora tan urgida de la construcción de alternativas más justas y equitativas, incluyentes y sustentables, pacíficas y participativas.

De manera que algunos de los criterios de priorización (ético–políticos, sociales, organizacionales, ambientales, de género, financieros) que considero deberían ayudar para salvar las tensiones referidas en el apartado anterior y avanzar en la discriminación, selección, diseño y articulación de las principales apuestas universitarias para la transformación social son los siguientes:

      • Atención a problemas sociales relevantes desde la perspectiva de la vida como centro (biocentrismo) y de la complejidad como abordaje (en sus diversas vertientes).[10]
      • Apuesta por acciones universitarias de intervención–vinculación “más allá del desarrollo”, entendido este como decrecimiento, biodesarrollo, posdesarrollo o buen vivir.[11]
      • Incidencia social múltiple o multidimensional: socioeconómica, sociopolítica, socioambiental, sociocultural, socioterritorial, de género.
      • Construcción de alternativas como solución a los problemas complejos, involucrando lo más posible a los actores sociales afectados y también aquellos con potencial de colaboración significativa (comunidades, organizaciones sociales y redes colaborativas, gobiernos, fundaciones, otras universidades y centros de investigación, empresas y empresarios éticos) y buscando el escalamiento territorial de sus alcances.
      • Articulación de las funciones académicas desde la lógica pensamiento–emociones–acción (intervención social atravesada transversalmente por la investigación y la formación de actores universitarios y sociales).
      • Prácticas inter y transdisciplinarias en la generación de conocimiento y su aplicación a los problemas complejos.
      • Aportaciones o contribuciones efectivas diversas de parte de los actores involucrados como participación activa, conocimientos e innovaciones sociales y tecnológicas, aportaciones materiales o en especie, contribuciones económicas, entre otras.

Se trata, así, no del cumplimiento a cabalidad de todos estos criterios en conjunto, pero sí de la combinación articulada de los más posibles a partir del primero de ellos. Partiendo de problemas complejos parece posible y necesario incorporar la mayoría del resto.

Dado que somos fatal, pero feliz y vitalmente interdependientes, Edgar Morin (2020) nos invita a reconocer una nueva crisis planetaria a la previa crisis existente, superando la parcialidad y disyunción nacionales como se ha hecho y no desde nuestra interdependencia como debería enfrentarse, es decir, desde la solidaridad y una respuesta planetaria.

De manera que, en nuestra nueva realidad, como nos advierte Carlos Eduardo Maldonado, “La de hoy y mañana es una política que se define de cara a la vida. Y la puerta que ahora se abre es una política de salud; de salud, y no de enfermedad. Justamente como política de vida. Otra democracia es posible” (2020).

En suma, nuestro gran reto como universitarios desde la ISU consiste en construir alternativas que apuesten por la vida digna y plena de todos, en comunión, armonía y cuidado de la casa común y de la madre tierra. En palabras del ecoteólogo brasileño Leonardo Boff: “Conclusión: debemos ser simplemente humanos, vulnerables, humildes, conectados entre sí, parte de la naturaleza y la porción consciente y espiritual de la Tierra con la misión de cuidar la herencia sagrada que hemos recibido, la Madre Tierra, para nosotros y para las generaciones futuras” (2020).

 

Referencias

Boff, L. (2020, 22 de mayo). Post–Covid 19: ¿qué virtudes asumir? (IV). Servicios Koinonía. La Columna semanal de Leonardo Boff. Recuperado de http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=987

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Díaz Muñoz, J.G. (2014). ¿Desarrollo alternativo o alternativas al desarrollo? Repensando el concepto desde el territorio y el sur global. Luengo González, E. (Coord.). Las alternativas ciudadanas para otros mundos posibles: pensamiento y experiencias. Complexus, 4. Tlaquepaque: ITESO.

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Morin, E. (2020, 21 de abril). Un Festival d’incertitudes. Tracts de crise, 54. París: Gallimard. Recuperado de https://www.incomplex.org/wp-content/uploads/2020/05/MORIN-Edgar-2020-Festival-de-incertidumbres..pdf

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Zubiri, X. (1994). Inteligencia sentiente. Inteligencia y realidad. Madrid: Alianza Editorial / Fundación Xavier Zubiri.

 

 

[1].    El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2018), en su Informe 2018, señala que la población no pobre y no vulnerable en México era tan solo de 27.4 millones de personas, equivalente a 21.9% de la población total, lo que indica que 82% se encuentra en pobreza o con algún grado de vulnerabilidad.

[2].    De acuerdo con Oxfam México: “La desigualdad económica está fuera de control. En 2019 los 2,153 milmillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4,600 millones de personas. Los 22 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que todas las mujeres de África. Estos ejemplos de riqueza extrema conviven con un enorme nivel de pobreza. Según las estimaciones más recientes del Banco Mundial, prácticamente la mitad de la población mundial vive con menos de 5,50 dólares al día, mientras que el ritmo de reducción de la pobreza ha caído a la mitad desde 2013. En suma, el 1% más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6,900 millones de personas. De este tamaño es la magnitud de la brecha entre ricos y pobres” (Oxfam Internacional, 2020, pp. 9–10). Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco) en su Informe Mundial sobre Ciencias Sociales “Afrontar el reto de las desigualdades y trazar vías hacia un mundo justo” (2016), y partiendo de un marco analítico integrador, reconoce que la pobreza, la desigualdad y la justicia social guardan una estrecha relación entre sí. Este marco integrador abarca siete aspectos de la desigualdad y examina sus configuraciones en diversos contextos: la desigualdad económica, la desigualdad social, la desigualdad cultural, la desigualdad política, la desigualdad territorial, la desigualdad cognitiva y la desigualdad de conocimientos (unesco, 2016, p.5).

[3].    Las violencias en nuestro país abarcan desde los feminicidios crecientes e incontenibles, los secuestros por el crimen organizado y las desapariciones forzadas, las violencias intradomésticas de todo tipo, la ola de asesinatos de defensores del medioambiente y de los derechos humanos, entre muchas más.

[4].    No es casualidad que enfermedades como el síndrome respiratorio agudo grave, el síndrome respiratorio de Oriente Medio, sida, el ébola, el zika y covid–19 estén en aumento. Los seis se clasifican como zoonóticos, eso es, virus que saltan de los animales a los seres humanos a través del contacto cercano. Investigadores de salud pública, defensores y expertos en biodiversidad están advirtiendo que covid–19 no será el último. Es probable que estos virus se vuelvan más comunes a medida que las personas continúen transformando los hábitats naturales en tierras agrícolas. De acuerdo con Maldonado (2020), estas enfermedades suceden por zoonosis y tan solo 260 virus conocidos son de origen humano. Casi todas las enfermedades zoonóticas se originan en mamíferos o en aves y se estima que hay más de 1.6 millón de virus mamíferos o de aves acuáticas, reunidas en 25 familias de infecciones humanas conocidas. Esto representa 1%.

[5].    La Misión del ITESO señala: “c) Proponer y desarrollar, en diálogo con las distintas organizaciones sociales, soluciones viables y pertinentes para la transformación de los sistemas e instituciones” (2003a, p.5).

[6].    Es preciso destacar que una parte de estas reflexiones no son propias del autor sino producto de un proceso colectivo de diálogo celebrado en el “Coloquio sobre la incidencia social universitaria” a principios de marzo de 2016, organizado por el entonces Centro de Investigación y Formación Social (CIFS) y coordinado por Carlos Peralta, con el apoyo del autor.

[7].    La tercera ofi contiene una serie de condiciones para vivirla: 3.1 En los orígenes del ITESO, 3.2 En la actualidad, 3.3 Universidad y cambio social, 3.4 Sistemas sociales y fe cristiana, 3.5 Medios para promover el cambio, 3.6 La conversión: condición indispensable para el cambio, 3.7 Incongruencias de los creyentes, 3.8 El cambio no es neutro y 3.9 Conclusión.

[8].    Nos referimos en concreto a seis proyectos de intervención social presentados en el “Coloquio sobre la incidencia social universitaria” de principios de marzo de 2016: Observatorio de Medios Q ITESO (actualmente Etius) (Magdalenta Sofía Palau), Programas CIFS (Carlos Ortiz Tirado), los pap (Héctor Morales), Centro Universidad Empresa con Microempresa y empleo (Guillermo Pérez Esparza), Cátedra UNESCO–ITESO en Gestión del Hábitat para el Desarrollo Socialmente Sustentable (Gerardo Cano) e Ingeniería de Alimentos (Raquel Zúñiga).

[9].    El proyecto de Signa_Lab, Laboratorio de Innovación Tecnológica y de Estudios Interdisciplinarios Aplicados, por ejemplo, inserto en el Departamento de Estudios Socio Culturales del ITESO, ha tenido una fuerte incidencia nacional mediante el seguimiento y análisis de las redes sociales manteniendo un sólido vínculo entre el uso de la tecnología (big data), la generación de conocimiento en comunicación y la incidencia política, constituyéndose en un espacio universitario en el que investigadores y estudiantes desarrollan herramientas, metodologías y análisis académicos de los acontecimientos y discusiones relevantes para la democracia, la libertad de expresión y la justicia desde el ámbito digital.

[10].  Enrique Luengo González (2018) distingue por lo menos cinco vertientes de la complejidad: el pensamiento complejo, el pensamiento sistémico, las ciencias de la complejidad, el abordaje holístico y el paradigma ecológico.

[11].  Se puede consultar sobre estos conceptos en Díaz Muñoz (2014).