Reflexiones alternativas y postmercantilistas

“El periodo de transición de un sistema a otro es un período de grandes luchas, de gran incertidumbre, y de grandes cuestionamientos sobre las estructuras del saber.”

Immanuel Wallerstein

En nuestra búsqueda de claridades en torno a mercados alternativos o alternativas a los mercados convencionales del capital hemos realizado un largo recorrido -una especie de viaje, una aventura o exploración galáctica- que nos ha permitido descubrir diversas emergencias de economías, tanto desde la teoría como de la realidad empírica.

Desde una perspectiva limitada -una visión a larga distancia como mirando el firmamento desde tierra-, la constelación de emergencias nos resultaba caótico e inasible comprensivamente. De ahí la necesidad obligada de realización de este viaje académico exploratorio por las emergencias socioeconómicas y donde fuimos obligados a separar el trigo de la paja procurando descubrir sus supuestos, apuestas, objetivos y consecuencias prácticas, en un intento de exploración y descripción breve, sin entrar a su profundidad por las limitaciones y acotaciones de este esfuerzo.  

Y durante la exploración fuimos testigos de las fuerzas que impulsan y retrotraen a las emergencias, que las atraen y expulsan de sus órbitas iniciales, que les permiten expandirse o contraerse. Las herramientas utilizadas como metáfora social fueron los campos de fuerza reconocidos por la física moderna. Para nosotros, cuatro campos analíticos (diversidad de dimensiones o pluridimensionalidad conforme al pensamiento complejo), nos permitieron descubrir sus aportes: a. los valores/antivalores, b. la sustentabilidad/insustentabilidad ambiental (metabolismo social), c. la innovación tecnológica y social y d. la inclusión/exclusión social.

De ahí nuestra adopción de los sistemas solares que se sostienen en un centro dominante en torno al que circulan todas las economías, sean emergentes o no emergentes. Nuestro interés, sin embargo, estuvo orientado sólo por las emergencias, por aquellas socioeconomías que se supone van reconfigurando al capitalismo actual o a sus alternativas. Un centro (ortodoxia), una semiperiferia (heterodoxa) y una periferia (alternativa) -entendidos como subsistemas orbitales- nos ayudaron a ubicar ese caótico universo. Inesperadamente, con todo, conforme íbamos avanzando en este viaje, fuimos descubriendo una enorme cantidad y diversidad de economías emergentes no vislumbradas a la distancia al inicio: desde las economías oscuras de la ortodoxia del libre mercado, pasando por la gran diversidad de economías heterodoxas no dominantes que se proponen humanizar al sistema en su conjunto, hasta alcanzar las alternativas socioeconómicas que pretenden transformarlo: esa gran variedad de economías transformativas que podrían constituir, con su fuerza y su potencia transformadora, un nuevo sistema digno, justo y de vida para todos y el planeta. 

Por lo anterior, nuestro interés por ampliar nuestra exploración alrededor de este tercer subsistema constituido por un pluriverso alternativo socioeconómico, a la manera de Arturo Escobar (2016), y de la urgente necesidad de “sistemizarlas” -un proceso de articulación sistémica-, a la manera de Edgar Morin, o en una suerte de simbiosis (Wattari, 1996), atrayendo y apropiando de las economías heterodoxas lo mejor de ellas, así como también y principalmente entre las propias alternativas transformativas. La tarea teórica es necesaria para comprender los procesos y posibilidades de las diversas atracciones y repulsiones con sus procesos, pero más urgente es la simbiosis que debe ocurrir en la realidad socioeconómica de las prácticas y experiencias emergentes alternativas y sus mercados. 

Para lograrlo, nos hemos propuesto como horizonte Novo sistémico la conformación de una auténtica bioeconomía -una “alter bioeconomía”- que sea capaz de integrar, de una forma incluyente y equilibrada -con sus diversos énfasis-, los diversos campos de fuerza y sus expresiones socioeconómicas. Dicho de otra manera, no pueden constituirse las economías solidarias en una fuerza sistémica si no logran atraer en sus propuestas y prácticas la sustentabilidad y la equidad de género, así como la innovación tecno-social y la inclusión social ampliada, articulada con el campo magnético de los valores de reciprocidad, justicia y solidaridad. Hablamos de una especie de “Unidad integrada” o de unidad de las partes, “de modo que las partes quedan transformadas de alguna manera. Una simple suma o agrupamiento de objetos distintos o de partes diferentes no crearía necesariamente un sistema integrado” (Torres, Jurjo, Globalización e interdisciplinariedad, p. 113, citado por Luengo, 2011, p. 101). 

En otros términos, estamos hablando de la construcción de los puentes que nos permitan tejer lo micro con lo macro, y no sólo teóricamente, sino fundamentalmente desde las prácticas emergentes socioeconómicas. Si para la física, la Teoría del Todo pretender lograr la conjunción explicativa entre la física cuántica y la física mecánica, para nosotros el esfuerzo consiste en establecer dichos puentes, entendidos como fuerzas atractoras que sean capaces de sistemizar, integrando en el todo las dispersión de las partículas socioeconómicas. Siguiendo con la metáfora, se trata de hacer visibles, reconocibles y articulables, aquellas prácticas emergentes todavía invisibles para el capitalismo dominante y dispersas entre sí.

Lo anterior supone una gama de posibilidades de atracción -incluso de fusión/diálogo- de las heterodoxias socioeconómicas que consideramos más valiosas para las alternativas socioeconómicas periféricas, aunque no necesariamente rompan con la búsqueda de lucro privado y la existencia de mercados regulados, pero con una clara distancia respecto de la acumulación de capital como su fin último y sentido:

  • Con la Economía Dónut propuesta por Karen Raworth, desde una perspectiva sistémica y orientada a la prosperidad de toda la población mundial, habría que atraer sus dinámicas de generación de un piso social digno -capaz de asegurar una vida digna para toda la población- junto con un techo ambiental no entrópico, sustentable o metabolizado socialmente -con límites claros a la tendencia extractivista dominante del capital y al crecimiento del PIB. También empatiza con la una economía regenerativa y distributiva -no necesariamente redistributiva- donde la riqueza producida es compartida entre sus participantes solidarios. Cabe aquí la propuesta de Edgar Morin, en su libro “La Vía. Para el futuro de la humanidad” (2011), en el sentido de no dicotomizar los procesos de crecimiento/decrecimiento sino buscar las estrategias que permitan mantener dialógicamente esta tensión.[1]
  • Desde el campo de los valores, las organizaciones TEAL-Evolutivas (espiritualidad oriental) pueden aportar nuevas posibilidades a las economías solidarias y transformativas en sus formas de generación de conciencia, la confianza mutua y la abundancia, valores asumidos y expresados mediante la autogestión (participativa y sin jerarquías), así como la totalidad-plenitud (recuperando la integridad interior de las personas en sus labores y prácticas) y el propósito evolutivo (organización con vida propia alimentada o nutrida por el propósito a servir).
  • Del Sistema B, su concepción y prácticas económico-empresariales sustentadas en el éxito entendido como un triple bienestar (de las personas, de la sociedad y de la naturaleza). Este propósito implica una convergencia de intereses y construcción de confianza con múltiples actores económicos y políticos aprovechando la fuerza del mercado para resolver problemas sociales y ambientales de mayores escalas. Atraer a otros actores sociales, económicos y políticos será necesario si se piensa en una simbiosis sistémica alternativa.
  • Por otra parte, en la órbita sistémica periférica del sistema las diversas alternativas pueden estimular procesos de atracción mutua para la recuperación-apropiación de lo mejor de cada para la construcción de una alter bioeconomía[2]:
  • En el campo de la innovación, de los Sistemas Tecnológicos Sociales como una manera de estimular la innovación técnica sensata y creativa -más allá de las tecnologías intermedias y apropiadas- con las propuestas sociales de cambio, incluyendo a la ciudadanía tecno-social. Nuevamente, desde la perspectiva de Morin, lo anterior estaría ubicado en el eje no dicotómico transformación/conservación con sus propuestas indicativas[3].
  • En el campo de los valores, una alter bioeconomía debería rechazar o expulsar las dinámicas hiperconsumistas de la sociedad de consumo, y aprovechar los aportes de la economía budista de Ernst Friedrich Schumacher con su apuesta por la optimización del bienestar humano mediante prácticas de consumo óptimo -no máximo-, así como de minimizar el sufrimiento, simplificar los deseos y promover la generosidad y la cooperación. 
  • En el campo de la sustentabilidad y el metabolismo social, la nueva economía debería inspirarse en la relación estrecha con la naturaleza que promueven teóricamente la Economía profunda o Economía para la vida derivada de los aportes teóricos de Hinkelammert y Mora (2005), de la bioeconomía o economía compleja de Carlos Maldonado (s/f) y su propuesta por el biodesarrollo o desarrollo complejo, así como nutrirse del concepto de “Ecosofía” de Naess (recuperado por Wattari, XXX) que integra tres tipos de ecología (ambiental, social y mental).
  • Compartiendo las apuestas anteriores de la Economía Profunda, y en el campo de la inclusión social, la nueva socioeconomía debería abrevar de las experiencias socioeconómicas de los pueblos indígenas o ancestrales, representadas por las Economías Propias o Comunitarias, y atraer sus fuertes lazos comunitarios y sus relaciones armónicas con la naturaleza, consigo mismos, con los demás y con el universo como parte de sus cosmovisiones. 
  • Las Economías de Innovación Social Cooperativa y Colaborativa (Tecno-Sociales) tienen mucho que aportar al nuevo sistema socioeconómico desde el campo de la innovación. La atracción de propuestas alternativas tecno-sociales deberá ser siempre un proceso presente y desafiante para la optimización continua de los productos y servicios que ofrezca, así como de esquemas y espacios alternativos de intercambio donde prevalezca el valor de uso sobre el valor de cambio, y donde se generen procesos cooperativos y colaborativos no sólo de tipo socioeconómico, sino también ciudadanos, culturales y políticos.
  • Hemos dejado hasta el final los aportes que una nueva economía deberá rescatar de las Economías Solidarias. La atracción de sus valores y principios cooperativos y de solidaridad mediados por su capacidad autogestiva, su membrecía voluntaria, su aportación solidaria, su primacía por el trabajo sobre el capital, su democracia participativa interna, sus apuestas por el valor de cambio, entre otros, no pueden pasar desapercibidos o desechados por una nueva economía. Finalmente, estas economías solidarias representan el triunfo práctico -con su aciertos y errores, sus alcances y limitaciones- de las posibilidades que ofrecen auténticas alternativas socioeconómicas frente al capitalismo y sus diversas formas de acumulación. 

Hemos visto algunas de las posibilidades de atracción en los términos socioeconómicos. Llevadas estas posibilidades atractoras a las Alternativas solidarias a los mercados, se podría decir que no pueden ser alternativos como tales si en las formas de intercambio prevalecen los valores de uso sobre los valores de cambio, si carecen de sustentabilidad ambiental, si se mantienen las equidades de género, si no es posible avanzar en una pertinente innovación tecno-social, si no son capaces de generar redes participativas y entramados democráticos de inclusión amplia. De alguna manera, los Circuitos Económicos Solidarios reivindicados por Euclides Mance se acercan a esta utopía, pero no sólo: tanto los mercados solidarios como los mercados sociales -incluyendo entre ellos a los supermercados cooperativos y sus escalamientos- tienen mucho que decir. De ahí el pluriverso tan real, visible y necesario de posibilidades alter bioeconómicas de intercambio y su exigencia de articulación, en términos de atracción, de corte sistémico. Atraerse mutuamente los mercados solidarios, los mercados sociales, los sistemas locales de intercambio, el comercio justo y los circuitos económicos solidarios pueden y deben generar formas más elevadas de escalamiento y agregación reticular del intercambio, tanto cualitativa como cuantitativamente, así como procesos de escalamiento sistémico.

En esta perspectiva, la gran pregunta resulta, entonces, en cómo “sistemizar” las alternativas transformativas. O, dicho con otras palabras, ¿cómo reforzar las dinámicas de atracción -atractoras- para culminar en un nuevo sistema? Si lo macro y micro coquetean entre sí, en una especie de baile de seducción, buscando conquistarse mutuamente en una dinámica más desordenada que ordenada, caótica siempre y por tanto incierta, ¿qué es posible hacer para que no sean las emergencias ortodoxas las que terminen abrazando atractivamente a las emergencias heterodoxas y alternativas? ¿cómo afrontar la incertidumbre de la realidad? ¿bastarían la suma o agregación de voluntades mediante la generación de una conciencia colectiva y planetaria? ¿y qué papel juega el azar en este proceso sistemizador?

Una conciencia realista debería decirnos que lo más probable[4] no es la construcción de un nuevo sistema socioeconómico más justo, sustentable e igualitario. Pero esta tensión entre realidad (visión realista) e irrealidad (visión irrealista) es la que nos permite soñar con un mundo mejor, un mundo entrelazado de muchos mundos mejores. De ahí la necesidad, pero sobre todo la posibilidad, de la utopía. En palabras de Enrique Luengo (2012, p. 99):

“Esta relación dialógica permite generar la intención utópica, lo cual es común a todas las utopías: proponer con una negación del presente una posible imagen del futuro al cual se aspira. Hay una tensión, por tanto, entre lo real inmediato y la idealidad o utopía que nutre la dinámica histórica (Ainsa, Fernando, La reconstrucción de la utopía, 46).”

Si para Edgar Morin (2011) nos acercamos al abismo planetario; si para Yuval Harari “nos hallamos ante el umbral tanto del cielo como del infierno, moviéndonos nerviosamente entre el portal de uno y la antesala del otro. La historia todavía no ha decidido, dónde terminaremos, y una serie de coincidencias todavía pueden enviar en cualquiera de las dos direcciones” (2017, p. 411); y si, en el mismo sentido, para Immanuel Wallerstein (2005, pp. 119-120) la bifurcación sistémica llevará sin remedio al triunfo de alguna de las dos probabilidades para el mundo (a la más democrática-igualitaria-justa abanderada por la izquierda global, en contrapartida, a su inverso materializada en la vía autoritaria, con desigualdades de todo tipo cada vez más extremas -más aún que las actuales y ya de hecho es mucho decir- con una injusticia cruda y dura, sin ropajes ni cosméticos, conducida por la derecha global), entonces, la voluntad-conciencia y su organización[5] importa, generando desorganizaciones y reorganizaciones dentro del sistema (las famosas estructuras disipativas de Ilya Prigogine), pero también, o incluso más, el azar tiene una palabra determinante qué decir –“esa incompatibilidad entre el principio de causalidad y la indeterminación eventual que esta produce en las relaciones de un sistema” (Luengo, 2012, p. 91). 

Con todo, no se puede dejar solo al azar el destino del sistema y del planeta: de ahí que las resistencias mediadas por luchas intelectuales, éticas y políticas estrechamente vinculadas sean fundamentales, pero deberán acompañarse necesariamente de la sistemización de las alternativas, incluidas desde luego las socioeconómicas y sus mercados alternativos.

Si para Frances Fox Piven (2008) -científica política estadunidense-, la esperanza de los cambios sociales desde abajo se funda en el poder de la interdependencia; si para Edgar Morin (2011) su esperanza de transformación civilizatoria -una verdadera metamorfosis- reside en lo improbable, Carlos Maldonado (2016b) nos invita a alimentar la esperanza a toda costa, ya que la complejidad de la realidad hace posible no sólo lo improbable, sino incluso lo imposible:

“(…) fundamentalmente la buena investigación de punta se ocupa (cada vez más) por lo posible. Esto es, por los desarrollos probables, hipotéticos y contingentes de lo que hay, lo que sucede, lo que está. Pues bien, como resultado de la complejización del mundo y de la ciencia en general más radicalmente aun, la ciencia ha comenzado a aprender a pensar lo imposible. Esto es, lo que anteriormente era inimaginado, inaudito, inverosímil. Sin la menor duda, la simulación ha hecho una contribución importante al respecto. Lo que otrora pareciera inimaginable, inopinado, inaudito, se revela ahora como posible e incluso como necesario. Pensar lo imposible y en ocasiones trabajar para que sea efectivamente posible, es más, bastante más que simplemente pensar en utopías” (Maldonado, 2019b, p. 121).

Si esto es verdad, todo es posible en la imposibilidad de hacer realidad la utopía de un mundo bueno y una vida buena para todos.

 


[1] La orientación no dicotómica crecimiento/decrecimiento significa para Morin que “deben crecer los servicios para la gente, las energías verdes, los transportes públicos, la economía plural incluida la economía social y solidaria, el urbanismo humanizador de las megalópolis, la agricultura y la ganadería tradicionales y biológicas, pero que también deben decrecer la fiebre consumista, la producción de alimentos industrializados y de objetos no reparables de un solo uso, el dominio de los intermediarios sobre la producción y e! consumo, el tráfico de los automóviles privados y el transporte de mercancías por carretera y en beneficio del Ferrocarril (Morin, 2011, p.36).

[2] Puede haber economía solidaria sin procesos vinculados a la sustentabilidad ambiental y la metabolización social, sin equidad de género, sin afanes de innovación tecno-social ni siquiera de inclusión amplia de los actores sociales y de la población más pobre.

[3] El eje conservación/transformación significa, para Edgar Morin, que muchas perspectivas de futuro, como las depositadas en la agricultura y la ganadería tradicionales, la reinstauración del artesanado, el abandono de los productos de un solo uso y la utilización de productos reparables, necesitan que se conserven los conocimientos y las prácticas heredadas del pasado. Una gran parte de las tecnologías «limpias» se basa en saberes ancestrales de comunidades marginales, Y, sobre todo, debemos conservar la vida del planeta, las diversidades biológicas y humanas, seguir emocionándonos y enriqueciéndonos con los tesoros sublimes de las grandes culturas y los grandes pensadores (2011, p. 37).

[4] Como señala Luengo (2012, p. 94): “Todo lo que es organizacional, desde la formación de las estrellas hasta el nacimiento de la vida, del nacimiento de la vida a la aparición del homo sapiens/demens, de la configuración de nuevas sociedades históricas o contemporáneas, puede ser considerado, a la vez, como desviación, marginalidad o improbabilidad, que se transforma en probabilidad local y temporal (Morin, Edgar, El método I: la naturaleza de la naturaleza, p. 428).”

[5] Para Luengo (2012, p. 98) “La organización es la constitución y mantenimiento de un conjunto o “todo” no reductible a las partes, porque dispone de cualidades emergentes y de constreñimientos propios, y porque comporta una retroacción de las cualidades emergentes del “todo” sobre las partes. A través de las interacciones que se dan en la organización, se dan procesos que producen orden y desorden; por ello, dice Morin, la organización es una actividad regeneradora y generadora permanente. La idea de sistema es la otra cara de la organización (Morin, Edgar, Ciencia con conciencia, p. 100-4, 204-16).”