Las emergencias socioeconómicas humanizadoras del sistema

La heterodoxia económica frente a los mercados capitalistas convencionales

“Los acérrimos capitalistas suelen aducir que el capital debería ser libre para influir sobre la política, pero que no debería dejar que la política influyera en el capital” 

Yuval N. Harari

Apesar de seguir siendo centro, hegemonía y dominancia, la economía convencional y sus expresiones empíricas enfrentan hoy al pensamiento crítico socioeconómico y a nuevas propuestas por economías emergentes. La diversidad frente al pensamiento único, nuevamente, se expresa.

Si a ello se añade la Gran Formación Social Emergente -como lo indican Wim Dierckxsens y Walter Formento (2019) en su análisis de la situación geopolítica mundial- integrada por China, Rusia e India entre sus naciones principales y su pretensión de reconectar el capital ficticio en la gran burbuja financiera mundial a la economía real productiva, redes de comercio, inversiones en infraestructuras y aprovechamiento de la energía en curso y de cara a una transición energética, se podría dar paso a una transición suave hacia algún tipo de postcapitalismo que haga posibles otras economías alternativas sustentadas en la productividad del trabajo sobre la productividad del capital.

3.1 Críticas económicas heterodoxas
al capitalismo neoliberal

Frente a la visión competitiva básica, la economía convencional se ha visto obligada a reconocer diversas fallas en mercado y en el estado debido a las diversas realidades económicas (Stiglitz y Walsh, 2006): 

  • en el mercado, a. imperfecciones en la competencia (muchas empresas influyen en los precios, y sus formas extremas son la existencia de monopolios y oligopolios); b. la información es imperfecta (hogares y empresas carecen de información perfecta en los tres tipos de mercados: de trabajo, de bienes y de capital); c. mercados inexistentes; d. el cambio tecnológico; e. las externalidades y los bienes públicos; f. ajustes de todo tipo (todo cambia todo el tiempo); g. la distribución de la renta inaceptable; 
  • y en el Estado, la información imperfecta y cercanía con intereses de grupos y poderes fácticos.

Autonomización, individualización, maximización, racionalización, son principios sostenidos desde la teoría económica convencional. Para González Meyer (2018, pp. 185-186), todos nos convertimos en productores, trabajadores o consumidores, perdiendo nuestra capacidad de ser sujetos, tanto individuales como sociales:

“La TNC (teoría neoliberal capitalista) liberó al análisis económico de referencias a aspectos culturales, políticos y sociales en la explicación de cómo ocurre lo económico. Definió su análisis del campo económico desde la representación de individuos aislados que buscan maximizar los recursos de los cuales disponen, en un marco de competencia entre sí en que cada uno determina sus propios fines en forma aislada. Para ello, utilizan cálculos que plasman esa racionalidad maximizadora natural, lo que lleva a usar eficientemente medios en relación a fines y en que son claves los datos que aporta el mercado a través de los precios. Ello lo realizan en la calidad de tres categorías de “sujetos” que pueden adoptar: empresarios, trabajadores y consumidores. Sin embargo, estos son “sujetos” más cercanos a categorías o sujetos sin historia o trans históricos.”

Con una fuerte crítica, Franz Hinkelammert, economista y teólogo alemán radicado en Costa Rica desde hace décadas, afirma que la utopía liberal promueve una idea de “mercado milagroso”, una especie de “idolatría del mercado” sustentada en el pensamiento de Von Hayek y Milton Friedman. Desde esta perspectiva liberal, el mercado aparece como un instrumento de libertad, como condición para la extensión de la personalidad del individuo y la expansión de sus círculos de confianza.

Contra esta visión neoliberal del capitalismo, numerosos intelectuales de diversas ramas de las ciencias sociales realizan una crítica lúcida sobre sus excesos y barbaries (desde economistas y sociólogos, hasta antropólogos sociales y filósofos), sin dejar de reconocer los beneficios globales del capitalismo. Al mismo tiempo, capitalistas prácticos como Nick Hanauer (2018) sostienen que el “homo economicus” defendido simplistamente por la ortodoxia económica -perfectamente racional, maximizador de beneficios, radicalmente egoísta- no es la base ni el motor del capitalismo, sino la pro-socialidad para la cooperación humana, la confianza y la reciprocidad. De ahí que, para Hanauer (2018):

“El capitalismo es la tecnología social más grande jamás inventada para resolver problemas. Pero saber que el capitalismo funciona es diferente a saber por qué funciona. Y contrariamente a la ortodoxia económica, es la reciprocidad, no el egoísmo, lo que la guía, de hecho, como si fuera una mano invisible. Es la reciprocidad social la que genera los altos niveles de confianza necesarios para que grandes redes de personas cooperen a gran escala. Y solo a través de estas redes de especialistas altamente cooperativos puede surgir la complejidad que define nuestra economía moderna”.

De manera que Hanauer (2018) propone 4 búsquedas para alentar las acciones y el activismo alternativo: a. el capitalismo es un sistema auto-organizado pero no auto-regulado (la inversión e intervención gubernamental es necesaria); b. el auténtico capitalismo no es capitalismo repartidor de utilidades sino productor de buenos productos y servicios, buenos trabajos y utilidades justas, en equidad para todos y para construir comunidades más fuertes); c. el capitalismo es efectivo pero no eficiente (eleva nuestro nivel de vida agregado, pero también puede ser extraordinariamente derrochador, cruel y desigual); d. los verdaderos capitalistas son capitalistas éticos (cada acto económico es una opción explícitamente moral para promover la prosperidad, entendida no como dinero sino como acumulación de soluciones a los problemas humanos). Por tanto, para destruir el neoliberalismo, Hanauer propone matar al “hombre economicus”. Y para no liquidar al capitalismo, o por lo menos tener una caída abrupta y rápida, el empresario sugiere compartir la riqueza de manera más justa (Tomanky, 2018).

Por lo anterior, más allá de la supuesta perfección teórica del mercado en la economía convencional, los mercados actuales de las economías capitalistas -en su actual fase neoliberal- en su rapacidad adolecen de múltiples problemas. Los resultados están a la vista: las enormes desigualdades económicas y sociales, el poder de las corporaciones transnacionales por encima del poder de los propios Estados, la existencia de múltiples paraísos fiscales como mecanismos eficaces para la evasión fiscal y el lavado de dinero, el crecimiento del capital financiero y especulativo muy por arriba del capital productivo, la crisis ambiental y el cambio climático, la escalada del crimen organizado a nivel global (narcotráfico, trata de personas, mercado negro de armas), el peso económico de la industria militar con sus múltiples consecuencias,  la minería extractiva y el despojo de las comunidades originarias de sus territorios (tierras, bienes comunes y recursos naturales), la expulsión y migración forzada de poblaciones dentro de los países y a nivel internacional, la digitalización de la economía global en su conjunto, por mencionar algunas de los más relevantes. Se trata de una real multicrisis global, a la manera de Edgar Morin (2011), tanto civilizatoria (de acuerdo con Leonardo Boff, 2010) como del propio sistema-mundo capitalista (Immanuel Wallerstein, 2005). 

Otra de las críticas dentro del sistema proviene de Joseph Stiglitz. Luego de numerosas críticas y propuestas a la globalización dominante y de insistir en el riesgo y explosión de la burbuja hipotecaria y financiera del 2008, Stiglitz (2008) propone, frente al “fundamentalismo de mercado” una economía más equilibrada con un peso creciente de la economía social. En suma: una economía equilibrada, basada en un sistema económico plural, con un sector privado tradicional, un sector público eficaz y con un sector creciente de economía social. Para Stiglitz, las razones de éxito de la economía social se encuentran en sus propios valores, especialmente por su forma de gestión democrática y por su manera de relacionarse con las personas “menos tendiente a explotarlas”.


3.2 Las nuevas propuestas socioeconómicas
heterodoxas dentro del sistema-mundo capitalista

Otras propuestas dentro del sistema-mundo capitalista que intentan humanizarlo se refieren a las Cadenas Globales de Valor, la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa, la Economía del Bien Común, el Sistema B, las Organizaciones TEAL, la Economía Circular, la Economía Azul, el Ecosistema de Innovación Social y la Economía Colaborativa, entre las principales. 

En la Figura 3.1 hemos realizado un agrupamiento de esta diversidad de economías emergentes heterodoxas -por tanto, complementarias al sistema mediante la combinación de las dinámicas no excluyentes, sino dialógicas, de cooperación/competencia- conforme a los cuatro grandes campos que constituyen nuestro análisis o clasificación desde el inicio:

  • Campo de Valores / Antivalores: destaca el énfasis en los valores de la responsabilidad, el bienestar, la confianza mutua y la abundancia asumida mediados por la Responsabilidad Social Corporativa, la Economía Humana, la Economía del Bien Común, el Sistema B y las Organizaciones TEAL;
  • Campo de la Sustentabilidad / Insustentabilidad Ambiental: en este campo nos parece pertinente insertar a la Economía Circular, la Economía Azul y la Economía Dónut;
  • Campo de la Tecnología: creemos que es posible incorporar en este campo la propuesta de la Economía de Innovación Social Disruptiva y/o Frugal;
  • Campo de la Inclusión Social: destacamos aquí a la Economía Social de Mercado, a las Redes Globales de Valor y a la Economía Social.

Una mirada a cada una, con una descripción muy básica como en los casos del capítulo anterior, nos indica lo siguiente.

3.3 Economías emergentes heterodoxas
en el campo de Valores / Antivalores

Hemos ya resaltado que los valores que pretender promover de este tipo de economías son la responsabilidad, el bien común y el bienestar, así como la rectitud interna, es decir, la búsqueda de lucro y acumulación de capital combinada con decisiones y prácticas económicas responsables y rectas no sólo con accionistas y trabajadores sino de manera más amplia con los consumidores, la localidad, la sociedad, el estado y la naturaleza. La Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa, la Economía Humana, la Economía del Bien Común, el Sistema B y las Organizaciones TEAL son sus principales componentes. 

Como veremos en la descripción siguiente, el parecido entre las diversas propuestas económicas es muy grande. En diversas medidas sostienen un compromiso más allá del lucro y la rentabilidad empresarial, aunque sus énfasis pueden variar ya sea por los valores que las inspiran, por su origen, por los actores que las promueven y por la forma de medir los impactos que producen.


Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa

La empresa, de acuerdo con Perdiguero (2003), en particular las grandes corporaciones, se encuentran bajo la sombra de la sospecha, es decir, contienen una naturaleza ambivalente: por un lado, un extraordinario dinamismo en el desarrollo de la productividad y la creación de riqueza, pero, también, una enorme destrucción de capital social y ambiental asociado a un crecimiento económico sin control, con fuerte incremento de las desigualdades e irresponsabilidad, aunadas a la diseminación de la pobreza, la exclusión social y la corrupción. Esta cara negativa de las corporaciones se refleja en su espectacular caída de los valores de confianza (IPSOS, Encuesta Mundial de Valores, Gallup) y en su desprestigio social (ejecutivos sin escrúpulos), de manera que no se trata de casos aislados, sino de naturaleza sistémica.

El concepto de Responsabilidad Social surge en Estados Unidos hacia la década de los setenta a raíz de la guerra de Vietnam y otros conflictos como el Apartheid a finales de los cincuenta. A nivel europeo, la RSE se sitúa en la agenda de prioridades políticas de la Unión Europea tras la Cumbre de Lisboa de Consejos de Estado (2000). A partir de ahí, la Comisión de las Comunidades Europeas publica el Libro Verde sobre RSE (2001) tratando de dar respuesta al objetivo marcado de “… llegar a ser la economía del mundo más competitiva y dinámica … sentido corporativo de Responsabilidad Social de las Empresas, atendiendo a las mejores prácticas en formación continua, organización del trabajo, igualdad de oportunidades, integración social y desarrollo sostenible”.

Esta perspectiva atiende a la totalidad de las relaciones sociales de la empresa o corporación, es decir, con sus grupos de interés tanto de su entorno interno como externo, y tiene como principio de responsabilidad las siguientes seis dimensiones: la elaboración de productos y servicios de manera responsable, el respeto a los derechos humanos, las relaciones con los empleados, la creación y el mantenimiento del empleo, la protección del medio ambiente y una gestión económica eficaz (Perdiguero, 2003, p.179). Si bien algunas empresas están comprometidas con esta perspectiva ética, numerosos estudios advierten sobre las graves y constantes violaciones que las grandes corporaciones transnacionales realizan y la manera en que la RSE es utilizada de manera legitimadora por muchas de ellas (Stiglitz, 2002, 2005 y 2006, entre otros). [1]


Economía Humana

La Compañía de Jesús, a través del Grupo de Trabajo sobre Economía formado por el Secretariado para la Justicia Social y la Ecología (SJSE), publicó en 2016 un Informe especial titulado “Por una economía global justa. Construir sociedades sostenibles e inclusivas”, donde hace una llamada a la acción ante lo que señala como signos de los tiempos o principales retos actuales: el reto de la pobreza severa; la herida social de la desigualdad; los riesgos de la financiarización contemporánea; la injusticia de la violencia y la fragilidad desatendida de la casa común. Para ello propone una nueva visión orientada hacia en el bien común en este tiempo y sustentada en instituciones para el cambio -estados, sociedad civil y redes globales- así como diversas recomendaciones para mejorar la situación de los pobres. 

Justicia y bien común, así como inclusión y sostenibilidad ambiental, son los componentes centrales de esta propuesta impulsada por la Compañía de Jesús:


“La justicia distributiva es inversa a la justicia contributiva. Regula cómo debería distribuirse o hacerse accesible a los ciudadanos el bien común de la sociedad. La justicia distributiva se ocupa de la manera en que la sociedad habilita a sus miembros para que se beneficien de los bienes posibilitados por la vida común de los ciudadanos. Reclama la asignación de los recursos sociales de un modo tal que refleje las contribuciones que las personas han hecho al bien común a través de su trabajo y creatividad. Y lo que resulta muy importante en el actual contexto globalizado: reclama una distribución de la riqueza y los recursos del mundo tal que las necesidades básicas de toda persona sean cubiertas al menos hasta el nivel que exige la dignidad humana” (p. 24).

Y respecto del bien común, los jesuitas exigen como requisito que sea construido y distribuido justamente, de forma tal que los resultados positivos del crecimiento de la economía de un país beneficien a todos los miembros de la comunidad. 

La justicia económica, por tanto, es necesaria como fundamento para una economía humana. De ahí que una de las fuentes principales de este documento sea la doctrina social de la Iglesia, particularmente la encíclica Laudato Sí del Papa Francisco:

“Construir sociedades inclusivas y sostenibles sobresale como una de las principales exigencias de nuestra época: sociedades que permitan a todos participar en la riqueza acumulada durante generaciones, con especial interés por los más vulnerables; sociedades comprometidas con la protección del medio ambiente. Este es el reto que se aborda en el presente documento, reflexionar cómo la economía actual afecta a la inclusión y la sostenibilidad y explorar vías a través de las cuales la economía pueda responder mejor a las necesidades de los pobres y del medio ambiente dado que “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (LS, n. 139, citado en el SJSE, 2016, p. 5)”.

El documento señala que la doble tarea de fomentar la justicia económica mundial y cuidar del medio ambiente es responsabilidad de muchos agentes distintos: estados nacionales, por órganos intergubernamentales –como las Naciones Unidas y sus equivalentes regionales–, empresas multinacionales e instituciones financieras y organizaciones no gubernamentales -a través de su incidencia en asuntos como la pobreza, la desigualdad y la protección del medio ambiente (p. 28).

  • Las Reformas propuestas en el plano nacional para fomentar la justicia y la participación son las siguientes:
  • fomento de políticas públicas que redistribuyan la riqueza,
  • cumplimiento de las leyes que protegen el medio ambiente y fomentan la buena gobernanza de los recursos naturales y minerales,
  • regulación más rigurosa de los mercados económicos y financieros,
  • políticas que reduzcan la cooptación de los estados por parte de elites y esfuerzos más intensos para combatir la corrupción,
  • creación de empleos decentes,
  • países avanzados cumplan el compromiso de compartir una pequeña parte (0,7%) de su PIB nacional,
  • fomentar la involucración de nuevos agentes de la sociedad civil.

Las Reformas en el plano internacional, por otra parte, consisten en:

  • más severa regulación internacional de los mercados financieros y económicos,
  • tratados comerciales más justos entre estados y multinacionales,
  • regular los paraísos fiscales y gravar a las multinacionales.

Economía del Bien Común (EBC)

Conocida así e impulsada por el economista austríaco Christian Felder en el contexto de la crisis financiera sistémica del 2008, la Economía del Bien Común (ECB) coloca a los seres humanos y a todos los seres vivos, así como el éxito de las relaciones entre ellos, en el centro del sistema económico. Transfiere los valores de hoy en día ya válidos de relación y constitución/organización al mercado, apremiando a los actores económicos que se comporten y organicen de forma humana, cooperativa, solidaria, ecológica y democrática. El principal instrumento de análisis propuesto es su Balance del Bien Común, con el que se pretende medir el éxito del negocio con un nuevo significado -no sólo el de rentabilidad de la empresa-, mediante indicadores de dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y participación democrática y transparencia. 

La EBC pretende convertir los valores de la sociedad en valores de la economía y considera en su Balance a los diversos actores involucrados: proveedores, financiadores, empleados y propietarios, clientes-productos y servicios, ámbito social y criterios negativos. Apela a un sistema económico alternativo[2]. La EBC pretende convertirse en un movimiento global que aspire a una buena vida para todos los seres vivos y el planeta, apoyada por un sistema económico orientado al Bien Común, cuyos elementos son la dignidad humana, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la justicia social, la participación democrática y transparencia. Se entiende como un proceso abierto en cuanto a sus resultados, participativo y de crecimiento local, aunque de efectos globales (Asociación Federal Española para el Fomento de la Economía del Bien Común AFEF/EBC, 2018).

Sistema B

Con el lema “Trabajamos por una economía donde el éxito se mida por el bienestar de las personas, de las sociedades y la naturaleza” y de muy reciente surgimiento[3], el Sistema B es una organización sin fines de lucro y un movimiento latinoamericano que pretende globalizarse para impulsar una nueva economía por medio de las Empresas B y su diálogo con otros actores sociopolíticos.[4] 

De acuerdo con sus documentos oficiales[5],  su misión de esta organización o movimiento consiste en “Construir ecosistemas favorables para Empresas B y otros actores económicos que utilizan la fuerza del mercado para dar solución a problemas sociales y ambientales y su visión en una economía donde el éxito se mida por el bienestar de las personas, de las sociedades y de la naturaleza. El Sistema B reivindica una cultura organizacional basada en la co-construcción, la pasión, la diversidad, la interdependencia, el cuidado y la innovación.

En suma, Sistema B quiere apostar por la construcción de una economía que incluya a todos y que pueda crear valor integral para el Mundo y la Tierra. De ahí que se pretenda acercar, convencer y articular en esta alternativa a todos los actores de la economía: empresas de todos los tamaños y sectores, grandes actores de mercado, academia (universidades y escuelas de negocios), sociedad civil, funcionarios públicos, medios de comunicación, fondos de inversión, y ciudades B. Mediante este involucramiento, la organización-movimiento busca crear las condiciones necesarias para el ecosistema de esta nueva economía.

Sistema B promueve una certificación para empresas mediante su medición del éxito y la rentabilidad basada en un modelo de triple impacto: la generación de valor económico, el bienestar social y el bienestar ambiental. Lo anterior se logra promoviendo formas de organización económica que puedan ser medidos desde el bienestar de las personas, las sociedades y la Tierra, de forma simultánea y con consideraciones de corto y largo plazo.

De ahí que, como indican sus documentos, Sistema B trabaja desarrollando e interconectando seis comunidades de actores de la economía: las Empresas B, grandes actores de mercado, actores de la política pública, líderes de opinión, inversionistas, y la academia, con educadores, investigadores y docentes[6].  

Los co-fundadores -María Emilia Correa, Gonzalo Muñoz, Pedro Tarak y Juan Pablo Larenas- entienden el modelo de avance de Sistema B como “una plataforma de convergencia de intereses y construcción de confianza, que invita a aprovechar la fuerza del mercado para resolver problemas sociales y ambientales con escala” (Sistema B, 2017, p. 3).

En pocas palabras, como afirman sus promotores: “la Empresa B aspira a ser la mejor empresa para el mundo y no solo del mundo”.

Organizaciones TEAL

En una sugerente investigación –“Reinventar las organizaciones”- Frederic Laloux (2015) realiza un análisis actual sobre los diversos estadios evolutivos de las organizaciones, entre las que incluye a las lucrativas -empresas- y las no lucrativas -organizaciones no gubernamentales. 

Mediante una caracterización basada en colores propuesta por el filósofo Ken Wilber, Laloux distingue una línea evolutiva que va desde los inicios de nuestra especie (Infrarrojo), hasta la revolución cognitiva (Magenta). Sin embargo, en lo que el autor denomina las sociedades desarrolladas, Laloux (2015, p. 62) encuentra las siguientes tendencias organizacionales:

  • el Rojo-Impulsivo, que representa a la economía que persiste en los márgenes de la legalidad como las mafias, las pandillas callejeras y las tribus urbanas, tiene como valores la autoridad de mando y la división del trabajo, y su metáfora-guía podría ser una manada de lobos; 
  • el Ámbar-Conformista, presente en las organizaciones con fuertes jerarquías estables y escalables como el ejército, la iglesia, las burocracias gobernantes o los sistemas de educación públicas, tiene como características organizativas la formalidad en sus funciones y los procesos;
  • el Naranja-Logro, sector dominante en empresas y negocios incluye a las multinacionales y las escuelas privadas concertadas y se basa en la racionalidad, innovación, la responsabilidad y la meritocracia. Una máquina podría ser su símbolo y representación;
  • el Verde-Pluralista, por su parte, incluye a las organizaciones impulsadas por la cultura y la sociedad civil. Sus valores principales son el empoderamiento, la cultura impulsada por valores y el modelo de grupos de interés y tiene como metáfora-guía a la familia.

Emergente entre ellas -y con base en diversas teorías[7]– Laloux (2015, pp. 73-75) distingue un nuevo avance organizacional evolutivo: las Organizaciones TEAL (color esmeralda o jade).  Esta emergencia TEAL-Evolutiva funda sus raíces éticas en la confianza mutua y la abundancia asumida  por medio de: la domesticación de los miedos y el ego,  la rectitud interna como brújula, la vida como un viaje de despliegue, la construcción sobre fortalezas y no sobre limitaciones y carencias, la sabiduría en vez de racionalidad – acceder a todos los dominios del conocimiento, incluyendo a las emociones, las intuiciones, los hechos y las paradojas (hacia un enfoque holístico del conocimiento)-, la lucha por la plenitud -interconectados en una totalidad mayor en plenitud con los demás, con la vida y la naturaleza.

Laloux añade algunos avances revolucionarios en las organizaciones Teal-Evolutivas:

  • Autogestión: las organizaciones de todos los tamaños cuentan con un sistema basado en las relaciones entre iguales, sin necesidad de jerarquías ni consenso;
  • Plenitud: recuperación de la integridad interior de las personas en las prácticas y labores de la organización; 
  • Propósito evolutivo: percepción sobre la organización con vida propia y abierta a lo que desea convertirse y el propósito que quiere servir (2015, pp. 90-91).

Desde empresas globales con 40,000 empleados hasta empresas medianas con 90 empleados y 20 perros, o incluso organizaciones civiles no lucrativas de servicios sociales con 4,000 empleados, forman parte de las doce organizaciones TEAL del estudio de Laloux. El autor se pregunta desde la introducción de su libro:

“Si resulta que es posible crear organizaciones que nos permitan expresar al máximo nuestro potencial humano, ¿cómo serían? ¿cómo les damos vida?” Estas son las preguntas medulares del libro (Laloux, 2015, p. 20)

Conviene decir que las organizaciones analizadas por Laloux[8], más allá de sus propósitos lucrativos o no lucrativos, de acumulación capitalista o no, poseen un gran potencial de cambio para alimentar las prácticas de otras economías alternativas. Autogestión, plenitud y propósito evolutivo pueden ser referentes evaluativos, pero especialmente de inspiración e impulso para ellas.

3.4 Economías emergentes heterodoxas
en el Campo de la Sustentabilidad / Insustentabilidad

En el capítulo anterior dimos cuenta que, desde la ortodoxia capitalista y desde este campo destaca la economía verde. Yendo más allá de esa propuesta insustentable, pero sin romper con la teoría desarrollista y del crecimiento económico, aunque con avances de acuerdo con sus características basadas en la sustentabilidad, hemos incluido en este campo como economías heterodoxas a la Economía Circular, la Economía Azul y, muy especialmente por su mirada sistémica y compleja, la Economía Dónut.

Economía Circular

Como alternativa a la “economía lineal de extraer-hacer-tirar”, y en el proceso de cambios del concepto de sustentabilidad, fue hacia la última década del siglo XX cuando los ingleses Pearce y Turner (1989) formularon literalmente el término “Economía Circular”, proponiendo en su estudio “Economics of natural resources and the environment” la posibilidad de un flujo económico cerrado que explicaba cómo sería posible su funcionamiento, es decir, la posibilidad de un sistema cerrado de las interacciones entre economía y medio ambiente.

Retomada e impulsada con el apoyo del Parlamento Europeo y el Consejo Europeo, esta iniciativa pretende crear un marco político destinado a apoyar el cambio a una economía eficiente en el uso de los recursos y de baja emisión de carbono que ayude a mejorar los resultados económicos al tiempo que se reduce el uso de los recursos; identificar y crear nuevas oportunidades de crecimiento económico e impulsar la innovación y la competitividad de la UE; garantizar la seguridad del suministro de recursos esenciales; luchar contra el cambio climático y limitar los impactos medioambientales del uso de los recursos. En suma, se trata de convertir a la UE en una economía circular -no lineal-, basada en el principio de “cerrar el ciclo de vida” de los productos, los servicios, los residuos, los materiales, el agua y la energía. Su propuesta se materializa en su Concepto Multi-R: Repensar, Rediseñar, Refabricar, Reparar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar, Reciclar, Recuperar energía[9].  

Podemos resumir sus propuestas en las siguientes proposiciones: 

  • principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas; 
  • establecimiento de diversas respuestas para la solución de un único problema, según la cosmovisión de cada sociedad o comunidad (Ciencia Post-normal); 
  • integrar las cosmovisiones ancestrales; 
  • crear un nuevo régimen comercial internacional para cambiar los actuales patrones mundiales de acumulación que determinan que el Sur sea utilizado como proveedor de recursos y sumidero de deshechos del Norte (Fundación Economía Circular, 2017). 

Sin embargo, una mirada crítica a estas apuestas económicas que no cuestionan el crecimiento ilimitado, nos indica que la economía en el mundo no es circular, sino que sigue siendo entrópica[10],  como sostiene Joan Martínez Alier (2015) desde la ecología política y sus estudios de los conflictos ambientales:

“(…) bajo la ilusión de la economía circular, parecería que el crecimiento puede continuar de manera ilimitada, pues reciclaremos los residuos y los convertiremos en nuevos recursos. Por si fuera poco, si cada vez somos más eficientes en el uso de recursos, vamos a necesitar menos cantidad de los mismos. Pero ahí aparece una paradoja (la Paradoja de Jevons): la mayor eficiencia abarata el costo, y por tanto puede llevar a un mayor uso (…) (Además) En conjunto, lo que se recicla actualmente en el mundo no es más de 6 por ciento de los materiales extraídos. Estamos lejísimos de una economía circular”.

Por su parte, Jesús Ramos Martín, académico del Centro de Prospectiva Estratégica del Instituto de Altos Estudios Nacionales con sede en Ecuador, señala que el capitalismo continuamente inventa o se apropia de conceptos para justificar su necesidad de expansión continua y de acumulación creciente de capital, más aún frente a la crisis ambiental global:

“En mi opinión, la confusión acerca de los modelos de desarrollo basados en el conocimiento no es casual.  El capitalismo necesita de reinvenciones de conceptos de manera continua para poder justificar el crecimiento continuo en un mundo finito. Esto sucede en el ámbito ambiental, en donde hemos visto cómo del concepto de desarrollo sostenible se pasó después al de la economía verde y cómo recientemente se habla de economía circular, promocionada tanto por China como por la Unión Europea.  Esta creencia en un cierto optimismo tecnológico es muy conveniente para el statu quo, pues nos previene de cuestionarnos el modelo de desarrollo en el que estamos inmersos, en el que una crisis se define como la falta de crecimiento económico. En efecto, bajo la ilusión de la economía circular, parecería que el crecimiento puede continuar de manera ilimitada, pues estamos reciclando los residuos y convirtiéndolos en nuevos recursos.  Desgraciadamente, la realidad no se corresponde con esta lectura pues, a pesar de ser cada vez más eficientes en el uso de recursos para producir una unidad de PIB, cada vez consumimos más recursos naturales, llevándonos cerca de lo que se conoce como el pico de todas las cosas” (2015, pág. 9).

Desde su punto de vista, el crecimiento económico siempre buscará el mayor uso de recursos, lo cual va en contra de las reales y limitadas posibilidades del planeta. De ahí que Ramos nos recuerde lo que el economista ecológico Nicholas Georgescu-Roegen cuestionaba que el propósito del proceso económico era el disfrute de la vida y no una cifra de crecimiento del PIB.  De alguna manera, esta idea es la que hay detrás del “Sumak Kawsay” o Buen Vivir propuesto desde Ecuador (Ramos, 2015, pág. 9).

La Economía Azul

Propuesta e impulsada por Gunter Pauli (2010), economista y emprendedor belga quien se ha dedicado durante décadas al desarrollo teórico y la aplicación práctica de los conceptos de emisiones cero[11], la Economía Azul (el cielo es azul, el mar es azul y el universo es azul) se distancia y contrapone con la Economía Verde (vieja propuesta enfocada a las élites conservacionistas con alto poder adquisitivo, poco sostenible y sustentada en la escasez). La Economía Azul (nueva propuesta) busca servirse del conocimiento acumulado durante millones de años por la naturaleza para alcanzar cada vez mayores niveles de eficacia, respetando el medio y creando riqueza, y traducir esa lógica del ecosistema al mundo empresarial. 

La EA se ha propuesto un plan para crear 100 millones de empleos, en 10 años, a través de 100 de estas innovaciones basadas en la Biomímesis, que busca la solución de problemas a través de la observación y aplicación de soluciones provenientes de la naturaleza, es decir, imitar, como modelo económico, el concepto de la eficiencia y equilibrio de los ecosistemas. Algunos de sus principios son:  local (usa lo que tienes); eficiente (sustituye algo con nada); sistémico (imita la naturaleza); rentable (optimiza y genera flujos de caja múltiples); abundante (satisface todas las necesidades básicas); innovador (crear el cambio, aprovecha las oportunidades)[12]. Sus alternativas recientes apuntan hacia la formación de clústeres, dado que la clusterización de diferentes aplicaciones genera múltiples flujos de caja, haciendo los negocios resilientes (no intensivos en capital y con rápidos retornos).  

Este paradigma sostiene que los consumidores podrán recuperar su capacidad de decidir realmente y cambiar el actual modo de producción mundial que genera grandes cantidades de basura, desempleo y gobiernos en quiebra. Enfocado todavía a la creación de empresas privadas y sin tomar distancia de la competencia, desde su concepción holística, la EA puede establecer relaciones sólidas con la Economía Social y Solidaria.

Economía dónut (dona o rosquilla)

Cercana al paradigma del decrecimiento de Serge Latouche y su teoría[13] -disminuir de forma controlada y progresiva la producción, con el objetivo de equilibrar la relación entre los seres humanos y la naturaleza-, cercana asimismo a las teorías de sistemas y la complejidad, cercana a las economías no redistributivas y a la distribución diseñada, y cercana, también, a la economía circular y la bioeconomía[14], una nueva propuesta sumamente heterodoxa, provocativa y complexiva llamada la Economía Donut (dona o rosquilla), promovida por la economista inglesa Karen Raworth[15], ha empezado a emerger -llamando la atención de propios y extraños, es decir, de economistas heterodoxos y ortodoxos- a raíz de la policrisis en que estamos insertos sistémica y globalmente.[16]

Traducido al español como “Economía rosquilla. 7 maneras de pensar la economía del siglo XXI”[17], el famoso y reciente libro de la académica de Oxford Karen Raworth (2019), economista totalmente heterodoxa, realiza una severa crítica al crecimiento económico como el canon de la economía. Pero, más allá de su crítica, Raworth se anima a proponer una sugerente propuesta alternativa. Sin un andamiaje marxista o posmarxista, aunque manteniendo sus pies en el suelo de una sociedad inclusiva y digna y a la vez mirando al cielo, a través un aire limpio, y por ello a la naturaleza, la autora propone un esquema de análisis-diagnóstico de mínimos y máximos con su contrapartida, una propuesta alternativa.

Con base en esta crítica, y desde una herramienta de fines-medios, Raworth afirma que tenemos una economía que necesita crecer, nos haga prosperar o no. Frente a ello, necesitamos una economía que nos haga prosperar, nos haga crecer o no. Se trata de una inversión de los fines y los medios, es decir, una forma de poner “al buey delante de la carreta, y no al revés”. La cooperación para lograrlo es fundamental y Raworth encuentra signos esperanzadores de ello como las formas alternativas de organización económica emergentes -en contra del impulso extractivo del capitalismo- como en el diseño del código abierto, el cooperativismo de plataforma y los Creative Commons.

El diagnóstico de Raworth se presenta en la Figura 3.3. El esquema, tipo dónut -una metáfora socioeconómica sugerente-, encuentra en el centro una serie de graves deficiencias sociales (alimentos, salud, educación, renta y trabajo, así como paz y justicia, participación política, equidad social, igualdad de género, vivienda, redes, energía y agua). Podría pensarse, siguiendo nuestra metáfora de campos de fuerza, que ese centro significa un gran hoyo negro que no sólo atrae, sino que devora personas, poblaciones, comunidades y sociedades enteras junto con sus escasos recursos y energías y del que muy pocos son capaces de escapar (conviene recordar a Illya Prigogine (2017), quien señala que los hoyos negros son el mejor ejemplo de un campo gravitatorio intenso. De ahí que se requiera una base o fundamento social, que aseguren unos mínimos sociales en dichos aspectos. 

Por otra parte, en contrapartida a las deficiencias, encontramos una serie de excesos ambientales como el cambio climático, acidificación de los océanos, contaminación química, carga de nitrógeno y óxido, extracción de agua dulce, conversión de tierras, pérdida de biodiversidad, contaminación atmosférica y reducción de la capa de ozono, entre sus principales manifestaciones. Más allá de ese techo, siguiendo con nuestra metáfora de campos de fuerza, en lugar de atraer se convierte en una fuerza extractivista voraz y expulsora de personas y comunidades al dejar un campo yermo, incultivable, inhabitable y explotado, donde la vida de la especie y del planeta perece sin remedio.

Para romper con esos excesos, Raworth nos propone fijar un techo ecológico, es decir, donde existan unos máximos que nos permitan acabar con dichos excesos.

Esta propuesta, obviamente también tipo dónut, la presenta en la Figura 3.4. La economía siempre debe moverse en los anillos intermedios, teniendo una base o fundamento social y un techo ecológico donde es posible construir un espacio seguro y justo para la humanidad apoyada en una economía regenerativa y distributiva (no redistributiva, sino con una justa distribución de la riqueza desde su origen). Ello implica ir acabando con las deficiencias sociales y los excesos ecológicos. Ese campo circular habitable, un verdadero círculo de vida, permite incluir, atrayendo gravitatoriamente, al conjunto de la población del planeta.

La manera de lograrlo es descrita por la autora en su libro por medio de las siete maneras de pensar la economía, en una transición urgente de la economía convencional y sus graves errores -la obsesión por el equilibrio y sus graves consecuencias sociales en la pobreza y las desigualdades diversas- a un modelo económico de vanguardia apropiado para el Siglo XXI donde todo el mundo tenga acceso a los bienes básicos -comida, vivienda y salud- pero dentro de los límites de aprovechamiento de los medios y recursos disponibles en el planeta:

  1. Cambiar de objetivo: Del PIB a la Rosquilla.
  2. Ver el panorama general: Del mercado autosuficiente a la economía incardinada. 
  3. Cultivar la naturaleza humana: Del hombre económico racional a los humanos sociables aceptables.
  4. Aprender a dominar los sistemas: Del equilibrio mecánico a la complejidad dinámica.
  5. Diseñar para distribuir: De “el crecimiento lo elevará todo” a la distribución por diseño.
  6. Crear para regenerar: De “el crecimiento lo limpiará todo” a la regeneración por diseño.
  7. Ser agnóstico con respecto al crecimiento: De ser adicto al crecimiento a mostrarse agnóstico con respecto a él.  

Pero ¿cómo medir los avances en este modelo? Para Raworth, la respuesta está en la prosperidad alcanzada, mediante una medición no enfocada sólo a la renta per cápita, sino también al funcionamiento de los ecosistemas (Era de los Indicadores Vivientes). Ello significa que se monitoria no sólo el PIB sino también la riqueza humana, social, ecológica, cultural y física generadas.

3.5 Economías heterodoxas emergentes
en el campo de la Tecnología y la Innovación

En este campo de las innovaciones tecnológicas y sociales nos interesa destacar principalmente a la economía del Ecosistema de Innovación Social Disruptivo y/o Frugal. Como se verá, nuevamente y rebasando las fronteras de las prácticas económicas emergentes ortodoxas, surgen alternativas al neoliberalismo capitalista salvaje.

Economía de Innovación Social y Tecnológica: hacia un ecosistema disruptivo y/o frugal.

En el intersticio entre la economía convencional y otras alternativas socioeconómicas tenemos a la innovación social. Cercana a la Economía Naranja, aunque más cerca de una perspectiva socio-empresarial, socio-civil o socio-pública, se encuentra esta nueva tendencia. La promoción de iniciativas y el estudio de la innovación ha cobrado mucha fuerza durante los últimos en universidades, empresas, gobiernos y la sociedad en general. Ello ha venido animando a diversos sectores sociales y ciudadanos a innovar.

El término de innovación social no es monolítico sino una especie de híbrido, dando da pie a numerosas interpretaciones. El término parece incluir desde:

“Nuevas estrategias, conceptos, ideas y organizaciones, que satisfacen necesidades sociales de todo tipo, desde las condiciones de empleo y la educación hasta el desarrollo comunitario y la salud, ampliando y fortaleciendo la sociedad civil.

También puede referirse a procesos de innovación social, como el crowdsourcing, crowdfunding o métodos y técnicas de código abierto, así como innovaciones que tienen un fin social (como el microcrédito o la educación a distancia)”. (de la Mata, s/f, p. 7).

La Comisión Europea retoma la definición de Murray, Caulier-Grice & Mulgan, 2010) de su El libro Verde de la innovación social. En ella los autores sostienen que se trata de “innovaciones que son sociales tanto en sus objetivos como en sus medios”. “Son nuevas ideas (productos, servicios, modelos) que satisfacen necesidades sociales (con más efectividad que otras alternativas) y a la vez crean nuevas relaciones o colaboraciones”.  

Los actores más importantes de las innovaciones sociales son el sector privado o empresarial, el sector público y las universidades, así como también diversos actores de la sociedad civil como las organizaciones civiles, sociales y ciudadanas.

La innovación social disruptiva, por su parte, es un fenómeno emergente no sólo de carácter económico, en el que grupos de personas se ponen de acuerdo para dar respuesta a desafíos comunes desde la tecnología: ciudadanización y participación política, solución a problemas de salud/enfermedad, promoción de iniciativas sociales organizadas, impulso de prácticas culturales novedosas, procuración de fondos para causas sociales, entre tantos más. 

Desde la dimensión económica, particularmente impulsadas por el sector empresarial, las innovaciones sociales son aquéllas de carácter lucrativo que realizan cambios innovadores a productos, insumos, procesos o prácticas tecnológicas que se insertan en el subsistema dominante de libre mercado con la intención de responder a demandas sociales, estatales o de respeto a la naturaleza. 

Al parecer, el concepto de innovación disruptiva fue utilizado por primera vez por Clayton M. Christensen, académico norteamericano y consultor de empresas, cuando presentó en 1995 su artículo Disruptive Thecnologies: Cathing the wave”, pero fue el austriaco Joseph Schumpeter quien utilizó el concepto de “destrucción creativa” para describir sus teorías sobre el modo en que el emprendimiento sirve de estímulo al sistema capitalista, en una especie de antesala a la “innovación disruptiva”[18]. Christensen, junto con Joseph Bower, han abonado a este concepto.

Más allá de la simple innovación, la innovación social disruptiva se apoya en plataformas tecnológicas basadas en internet y las redes sociales, que permiten poner en contacto a las personas que comparten los mismos objetivos. Por su parte, la Innovación Social Frugal se refiere a las innovaciones que suponen un uso bajo de recursos, el diseño de productos robustos y de bajo precio y cierto respeto a la naturaleza[19]. Los formatos de innovación social son varios y están basados en el intercambio, el uso compartido de recursos, la transmisión de conocimiento y la confianza avalada por la reputación colectiva. 

La innovación social se está consolidando porque surge a partir de cambios en los valores de los usuarios, en la demanda de servicios y en el modo como se consumen (ya hemos señalado a corporaciones transnacionales como Airbnb, Uber o Goteo como la punta del iceberg empresarial transnacional de la innovación social ortodoxa o no disruptiva). Frente a esta tendencia hegemónica de la innovación social privada surgen otras formas disruptivas que buscan recuperar la innovación social como alternativas construidas desde abajo. Sin pretender ser antistémica, la innovación social disruptiva se contrapone al estatus quo y a sus grupos de interés y presión. En suma, se trata de iniciativas impulsadas por líderes políticos, sociales o ciudadanos buscando responder mejor, es decir, de forma innovadora y creativa, con propuestas no conocidas, a diversas problemáticas económicas y sociales.

3.6 Economías heterodoxas emergentes
en el campo de la Inclusión/ Exclusión

Este campo atiende a la revisión de aquellas economías emergentes que, sin pretensión de romper con el sistema capitalista de acumulación y el lucro, buscan alcanzar niveles más amplios de eficacia económica mediante la cooperación e inclusión social. Se trata de propuestas no recientes sino revisionistas de las prácticas sistémicas capitalistas. En este marco conviene destacar a la Economías Social de Mercado y a las Cadenas de Globales de Valor.

Economía social de mercado

La Economía Social De Mercado (ESM), capitalismo social o capitalismo del Rin es un modelo de economía y sociedad con la meta de crear una economía que desde la base de la competencia combina la libre iniciativa con un progreso social asegurado por la capacidad económica. Surgida en Alemania desde una perspectiva democracristiana por Ludwig Erhard -Ministro de Economía en el gobierno de Konrad Adenauer de 1949 a 1963-, de acuerdo con Marcelo F. Resiko y según la definición de Alfred Müller-Armack, el núcleo de la Economía Social de Mercado es, por tanto, la “combinación del principio de la libertad de mercado con el principio de la equidad social”. El marco referencial es el concepto de la libertad del hombre complementada por la justicia social. El sistema de la Economía Social de Mercado surge del intento consciente de sintetizar todas las ventajas del sistema económico de mercado: fomento de la iniciativa individual, productividad, eficiencia, tendencia a la autorregulación, con los aportes fundamentales de la tradición social cristiana de solidaridad y cooperación, que se basan necesariamente en la equidad y la justicia en una sociedad dada. 

En este sentido propone un marco teórico y de política económico-institucional que busca combinar la libertad de acción individual dentro de un orden de responsabilidad personal y social. Los representantes de esta concepción trabajan en una síntesis de la tradición político-económica liberal (derechos individuales, republicanismo, mercado) con el pensamiento social-cristiano (justicia social, solidaridad). Se puede afirmar que, en este contexto, la Economía Social de Mercado fue desarrollada como una alternativa liberal frente a la economía planificada y como una alternativa social a la economía de mercado al estilo clásico. 

Al grupo de intelectuales y políticos que dieron origen a la ESM se los considera asociados a una corriente de pensamiento denominada ordoliberalismo. Esta denominación, en principio, tiene su origen en la combinación del liberalismo con el concepto de orden.

Cadenas Globales de Valor

Desde la dimensión territorial, una dinámica de las últimas décadas en el marco del desarrollo – o desarrollismo- es la propuesta de integración de las Cadenas Globales de Valor (CGV) que pueden definirse como la secuencia de actividades que firmas y trabajadores realizan desde el diseño de un producto hasta su uso final (Gereffi y Fernández Stark, 2011). El resultado ha sido el surgimiento de diferentes patrones de estructuración geográfica y gobernanza, que tienen en común el hecho de que los insumos (partes y piezas) y servicios -o sea cada etapa o tarea requerida en la producción final de un bien- se lleven a cabo en donde los recursos y las habilidades necesarias para su realización están disponibles a precio y calidad competitiva (Carneiro, 2015: 7).

Según Santarcángelo et al (2017, p. 119), el paradigma de las CGV ha sido una de las contribuciones más importantes, tanto en términos conceptuales como empíricos, a la literatura del desarrollo económico en los últimos treinta años. Como señalan los autores referidos, una de las claves para sostener un proceso de desarrollo de largo plazo consiste en establecer y sostener las condiciones para un crecimiento acelerado con solvencia externa. 

Más que la mera participación en las CGV (las que, por otra parte distan mucho de ser un escenario único y homogéneo o que suponga una única modalidad de inserción), en las economías periféricas tales condiciones requieren mejorar la relación entre la elasticidad-producto de las exportaciones e importaciones, tanto sea cambiando la composición de la canasta exportable como sustituyendo eventualmente importaciones en sectores estratégicos, e incrementar las capacidades productivas, tecnológicas e innovadoras del aparato productivo doméstico. 

Un estudio reciente realizado por la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), advierte que las Cadenas Globales de Valor permiten ofrecer nuevas perspectivas de crecimiento, desarrollo y empleo[20]. 

En cualquier caso, la alternativa no es “mucha o poca inserción en las CGV” y el desafío sigue siendo evitar aquellas formas de inserción internacional que impulsen un crecimiento empobrecedor y excluyente” (Santarcángelo et al, 2017, p. 124). En pocas palabras, la propuesta más novedosa de las CGV consiste en la posibilidad de construir cadenas globales sostenibles social, económica y ambientalmente. En otras palabras, sin romper dejar de ser sistémica, la propuesta de las CGV representa un matiz a la ortodoxia capitalista dominante en la agregación de valor -la cual ha apostado a la desconcentración de la producción y las relocalizaciones territoriales en diversas regiones del mundo hasta su integración en el producto final sin considerar los costos sociales y ambientales que se derivan de este modelo- y por ello las consideramos como una alternativa heterodoxa al capitalismo salvaje.

3. 7 Un análisis comparativo de las economías emergentes heterodoxas

En este esfuerzo de clasificación de las propuestas económicas capitalistas heterodoxas con base en cuatro grandes campos -Responsabilidad corporativa, Sustentabilidad ambiental, Inclusión social y uso intensivo de Tecnologías digitales (ver Figura 1) es necesario advertir que resultan complementarias a sistema capitalista buscando humanizarlo: hacia un capitalismo no salvaje o con rostro humano. 

Se trata de meros énfasis clasificatorios, dado que en muchos sentidos las diversas economías se intersectan de distintas maneras, pero teniendo como matriz común la generación de riqueza, la acumulación privada de capital y el crecimiento económico en un intento de paliar sus graves consecuencias sociales y ambientales. 

Por ejemplo, si bien la economía del bien común pretende la acción basada más en la cooperación que en la competencia, del bien común por encima del afán de lucro y la necesidad de ampliar sus horizontes hacia su relación con el medio ambiente y la comunidad, no resulta fácil ubicarla fuera de los límites de la empresa privada. De ahí que su parecido o semejanza con la Responsabilidad Social Corporativa sea muy grande.

El Cuadro 3.1 hemos realizado un esfuerzo comparativo sintético entre las diversas economías heterodoxas emergentes. Conviene advertir, de nuevo, que las fronteras entre los campos son porosas, en la medida que las diversas economías heterodoxas se relacionan entre sí o cada una invade los otros campos.

 

[1] En el caso de México, se pueden mencionar de las “empresas RSE” que buscan su legitimación por medio del modelo del Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI) y la iniciativa ALIARSE por México. Empresas como BIMBO, CEMEX e incluso PEMEX buscan lavar sus culpas laborales o ambientales mediante su legitimación-certificación de Empresa Socialmente Responsable.

[2] De acuerdo con su propia información, la EBC tiene ya en todo el mundo 150 grupos locales, 30 de ellos en Alemania. Asimismo, se han fundado 19 asociaciones en lugares que abarcan desde Austria hasta Chile y se está creando la asociación internacional. Además, más de 2000 empresas EBC y casi 400 han elaborado el Balance del Bien Común, así como tres bancos.

[3] Nace en Chile en 2011 y hoy en día se encuentra presente en 10 países de América Latina.  Hacia principios de 2019 contaba con 2778 empresas B en el mundo, 2655 multiplicadores en América Latina, 2670 empresas sujetas a certificación y medición en América Latina, 460 Empresas B en América Latina, 1200 Académicos B en América Latina (datos al 01 de marzo de 2019 obtenidos de su página web: http://sistemab.org/). Actualmente hay más de 400 empresas latinoamericanas que forman parte de este movimiento. Con 2 años en México, cuenta con 32 empresas B y una con sello pendiente, Acha Mar, una cooperativa de pescadores en Baja California

[4] Sistema B recibe acompañamiento institucional y financiero de organismos multilaterales, el BID/FOMIN y CAF; agencias gubernamentales nacionales, CORFO de Chile y IDRC de Canadá; fundaciones, BMW, Porticus, Partners for a New Economy, Instituto Arapyaú;  empresas, Sodimac, ZOMA Capital, Promotora Social México, ICE, Vistage, Parque del Recuerdo, Citibanamex, AIEP, Mall Plaza;  filántropos individuales y cientos de aliados de la sociedad civil, del empresariado y de los gobiernos (Sistema B, 2017, p. 4).

[5] Se puede consultar su página web en: http://sistemab.org/

[6] Academia B es una iniciativa de Sistema B que busca generar vínculos entre la Academia, las Empresas B, y el movimiento por una nueva economía para generar nuevo conocimiento e instancias de desarrollo de capacidades. Busca fomentar la producción de la literatura académica, programas de formación, herramientas de divulgación e información general que permita generar conocimiento y aprendizaje permanente sobre las “Empresas B” y sobre el “Movimiento por una Nueva Economía en América Latina”. Sistema B pone a disposición de Academia B su capacidad de articulación y la infraestructura virtual y presencial.

[7] Teoría de las necesidades (Abraham Maslow), cosmovisiones (Jean Gebser), capacidades cognitivas (Jean Piaget), los valores (Clare Graves), desarrollo moral (Laurence Kohlberg y Carol Gilligan), autoidentidad (Jane Loevinger), espiritualidad (James Fowler) y liderazgo (Susanne Cook-Greuter, Robert Kegan, William Torbert).

[8] Nos referimos a: AES (sector energético, global), BSO/Origin (Consultora en Tecnologías de la Información, global), Buurtzorg (sector salud, Holanda), ESBZ (escuela, Alemania), FAVI (metalurgia, Francia), Heiligenfeld (hospitales de salud mental, Alemania), Holocracy (modelo de funcionamiento organizativo, Finlandia), Morning Star (procesado de alimentos, Estados Unidos), Patagonia (textiles, Estados Unidos), RHD (servicios sociales, Estados Unidos), Sounds Tree (medios, sabiduría espiritual, Estados Unidos), Sun Hydraulics (componentes hidráulicos, global).

[9] Paradójicamente, la Economía circular tiene un enorme parecido a la propuesta del decrecimiento de Serge Latouche, quien también tiene un modelo sustentado en las 8R, un sistema de soluciones bajo el prefijo “re-”, que denota repetición o retroceso: Revaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Relocalizar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar y reciclar. Sin embargo, la Economía Circular, si bien recupera algunas de la R´s de Latouche, se encuentra en contraposición con el decrecimiento, ya que apuesta por un crecimiento ilimitado sustentado en el Modelo Multi-R.

[10] La entropía es el caos y desorden que existe en la naturaleza, en el universo, en un sistema. Existe un deterioro general y una tendencia universal inexorable al desorden y al caos.

[11] A través de la Fundación ZERI, Pauli se ha dedicado desde su creación a diseñar modelos de negocio innovadores que responden a las necesidades básicas de todos, pero que operan bajo los principios de competitividad de los mercados. En vez de buscar simplemente hallazgos tecnológicos, ZERI identifica modelos de negocio que recortan costes, incrementan los ingresos, generan capital social y crean puestos de trabajo. La economía tradicional considera esto imposible. La red ZERI ha demostrado a través de casi 200 casos a lo largo de los últimos años que puede hacerse.

[12] Por citar sólo algunos ejemplos de las empresas creadas bajo este paradigma, están el cultivo de hongos comestibles de alta calidad con desechos de café, detergentes biodegradables producidos con restos de cáscaras de naranja o la transformación de gasolineras en estaciones de recarga para vehículos eléctricos.

[13] Esta teoría tiene como uno de sus grandes referentes teóricos al matemático y economista Georgescu-Roen y sus estudios sobre bioeconomía -su libro “The Entropy law and the Economic Process” es lectura obligada para los decrecentistas. Latouche propone, con base en dicho autor, ir más allá de abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento, y hablar de acrecimiento, tal como hablamos de ateísmo. De ahí su famoso Modelo 8 R: Revaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Relocalizar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar y Reciclar.

[14] La economista abreva además del pensamiento y los estudios sobre la cooperación social de Sam Bowles y Herb Gintis, de los valores universales de Shalom Schwartz, de las motivaciones intrínsecas y extrínsecas propuesta por Tom Crompton y Tim Kasser, así como de la auto-organización social más allá de los mercados a través de los comunes de Elinor Ostrom.

[15] En los dos últimos decenios, Karen Raworth ha trabajado como investigadora sénior en Oxfam, ha sido coautora del Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y ha colaborado con el Instituto de Desarrollo de Ultramar en las aldeas de Zanzíbar.

[16] George Manbiot, articulista del diario británico The Guardian y crítico del capitalismo neoliberal, considera a la autora como una economista de gran estatura intelectual: “I see her as the John Maynard Keynes of the 21st century: by reframing the economy, she allows us to change our view of who we are, where we stand, and what we want to be (se puede consultar su artículo “Finally, a brakethtough alternativa to growth economics .the douhgnut” en:
https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/apr/12/doughnut-growth-economics-book-economic-model

[17] Su libro fue publicado en inglés en 2018 con el título  “Doughnut economics: Seven ways to think like the 21st-century economist”.

[18] Se reconocen dos tipos de innovación: a. la incremental, que genera pequeñas modificaciones acumulativas a productos, servicios o procesos, y b. la radical o disruptiva, cuyos productos o procesos consisten en cambios “revolucionarios” respecto a los existentes, generando puntos de inflexión.

[19] Un ejemplo típico de la esta innovación frugal es el famoso auto compacto Tata Nano, diseñado especialmente por el grupo empresarial indio Tata para proveer de una auto económico a las grandes mayorías, escasas de recursos, de la población india.

[20] Nos referimos al informe “Implication of Global Value Chains for Trade, Investment, Development and Jobs”.